La semana pasada se llevaron a cabo una serie de eventos en Ucrania que amenazan en convertir ese conflicto en una guerra mundial. Estados Unidos anunció su intención de proveer de sistemas de defensa aérea a Kiev ante lo que Rusia dijo que consideraría ese acto como participación directa en el conflicto, abriendo la posibilidad de «consecuencias impredecibles», según fuentes rusas.
Conforme el invierno se acerca y la temperatura en el campo de batalla se desploma, las Fuerzas Armadas rusas se repliegan y reorganizan. La doctrina militar moderna prevé la necesidad de obtener control total del espacio aéreo, lo que se denomina «superioridad aérea» para después poder llevar a cabo operaciones militares terrestres con una ventaja significativa sobre el enemigo. Sin embargo, Rusia no siguió este camino en febrero de 2022. Las fuerzas militares rusas, por el contrario, intentaron establecer «superioridad terrestre” bajo la falsa idea de que no habría el nivel de resistencia que eventualmente encontraron. El Kremlin no previó ni la capacidad militar de su oposición, ni la intención de Occidente por apoyar de forma tan profunda y extensa a Ucrania con armamento.
A 10 meses del lanzamiento de la Operación Militar Especial (el gobierno ruso sigue sin llamarla «guerra»), el resultado ha sido catastrófico para sus Fuerzas Armadas. Fuentes occidentales estimaban en noviembre que Rusia había perdido más de 100 mil tropas en Ucrania durante 2022, ya fueran muertos, heridos, desertores o capturados y una serie de reportes indican que la moral rusa está por los suelos, principalmente por años de corrupción que dañaron las capacidades militares rusas de manera significativa.
Las unidades no contaban con el equipo y mucho menos el entrenamiento necesario, las fuerzas rusas en el campo de batalla, muchas de ellas aparentemente reclutados muy recientemente, entraron en pánico y comenzaron a usar sus teléfonos celulares para comunicarse entre ellos y con sus familiares. Para la inteligencia ucraniana, eso fue como encender una bengala en medio de la noche.
Aprovechando la llegada del frío invierno para replegarse de los campos de batalla y replantear su estrategia. Rusia ahora parece intentar un «borrón y cuenta nueva», lanzando ataques con misiles y drones kamikaze de largo alcance en contra de la infraestructura critica ucraniana, sin diferenciar entre blancos civiles y militares, lo que sería preludio a una nueva invasión terrestre a gran escala.
Esto llevó a que Occidente comience a incrementar el envío de sistemas de defensa antiaérea y entre ellos, EU se ha propuesto enviar una batería de sistemas PATRIOT, diseñados para derribar aviones a grandes velocidades, pero su empleo durante la Guerra del Golfo Pérsico, de 1991, en contra de misiles balísticos iraquíes los llevó a desarrollarse en una nueva misión de protección antimisil.
Una batería PATRIOT la comprenden un sistema de radares y ocho lanzadores, cada uno con hasta 16 misiles interceptores PAC-3. La entrega de este tipo de arma –que es netamente defensiva– traería consigo un efecto político-estratégico muy por encima del militar-táctico, pues por un lado demostraría la intención de EU por continuar apoyando a Ucrania y desafiar la advertencia rusa. (El Heraldo de México)
Por Íñigo Guevara Moyano
Director compañía de Inteligencia Janes y académico visitante del Atlantic Council, en Washignton DC