Nueva prueba de acceso a la educación superior-Harald Beyer

Nueva prueba de acceso a la educación superior-Harald Beyer

Compartir

El próximo lunes, 275 mil jóvenes rendirán la nueva prueba de acceso a la educación superior. Constituye una innovación importante tanto metodológica como conceptualmente. En esta segunda dimensión los nuevos instrumentos privilegian las mediciones de habilidades por sobre el conocimiento de los contenidos. Por cierto, ellas no se desarrollan independientemente de estos últimos y, por tanto, el currículum nacional sigue siendo el soporte de la PAES, pero sus preguntas aspiran a saber si quienes la rinden son capaces de comprenderlos y aplicarlos.

Instrumentos de estas características suelen tener mejor capacidad de anticipar desempeño académico en programas de educación superior exigentes. El costo económico y social de una deserción es elevado. Por ello, el valor de los instrumentos de acceso a la educación superior está íntimamente ligado a esa capacidad. Por supuesto, no es el único aspecto valioso.

Por su carácter, la PAES debería lograr ampliar los espacios de exploración educativa de liceos y colegios. Al privilegiar habilidades, les da más oportunidades de apartarse de ese entrenamiento mecánico al que obligaba la antigua prueba, tan centrada en contenidos, incentivado, en cierta medida, la preparación de personas “sabelotodo”. La experiencia educacional se empobrecía. El nuevo diseño de los instrumentos de admisión debería permitir, a medida que se profundice su conocimiento, desligarse de esa preparación rutinaria para desarrollar una educación donde no solo importa reproducir el conocimiento adquirido, sino que también aplicarlo reflexiva y críticamente a situaciones diversas.

El énfasis, entonces, se vuelca a qué se puede hacer con los conocimientos que acumulamos. La educación escolar puede transformarse de manera relevante por este solo cambio y, de paso, fortalece las capacidades para desempeñarse bien en la educación superior.

Los efectos de los cambios metodológicos es lo que quizás suscita más incertidumbre en esta primera aplicación. Estábamos acostumbrados a pruebas que tenían el mismo promedio y una distribución muy similar en torno a ese estadígrafo. Eso ya no será así. Los promedios y las distribuciones en torno a él serán diferentes para cada instrumento. Este hecho responde a un cambio en la forma en que se confeccionan las preguntas que conforman cada instrumento. Sin entrar en detalles técnicos, es un procedimiento que permite capturar mejor, entre otros aspectos, su dificultad y el grado en que ellas discriminan entre distintas personas. Esta aproximación le otorga, por una parte, más confiabilidad y validez a los instrumentos y, por otra, la posibilidad de construirlos de modo que sus resultados, a diferencia de lo que ocurría hasta ahora, sean efectivamente comparables a través del tiempo entre los distintos postulantes.

Pero ello hace que los puntajes de las nuevas pruebas no sean equiparables. Así, si una persona obtiene, por ejemplo, un puntaje más bajo en matemáticas que en comprensión lectora no significa necesariamente que su desempeño relativo en la primera de estas pruebas sea inferior. Puede estar incluso en mejor posición comparada.

Este hecho ha generado alguna confusión y puede desalentar algunas postulaciones en desmedro de otras. Es inevitable que los jóvenes que rinden estas pruebas sean afectados por sus altas consecuencias, pero sumar a sus preocupaciones el potencial impacto que puede tener la PAES sobre sus opciones universitarias es injustificado. Ella medirá mejor sus aptitudes para cursar exigentes programas de estudios superiores y, por tanto, serán beneficiados y no perjudicados por este cambio.

Un posible impacto de este hecho es que se traduzca en un comportamiento relativo de los puntajes de corte de carreras y universidades distinto del observado en años anteriores, pero ello no cambia las oportunidades de los jóvenes.

Por cierto, este sistema de admisión podrá mejorarse en el futuro refinando los instrumentos existentes y agregando otros, pero el cambio realizado es positivo. Quizás el principal desafío lo tenemos ahora las universidades. A juzgar por estudios internacionales (Skills Matter, por ejemplo), el promedio del sistema universitario no les está agregando a nuestros jóvenes el mayor valor posible. Programas de pregrado excesivamente especializados no desarrollarían en plenitud las habilidades indispensables para el mundo de cambios vertiginosos que estamos viviendo. Algunas universidades hemos ido abandonando ese paradigma, con resultados muy satisfactorios, pero a juzgar por los cambios que se observan en otras latitudes es indispensable seguir innovando.

Harald Beyer
Universidad Adolfo Ibáñez