Hay una razón por la cual Putin atacó Crimea durante el gobierno de Obama y a Ucrania durante el gobierno de Biden, y no atacó a nadie durante el de Trump. Porque Trump era impredecible, amatonado y podía apretar el botón nuclear. Nadie insulta a Mike Tyson, porque el hombre tiene la mecha corta. Lo único que disuade a los malos de utilizar la fuerza es una fuerza superior y abrumadora, acompañada de la voluntad política de utilizarla. En esto las señales son poderosas. Dean Acheson, secretario de Estado de EE.UU., informó en enero de 1950, en un discurso en el National Press Club, que Corea del Sur no estaba dentro del perímetro defensivo de EE.UU. Corea del Norte interpretó esa declaración como muestra de desinterés y cinco meses después invadía Corea del Sur. Tomó tres años y 1,5 millones de muertos aclarar el equívoco comunicacional. En la vida y en política las señales equívocas o contradictorias tienen repercusiones. Si usted, de la boca para afuera, dice que apoya a los carabineros, pero en los hechos indulta a delincuentes, no va a disuadir a nadie de seguir delinquiendo. Menos va a inspirar a carabineros para que arriesguen su vida, libertad y patrimonio para proteger a un Estado que después los persigue.
Tras el 18-O, hay muchos uniformados perseguidos por el propio Estado que les ordenó ir a contener manifestaciones. No son pocos los que enfrentan querellas simultáneas del Consejo de Defensa del Estado, del INDH, las municipalidades y la persecución de la propia fiscalía (después el Estado dice que no tiene plata, pero malgasta en varias entidades públicas que duplican lo que hace la fiscalía). Frente a esto el carabinero queda solo, indefenso, sin recursos para pagar peritajes, sin sueldo —si queda impedido de trabajar— y aislado de su institución mientras no se resuelva su caso.
Carabineros necesita: defensa jurídica especializada y financiada; que la Fiscalía Nacional uniforme criterios para investigar y formalizar y que cumpla con su obligación de investigar con igual celo lo que exculpa que lo que los exonera y que se suspendan los sumarios internos mientras investiga la fiscalía. Que se reconozca la presunción de inocencia; que se sancione el maltrato de obra o palabra a carabineros, aunque no haya lesiones (quitarle la gorra o insultarlo debe ser sancionado). Que no se acepten querellas de otros organismos públicos cuando ya la propia fiscalía está haciendo su trabajo. Que la Corte Suprema uniforme criterios sobre apremio ilegítimo y uso de la fuerza y que el Presidente deje de indultar delincuentes. Los policías arriesgan su vida para encarcelarlos y el Presidente los indulta de regalo de Pascua. Es como agregarle agravio a la injuria. No es necesario haberse recibido de abogado para darse cuenta del despropósito de todo esto.
Todos los chilenos tenemos derechos humanos, no solo los manifestantes. Tenemos derecho a circular libremente y a conservar nuestra propiedad y a que no nos agredan físicamente. Tenemos derecho a ir a trabajar y a que nadie nos asalte o nos impida el ejercicio de esos derechos. Cuando una persona se manifiesta en la calle sin permiso, impide la circulación, nos obliga a bailar, nos pide plata para dejarnos pasar; quema la iglesia donde rezamos, el terreno que sembramos o saquea el supermercado donde compramos, está violando nuestros derechos humanos y los policías deben protegernos usando la fuerza si es necesario. Pero este gobierno está más preocupado de los DD.HH. de los delincuentes que de los buenos ciudadanos, y la señal que manda en ponerle suma urgencia a un proyecto para el día de la “visibilidad lésbica” mientras las leyes proseguridad duermen en el Congreso no puede ser más torpe.
Cuando el Gobierno abandona a las policías, ellas abandonan a los ciudadanos y se incrementa la violencia privada. El Estado fue creado para defendernos de los enemigos externos e internos. Si no hace la pega, nos quedaremos sin orden, sin patria y sin DD.HH. (El Mercurio)
Gerardo Varela