¿De nuevo, lo mismo?

¿De nuevo, lo mismo?

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La tarde-noche del 4 de septiembre de 2022, el país había cerrado una etapa. Los chilenos nos disponíamos a comer tranquilos en nuestras casas, sabiendo que el Rechazo había logrado una victoria abrumadora sobre el Apruebo.

Sí, el proceso había terminado, porque, tal como lo dispone el art. 142 de la Constitución, “si la cuestión planteada al electorado en el plebiscito ratificatorio fuere rechazada, continuará vigente la presente Constitución”. Y nada más dice la actual Carta Fundamental sobre… una posible nueva Constitución. Punto final. Un punto final del todo razonable, porque los países no pueden vivir en estado de constitucionalitis aguda. Y así lo habían previsto todos los firmantes del 15 de noviembre de 2019, a pesar de que habían demostrado poca racionalidad al validar la violencia de octubre como una causa legítima para dar paso al proceso constituyente.

Efectivamente, todos estuvieron de acuerdo en que en un momento determinado, esto tenía que terminar. Escogieron el plebiscito ratificatorio para cerrar el proceso y el 100% de los chilenos que votamos en el plebiscito de entrada aceptamos esa condición. Todo claro, todo bien delimitado.

Pero —para gran parte de la clase política siempre hay un pero— antes de irnos a comer, el Presidente Boric se asomó desde la pantalla a nuestras intimidades y nos comunicó lo insólito: que se compromete a “construir, en conjunto con el Congreso y la sociedad civil, un nuevo itinerario constituyente que nos entregue un texto que, recogiendo los aprendizajes del proceso, logre interpretar a una amplia mayoría ciudadana”.

Durante su jefatura de campaña por el Apruebo ya lo había anunciado y, tal como lo dijimos en otra oportunidad, estaba —y sigue estando— en total libertad para promover una iniciativa en ese sentido, aunque él mismo haya firmado el acuerdo del 15 de noviembre, lo que debiera gravar su conciencia.

Pero, ya se sabe, siempre hay un pero.

Y ese pero es lo que llaman realismo político, que no es más que una ficción política construida desde la misma izquierda insurreccional, esa que no aceptó jamás la posibilidad de la derrota del Apruebo y que, cuando comenzó a vislumbrarla, instaló por vía comunicacional e intelectual la absurda tesis del proceso sin fin. ¡Hasta la victoria siempre!, ha sido un mantra desde el Che Guevara hasta Teillier.

De tal manera ese diseño político logró permear, que ya a media tarde del domingo 4, varios canales anunciaban, de palabra y con su gráfica, que el proceso constitucional seguía adelante, no solo desinformando, sino también induciendo. Y, por supuesto, los principales dirigentes de Chile Vamos entraron en manada a ese terreno minado y borraron también con el codo todo lo que habían firmado con mano temblorosa en noviembre de 2019.

¡Pero seamos realistas!, nos dicen desde la centroderecha; el pueblo de Chile quiere que esto continúe, afirman. ¿Sí? ¿Nos lo consultarán? ¿Nos darán opciones sobre el modo de mejorar nuestras instituciones o nos condenarán a su ficción política, que podría no ser más que una nueva rendición al diseño de las izquierdas extremas, ya derrotadas, pero duras de matar?

Fue el propio Presidente Boric quien, sin reparar en la contradicción en la que incurría, nos dio el mejor argumento para decir, no, ya basta. Afirmó: “nuestros compatriotas… no entenderían que los responsables políticos, en lugar de atenuar sus incertidumbres, se las acentuáramos”.

Hemos vivido casi tres años de completa incertidumbre. En vez de procurar sensatas reformas a la Constitución vigente por vía parlamentaria, ¿con los votos de Chile Vamos, las izquierdas nos van a enfrentar de nuevo a dos años más de completa inseguridad? (El Mercurio)

Gonzalo Rojas