Al mismo tiempo, el Parlamento Europeo aprobó una ley para regular la inteligencia artificial (IA) con el objetivo de proteger los derechos fundamentales, la democracia, el Estado de Derecho y la sostenibilidad medioambiental, sin coartar la innovación y tratando de promover el liderazgo del bloque en la materia.
Sin parecerlo, estas noticias están íntimamente conectadas. Todas tratan de las llamadas “tecnologías prometeicas”, aquellas que, como buenos fuegos de los dioses, pueden ser herramientas formidables de progreso, pero también armas temibles y terribles dependiendo de las manos en que caigan.
En un libro que ha sido alabado tanto por Yuval Noah Harari como por Bill Gates, y considerado entre los mejores del 2023 por The Economist, Financial Times y otros prestigiosos medios internacionales, uno de los más destacados desarrolladores del mundo de IA hace un dramático llamado a diseñar una “estrategia de contención”, con tal de impedir que su avance sin freno se vuelva en contra de sus creadores.
En “La ola que viene: tecnología, poder y el gran dilema del siglo XXI” (Debate 2023, solo en ebook), Mustafa Suleyman recuerda que después de Hiroshima y Nagasaki nunca volvieron a emplearse armas nucleares de manera ofensiva y no porque faltarán países interesados en adquirirlas.
Tras apreciar su enorme poder destructivo, se construyó un régimen de no proliferación bastante efectivo, donde se tomaron medidas concretas para impedir que más naciones desarrollaran bombas atómicas (coerción militar y económica) y donde muchas, a la vez, optaron voluntariamente por la decisión de no apostar por ese tipo de armamento.
En ningún caso se trataría de poner un freno a la IA, ya que puede ayudar a descubrir curas a enfermedades hasta ahora intratables o soluciones inéditas frente al cambio climático. Pero en la medida que empiece a lograr más objetivos por sí misma o ser empleada para fines maliciosos, procede elaborar un “conjunto de mecanismos técnicos, culturales, legales, políticos interrelacionados para mantener el control de la tecnología en una época de cambios exponenciales”.
Por eso, cobran suma importancia iniciativas como la segunda cumbre sobre uso responsable de la inteligencia artificial en el dominio militar, que se realizará en septiembre en Seúl, con Corea del Sur actuando como coanfitrión junto a Países Bajos. Ahí pueden delinearse las claves para una “estrategia de contención”, identificando parámetros de seguridad técnica, cuellos de botella físicos y mecanismos de transparencia.
Tal como vimos en “Oppenheimer”, la innovación se transforma en poder y la rivalidad tecnológica es una realidad política desde siempre. Respecto de la IA, Suleyman habla de un tecnonacionalismo, donde ya existe una competencia intensa por obtener ventajas desequilibrantes. China, India, Estados Unidos y Reino Unido, entre otros, tienen estrategias públicas para asegurarse liderazgo en este campo. La política nacional de Chile se remonta a 2021, en la cual se aprecia un énfasis en la fijación de objetivos y prioridades ligadas al desarrollo y bienestar de las personas, a la vez de que se reconoce la necesidad de crear una regulación efectiva.
Es cierto que hoy parece más urgente resolver problemas como la crisis de seguridad pública y la falta de crecimiento económico antes de ponerse a decidir qué hacer, o no, con la IA. Pero si no se navega bien la ola que viene, esta tecnología podría pasar de ser una herramienta a una amenaza. Si algo pueden hacer los premios Oscar, las palabras de Putin y las regulaciones de la UE es, al menos, remecernos antes de que sea demasiado tarde.
Si hasta ChatGPT parece estar de acuerdo, al ser consultado al respecto: “Es importante que sigamos desarrollando y regulando la inteligencia artificial de manera cuidadosa para maximizar sus beneficios y minimizar sus posibles riesgos. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarte?”. Demasiadas cosas… pero qué tal partir por la contención. (El Mercurio)
Juan Pablo Toro
Director ejecutivo de AthenaLab