Constitución sin ideología-Karin Ebensperger

Constitución sin ideología-Karin Ebensperger

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En Chile llegamos al extremo de 1973 por división ideológica. Las ideologías suelen ser crueles, porque identifican a la persona completa con una idea política. No se concibe que alguien pueda ser una buena persona y tener una visión política diferente. Por eso, las ideologías no son protagonistas principales en democracias consolidadas, sino que predominan amplias tendencias: en países anglosajones, los partidos Laborista, Conservador, Demócrata o Republicano son conglomerados en que caben diversas visiones. La política no tiene derecho a pedirle a un ciudadano que renuncie a su esencia por apoyar un partido.

Una característica de la modernidad es el debilitamiento de los vínculos sociales y de pertenencia. Y sin ellos se oscurece el sentido de la existencia humana y el respeto por la comunidad. Las sociedades occidentales han conseguido garantizar libertad individual y bienestar material nunca antes vistos en la historia. ¿Cómo logran combinar libertad y conciencia de nación?

Veamos ejemplos de cómo en democracias estables se cuidan las instituciones, para que orienten y den sentido a la vida en sociedad: la coronación británica —aun para los más críticos de la monarquía— mostró a un país orgulloso de combinar sus tradiciones con las más diversas y modernas tendencias culturales. Lo mismo ocurre en naciones nórdicas. La Constitución de EE.UU., que tiene 236 años, evidencia que se puede promover la creatividad individual y todo tipo de innovaciones, y mantener por siglos los mismos grandes principios orientadores de su Constitución de 1787.

Entonces, ¿qué desearía para la nueva Constitución chilena? Precisamente reglas y principios generales, que aseguren estabilidad por la mayor cantidad de tiempo posible; que promueva la unión, el sentido de patria y de comunidad; que ponga límites claros a las autoridades, evitando que se excedan; sobre todo, que resguarde los derechos inalienables —de la esencia misma del ser humano y anteriores al Estado— frente a abusos del poder y de ideologías extremas, porque ahí se juega la libertad, y que procure que Chile sea un país seguro, en el mayor grado de libertad posible.

Lo que no cabe son los sesgos ideológicos al concebir una Constitución, porque conducen a errores, como argumentar que Estado social y subsidiariedad son contradictorios. En realidad, son complementarios: se puede combinar un Estado eficiente para resolver, que acompaña a los más necesitados, con una sociedad civil activa y creativa. Eficiencia estatal y subsidiariedad, bien equilibrados, coexisten en las sociedades que admiramos por su estabilidad.

La futura Constitución debe recoger la esencia de nuestra nación, su historia y tradiciones, y al mismo tiempo, permitir evolucionar con instituciones que logren procesar bien los inevitables conflictos que surgen en toda sociedad. (El Mercurio)

Karin Ebensperger