La estrategia que Chile debiera seguir con la Argentina de Milei

La estrategia que Chile debiera seguir con la Argentina de Milei

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La prensa chilena de estos días está llena de entrevistas, columnas de opinión, artículos y editoriales analizando el fenómeno Milei y los impactos de su llegada a la presidencia de la nación trasandina y, adicionalmente, tratando de entender cómo pega en Chile todo lo que está ocurriendo en Argentina, un país vecino, que dicen hermano, pero con el que felizmente la cordillera de los Andes estratégicamente nos separa, y nos deja cercanos, pero no juntos…

Lo anterior es razonable, ya que la victoria electoral de Milei fue notable y hace pensar a algunos en una Argentina más próspera, lo que está por verse, debido a todos los obstáculos que tendrá que vencer, pero –dicho eso– es de sentido común que, si al vecino le va bien, todo el barrio progresa.

La relación de Chile con la Argentina, independientemente de quién esté a cargo de la Casa Rosada o del Palacio de La Moneda en Santiago, está basada, entre otras cosas, en realidades tales como la muy extensa frontera que compartimos y que aún tiene temas pendientes (Campos de Hielo Sur), o lo que ellos entienden por su plataforma continental extendida y que pasa a llevar parte del Chile Austral, y el hecho de que reclaman para sí territorios antárticos chilenos, todos temas complejos en sí mismos y que en el pasado nos han llevado casi al límite de la guerra, producto de la excesiva ambición de la Argentina por lo chileno, por lo austral y por lo antártico.

Nuestras economías no son complementarias, sino más bien competidoras. Que hayan sido complementarias desde las décadas del 50 al 70, cuando todos los países de Sudamérica seguíamos políticas ineficientes de industrialización, no significa que con la llegada de Milei lo vayan a ser, sino más bien al contrario, ya que todo indica que Milei abrirá la Argentina al mundo, al igual que lo está haciendo Chile, con lo que las condiciones de ser economías competidoras se acentuarán todavía más.

Obviamente hay aspectos que se puede buscar desarrollar más, como son la integración caminera, el uso de los puertos chilenos para salir al Pacífico, la exportación de energía argentina a Chile, pero siempre teniendo claro que mucho de esto se ha hecho en el pasado y que, más bien por razones internas de la Argentina, han fracasado, como también se podría decir lo mismo de las inversiones empresariales chilenas realizadas en los 90, las que no resultaron como se esperaba producto del desempeño de la economía local, las restricciones cambiarias, la intervención del tipo de cambio, las fijaciones de precio y otras características propias del manejo económico de los Kirchner, algo que también experimentaron las forestales y fruteras chilenas cuando compraron tierras en Argentina y se encontraron con que tenían que necesariamente reinvertir sus utilidades en el país a la espera de que algún día llegara el Mesías.

Es más que evidente de que, si la Argentina cambia su modelo económico y Milei consolida su poder, todo indica que invertir allá puede ser atractivo. La clave está en que el cambio de modelo sea permanente y no algo que solo dure un mandato presidencial de cuatro años. Lo que no va a pasar en materia de economía es que nuestras economías se vayan a volver complementarias y nosotros queramos integrarnos al desprestigiado Mercosur.

Obviamente ayuda, en el caso del vecino principal, que los líderes de ambos países se entiendan y se visiten regularmente, que tengamos misiones diplomáticas con embajadores a cargo y que evitemos meternos en los problemas ajenos. Con ello no le metemos ruido al sistema y, si lo hacemos bien, hasta quizás sacamos premios. Lo que no queremos es seguir los ejemplos de Cristina y Néstor, o enviar embajadores con conductas poco diplomáticas. Lo que queremos son embajadores como Viera-Gallo, aunque ojalá con unos 10 años menos.

Lo que este gobierno chileno o los que sigan tienen que hacer en el manejo de las relaciones con la Argentina, y ello es independiente de Milei o de quien sea que este a cargo de ese país, es:

-No negociar con la Argentina en forma inocente. La experiencia pasada indica que siempre salimos perdiendo. Tenemos que ser más avispados, algo que deberemos observar, ahora que se ha activado un proceso de conciliación de diferencias bajo el amparo del TPA de 1984, producto de las superposiciones de nuestra plataforma continental con la extendida de ellos, tema que los tiene descolocados desde que publicamos la Carta Náutica 8.

-Entender que la Argentina tiene muy claro su interés nacional, algo que no siempre está bien entendido a este lado de la cordillera, y que es clave para poder entrar a cualquier conversación con ellos. Sebastián Piñera recién lo entendió en la segunda mitad de su último mandato y es algo que el Presidente Boric está aprendiendo por estos días.

-No seguir una estrategia de cuerdas separadas, es decir, dejar que la economía siga un carril y, por otro lado, se vean los temas territoriales y marítimos. La experiencia con Perú no fue positiva. Dicho eso, ello no quita que busquemos comportarnos como buenos vecinos, incluso apoyando iniciativas ineficientes o poco lógicas como son la Patrulla Antártica Naval combinada o la fuerza de paz binacional Cruz del Sur, que existe desde hace más de 15 años y nunca ha hecho nada, y por último, evitando meternos en problemas ajenos, como es el opinar de la contingencia política.

-No apoyar las pretensiones argentinas sobre las Falklands, un territorio británico de ultramar autogobernado, en que el Reino Unido asume su defensa y relaciones exteriores. Argentina quiso usar la fuerza para hacerse de ellas en 1982, en lo que claramente es una conducta inaceptable. Con el Reino Unido tenemos una relación de más de 200 años en lo naval, que debemos cuidar y que requiere de consistencia estratégica. No podemos por un lado estar con ellos y por otro en contra, más aún si restringen los movimientos de naves comerciales entre Puerto Stanley y Punta Arenas, o las recaladas a puertos chilenos de buques británicos que vienen desde las Falklands, llegando al ridículo de que existe en Chile un grupo de notables agrupados en el Grupo Chileno de Solidaridad con las Malvinas, que normalmente lidera el embajador argentino de turno en Santiago.

-Tener mucha paciencia con ellos, ya que son nuestro principal vecino, y por más que algunos los quieran cambiar, son y seguirán siendo argentinos, con lo positivo y negativo que ello significa. (El Mostrador)

Richard Kouyoumdjian Inglis