La investigación que llevaba a cabo el fiscal argentino Alberto Nisman, muerto en sospechosas circunstancias, ha reabierto en Chile las interrogantes sobre el «nexo chileno» en el atentado terrorista en contra de la mutual israelí, AMIA, en Buenos Aires, el año 1994. De acuerdo con las diversas pesquisas argentinas -son varios los jueces y fiscales que a lo largo de este tiempo han buscado a los responsables del ataque que dejó 85 muertos-, diplomáticos iraníes acreditados en Santiago habrían tenido vínculos directos o indirectos con el atentado. En particular, y de acuerdo con un escrito enviado a la Corte Suprema por Nisman en 2013, en el período anterior al atentado contra la AMIA se buscaban datos sobre las actividades de Mohsen Rabbani, encargado de Cultura de la embajada iraní en Buenos Aires, quien habría realizado siete viajes a Chile entre 1992 y 1997, para llevar a cabo diversas gestiones con colegas de su embajada en Santiago que buscaban organizar a la colonia chiita en Chile, dándole apoyo ideológico y también financiero, y reclutar seguidores chilenos. Tres serían sus seguidores chilenos y contactos en nuestro país.
Según informó «El Mercurio» en mayo de 2013, fuentes de inteligencia chilenas dijeron que la teoría no era nueva, que el Poder Judicial había «recibido exhortos pidiendo información sobre movimientos de funcionarios diplomáticos iraníes entre Santiago y Buenos Aires», a lo cual se respondió que «no hay antecedentes sólidos que puedan constatar una red de espionaje como la denunciada». Con anterioridad, en 2001, el juez Juan José Galeano había solicitado a Chile, efectivamente, antecedentes sobre los movimientos del entonces embajador de Irán en Santiago, Hamid Reza Hosseini, quien habría estado en Buenos Aires tres días antes del atentado contra la mutual israelí, visita que no tendría justificación, a juicio de Galeano, y que adquiría significado a la luz del hecho de que, por esos mismos días, habían llegado también agentes iraníes de otras partes del mundo.
En Chile actualmente viven unos 120 iraníes, todos de confesión chiita, que realizan diversas actividades económicas, especialmente vinculadas al comercio, las importaciones y exportaciones. La mitad de ellos vive en Santiago, pero hay varias familias en Temuco, Puerto Montt y Viña del Mar. Los hechos que se investigan en Argentina datan de mediados de la década del 90, lo cual supone que la composición de la comunidad ha cambiado desde esos años. Los iraníes chilenos no tienen mezquita propia, ya que el llamativo templo situado en la avenida Chile-España fue construido por la comunidad de musulmanes sunitas y financiado por los fieles y aportes de países como Arabia Saudita (rival de Irán) y Kuwait. En el Centro Islámico de Irán, en avenida Holanda, se reúnen muchos de los miembros de la colectividad iraní para diversas actividades religiosas y culturales. Es ese centro el que supuestamente fue apoyado por Rabbani en sus numerosas visitas a Chile.
Es importante y sería clarificador que la agencia chilena de inteligencia aporte datos nuevos y concretos sobre estos hechos, dé cuenta de las investigaciones que se llevaron a cabo en su momento y, por otro lado, se transparente la respuesta que diera la Justicia a los pedidos de Galeano y Nisman. (Editorial El Mercurio)