Lo real-maravilloso en América latina-Juan Ignacio Brito

Lo real-maravilloso en América latina-Juan Ignacio Brito

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América Latina sigue siendo la tierra de lo “real-maravilloso” que Alejo Carpentier describiera hace décadas. Un lugar donde la modernidad no acaba de cuajar, cruzado por cosmogonías que no logran una síntesis armoniosa y donde se mezclan en desorden –caos, incluso— razas, pueblos, naciones y colores. Un “continente olvidado”, según lo calificó el periodista británico Michael Reid, quien recuerda una sentencia lapidaria pronunciada por el Presidente estadounidense Richard Nixon en 1971: “Latinoamérica no importa”.

Quizás es esa indiferencia la que explica por qué estamos como estamos. Si alguien se preocupara de verdad por esta región, no ocurriría aquí lo que hoy presenciamos con pasiva conformidad.

En Perú, el recién asumido Pedro Castillo provoca al Congreso opositor, arriesgando reeditar el choque institucional que resultó fatal para sus antecesores; en Nicaragua, el septuagenario Daniel Ortega se aferra al poder, encarcelando a todo aquel que asome como amenaza; en México, el populista Andrés Manuel López Obrador concentra atribuciones y trata de enjuiciar a quienes lo precedieron en el cargo a través de un referendo en el que nadie participa; en El Salvador, el joven Nayib Bukele rompe con todo y contra todos; en Guatemala, el mandatario Alejandro Giammattei persigue a los que lo investigan por corrupción y los fuerza al exilio; en Venezuela, Nicolás Maduro y la cúpula bolivariana se anotan el triste logro de provocar la quiebra del país más rico de la región.

Otra nación arruinada es Cuba, donde el castrismo jurásico aplasta la voluntad libertaria de un pueblo que, como indica la novelista local Wendy Guerra en “Domingo de Revolución”, sufre un “daño en el alma”; en Haití el presidente cae asesinado en su propia casa, mientras en Colombia Iván Duque corre mejor suerte y sobrevive un ataque fraguado por un excapitán de Ejército y las disidencias de las FARC; en Brasil, Jair Bolsonaro, otro excapitán, encara su propia incapacidad con protestas y amenazas de impeachment; en Argentina, el Presidente se enfrenta en sordina a su vicepresidenta, al tiempo que en Bolivia Luis Arce planta cara al muy real fantasma de Evo Morales; y Chile, el país que alguna vez creyó decirle “adiós a Latinoamérica”, redescubre la inestabilidad tan propia de esta región.

América Latina se aleja del Consenso de Washington para adentrarse en lo desconocido. Como siempre, la región es muy capaz de identificar lo que no quiere, pero torpe para reconocer qué es lo que realmente desea. Esta es, como dijo Stefan Zweig acerca de Brasil, la tierra del futuro, donde está todo por hacer y la experimentación es regla. América Latina ha probado de todo: aquí ha habido monarquías, repúblicas, democracias y dictaduras; caudillaje, bandolerismo, mafias y guerrillas; revoluciones y períodos de calma; populismo, socialismo y capitalismo.

Inevitablemente, sin embargo, todo termina conduciendo a un resultado ineludible: el imbunche, un cuerpo contrahecho que, sin embargo, se mueve, aunque no sepa hacia dónde ni por qué. Un equeco sonriente cargado de toda clase de materiales y bendecido por la abundancia, pero incapaz de hallar la receta que permita combinarlos virtuosamente.

Más que en las ciencias sociales, suena recomendable intentar la comprensión del curioso fenómeno latinoamericano en la literatura, quizás la única disciplina donde nuestra región se hace inteligible a través de personajes, metáforas, descripciones, romances, paisajes e intrigas. Porque, como sostuvo el cubano Carpentier, “¿qué es la historia de la América toda sino la crónica de lo real-maravilloso?”. (DF)

Juan Ignacio Brito

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