El mapa de quienes no participan en las elecciones

El mapa de quienes no participan en las elecciones

Compartir

“Nuestras instituciones políticas gozan de unos niveles de confianza históricamente bajos. Con esta ley pretendemos avanzar en corregir esos problemas”. El 23 de enero de 2012, el entonces ministro secretario general de la Presidencia, Cristián Larroulet, valoraba así un hito en cuanto al sistema de votaciones en Chile: el gobierno de Sebastián Piñera promulgaba la reforma que establecía la inscripción automática en los registros electorales y la votación voluntaria en cada comicio, con lo que cuatro millones de personas, mayoritariamente jóvenes, tendrían la posibilidad de acudir a sufragar sin ningún trámite adicional.

Era el fin de un proceso que llevaba décadas, acrecentado por las bajas tasas de inscripción de las nuevas generaciones en los registros electorales, trámite que era requerido hacer al cumplir 18 años si uno quería votar. La reforma constitucional había ganado momento a fines de 2009: allí, la exConcertación la impulsó luego de que fuera una de las exigencias establecidas por Marco Enríquez-Ominami para apoyar en la segunda vuelta a Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Paradójicamente, fue el gobierno de su rival en el balotaje, Sebastián Piñera, el que lo terminaría implementando.

Casi diez años después, las miradas apuntan a un nuevo problema. Las tasas de participación no han aumentado al nivel de lo que pronosticaban los más optimistas: de hecho, los comicios con mayor porcentaje del padrón ejerciendo su derecho en esta etapa sobrepasaron por apenas un punto el 50% de los habilitados, en octubre pasado. Y apenas ocho meses después, ocurriría el hito contrario: la elección en que, proporcionalmente, votó la menor cantidad de quienes podían hacerlo, con una segunda vuelta de gobernadores donde sufragó el 19,62% del padrón total de las 13 regiones que tenían balotaje. Esto provocó que se reactivara una idea que viene dando vuelta casi desde la misma implementación de la ley: mantener la inscripción automática, pero pasando al voto obligatorio. El proyecto avanzó esta semana con apoyo transversal desde la Cámara al Senado, e incluso hay voces que apuntan a que, de aprobarse, la modificación podría regir tan pronto como en las elecciones de fin de año.

Pero queda una dimensión a analizar. Si antes quienes no votaban eran fáciles de identificar porque no estaban inscritos, hoy el grupo es mucho más heterogéneo. Hay más perfiles, razones y motivaciones que antes, y la lista de quienes no participan se modifica elección a elección. ¿Cómo es el mapa de quienes no acuden a las urnas?

LOS AUSENTES

Los datos oficiales estarán recién en algunos meses, pero la plataforma electoral DecideChile, de la empresa Unholster, hizo un análisis exclusivo para La Tercera en cuanto al comportamiento de los distintos grupos de edad, a partir de los datos a nivel de mesa disponibilizados por el Servicio Electoral.

De acuerdo a dicho trabajo, si bien la participación bajó en todos los grupos de edad, la baja fue muchísimo más pronunciada en los grupos más jóvenes. Por ejemplo, entre los menores de 30 años en la Región Metropolitana, bajó del 42% al 19% del padrón, mientras entre los mayores de 70 años el descenso fue de 25% a 20%. En regiones, el desplome fue más significativo: de 43% a 8% entre los menores de 30 años, y de 25% a 18% entre los mayores de 70.

“La participación es un tema que debiese encender alertas transversalmente. Desde el retorno a la democracia se registra un descenso sostenido y en las últimas elecciones rompimos récord nuevamente por alta abstención”, señala Antonio Díaz-Araújo, gerente general de Unholster.

Con esa información, se puede apuntar a varios tipos de “no votantes”. El primero es quizás el más clásico: el que nunca ha ejercido su derecho a votar porque se siente al margen de todo. Entre 30 y 50 años, de comunas de bajo nivel socioeconómico en la RM y probablemente hombre. No se inscribió antes y no ha participado en ninguna elección de las que se ha hecho con voto voluntario desde 2012. En esta línea, hay un grupo más joven que tampoco ha participado de forma frecuente, pero que podría estar abierto a hacerlo en el futuro o en momentos cruciales.

También están los desencantados: quienes estaban inscritos antes del cambio de sistema, pero que ahora evalúan elección a elección si van a votar o de frentón no participan. Este bloque es predominantemente de votantes entre 40 a 50 años. Además, hay quienes optan según la relevancia que perciban que tienen los comicios: es decir, sólo acuden en elecciones que consideran como claves.

Por último, en las elecciones de los meses pasados parecen haber emergido otros dos grupos. Unos, más relacionados con temas políticos, que si bien votaban tradicionalmente se han marginado de los procesos al no tener candidatos o alternativas que los satisfagan. Y otro, sobre todo mayores de 70 años, que han bajado abruptamente su participación a raíz de la crisis sanitaria del Covid-19. (La Tercera)

Dejar una respuesta