¿Quieren entrar a la oficina, subir a un autobús o comprar un bocadillo? Nos hemos acostumbrado a utilizar una tarjeta de crédito para este tipo de cosas.
Pero en Epicenter, un nuevo edificio de alta tecnología en Suecia, utilizan otra tecnología: un chip que se inserta debajo de la piel.
Felicio de Costa, cuya empresa está ubicada en este edificio, llega a la puerta de entrada y apoya su mano contra ella para poder pasar.
Dentro, vuelve a hacer lo mismo para entrar en la oficina que alquila. También puede utilizar la fotocopiadora con un movimiento de su mano.
Esto es porque tiene un diminuto chip de identificación por radiofrecuencia. Se trata de un objeto del tamaño de un grano de arroz, implantado en su mano.
Dentro de poco, las 700 personas que se espera que ocupen el edificio también tendrán la oportunidad de dejar que les implanten un chip.
Además de acceder a las puertas y las fotocopiadoras, en el largo plazo se espera que con el chip se puedan pagar otros servicios, como un café en un bar, solo con un movimiento de la mano.
El día de la apertura oficial del edificio, el jefe ejecutivo del promotor inmobiliario accedió a que le implantaran un chip.
Y yo decidí que si tenía que entender esta tecnología, debía aceptar y dejarme implantar un chip también.
TECNOLOGIA INTUITIVA
Todo el proceso está organizado por un grupo de hackers suecos. Fue uno de sus miembros, un tatuador con aspecto imponente, el que me puso el chip.
Primero, masajeó la piel entre mis dedos pulgar e índice y la frotó con desinfectante. Hubo un momento de dolor, no peor que una inyección, y luego colocó un apósito encima.
Antes de probar mi chip, intenté averiguar más sobre qué ideas hay detrás de su desarrollo.
Hannes Sjoblad, encargado de buscar nuevas herramientas de trabajo, tiene una tarjeta de visita electrónica dentro de su propio chip, al que se puede acceder con un teléfono inteligente.
Le pregunté si pensaba que la gente quiere realmente llegar a este punto de intimidad con la tecnología. «Ya interactuamos con la tecnología todo el tiempo», me dijo.
«En la actualidad es un poco lioso, necesitamos códigos pin y contraseñas. ¿No sería más fácil hacerlo todo con un toque de tu mano? Es muy intuitivo».
Cuando probé mi chip, me di cuenta de que no era para nada intuitivo. Tuve que girar la mano en una posición poco natural para conseguir hacer funcionar una fotocopiadora.
Y mientras algunos de los empleados del edificio tenían ganas de que les pusieran un chip, otros tenían grandes dudas.
«De ninguna manera», dijo un chico joven cuando le pregunté si estaría dispuesto a dejarse insertar un chip.
Una mujer un poco mayor fue más optimista sobre el potencial de la tecnología, pero no le vio mucho sentido a dejar que le pongan un chip simplemente para abrir una puerta.
EL CHIP DE GOOGLE
Pero Hannes Sjoblad dice que él y el grupo sueco de biohackeo tienen otro objetivo: prepararnos para el día en el que otros quieran ponernos un chip.
«Queremos ser capaces de entender esta tecnología antes de que las grandes empresas y los grandes gobiernos vengan y nos digan que todo el mundo debería llevar un chip: el chip de los impuestos, el de Google o el de Facebook».
Entonces seremos capaces de cuestionar la forma en que se implementa la tecnología desde una posición de mucho mayor conocimiento.
He vuelto con una mano un poco dolorida y un chip bajo la piel que todavía contiene mis datos.
Otros chips más sofisticados reemplazarán pronto la tecnología para vestir, como pulseras para hacer ejercicio o instrumentos de pago, y nos acostumbraremos a vernos aumentados.
Todo es posible. Que se convierta o no en algo aceptable culturalmente insertar tecnología bajo la piel es otra cuestión. (BBC Mundo)