Ya vemos cómo los resultados electorales pueden sorprender una y otra vez dejando en el camino las predicciones de los expertos y sometiendo la política a cambios sociales que parecieran ir siempre un paso más adelante que las promesas de sus representantes.
Así como las primarias fueron apretadas, más aún será la segunda vuelta, ya que los contendores están lejos de parecerse; más bien son como el aceite y el agua, imposibles de convergir. Por lo tanto, quien gane tendrá no sólo el desafío, sino también el deber de saber llevar un gobierno que haga confluir dos miradas casi opuestas de sociedad y que sin duda alguna recibirá bastante resistencia en circunstancias delicadas y poco favorables en términos de adhesión y confianza ciudadana.
Ha pasado menos de una semana desde que supimos el nombre de los presidenciables y, por las alteraciones en el libreto de ambos, se percibe que están conscientes de que las muestras de mayor moderación son las joyas de la corona para llegar a buen puerto. Pero ojo, cuando se trata de ser presidente hay varios baches en el camino harto más difíciles de esquivar que las piedras y huevos lanzados a Kast esta semana. Por ejemplo, diversificar el grupo de amigos, cosa que a Gabriel Boric le ha resultado un tanto complejo ahora que palpó lo que es bajarse del árbol y poner los pies sobre la tierra acompañado (muy de cerca) por los “compañeros y compañeras” del PC; mientras que para José Antonio Kast, demostrar que elegir de antemano buenos socios es importante no sólo para evitar episodios bochornosos como el que gatilló Johannes Kaiser, sino, más importante, para afianzar su partido y proyectar a su sector en el tiempo. En todo caso, la insensibilidad del ahora ex miembro de Republicanos no logró rayarle la pintura a su candidatura ni que esta dejase de ser competitiva. En parte porque la gran fortaleza de la campaña proviene de su figura, no del conglomerado que lo rodea. Esa es y fue la principal razón de porqué se impuso (aunque por bien poquito) en la primera vuelta. Para la irritación de sus detractores y la alegría de sus adherentes, Kast es simplemente Kast; el escenario puede que cambie, pero no altera el producto, ya que poco y nada ha transformado desde que comenzó a figurar cuando se pegó el salto de concejal por Buin a parlamentario en 2001.
Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente (suyo y del país). Litros y litros de cambios, desencuentros entre pares y ahora último un gran quiebre social. ¿Y qué hace Kast al respecto? Sigue siendo él mismo. No ha cambiado ni la pinta ni su ideario ni su conservadurismo. A primera vista y en pleno siglo XXI ese perfil no calza ¿o sí? Esa debe ser la gran interrogante de su contendor, ya que ni con todo el lenguaje inclusivo del mundo fue incapaz de imponerse en primera vuelta y es así como ahora lo vemos de anteojos y hablando sobre combatir la violencia al mismo tiempo que vota en contra de extender el estado de excepción en la Macrozona Sur. ¿Gabriel Boric estaría renovado o presionado?
Si de libertad se trata, diría que en esta segunda etapa de campaña la balanza se inclina hacia Kast, quien además de seguir con el mismo peinado (y bailando tieso en Tik Tok) no ha cambiado un ápice de su vocabulario ni temáticas demostrando además pocos complejos a la hora de entregar su programa completo a los equipos de Ignacio Briones, Sebastián Sichel, Joaquín Lavín y Mario Desbordes para adecuarlo a la realidad del país. Sin embargo, persiste el desafío de matizar algunos aspectos para convencer a quienes no votaron por él de que su gobierno no estará sometido a rigideces dogmáticas ni ortodoxias políticas como sí lo ha dejado entrever Gabriel Boric al permutar su identidad en menos de una semana. Por lo tanto, si el futuro del país requiere estabilidad, el próximo gobernante, además de consistencia y seguridad, deberá contar con ciertos márgenes de libertad. Llevamos recién una semana post primera vuelta; no creo que haga falta esperar tres más ni ser muy creyente para saber cuál de los dos ofrece mayor credibilidad y garantías. (El Líbero)
Paula Schmidt