El factor María Corina-Isabel Plá

El factor María Corina-Isabel Plá

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No hace falta demasiada sagacidad para entender por qué estamos pendientes de lo que ocurrirá hoy en Venezuela.

Las razones de peso las expuso ayer con claridad en estas páginas Francisco Covarrubias. La oportunidad, inédita en los 25 años del régimen chavista, de derrocar al bastión del “socialismo del siglo XXI”, con ondas expansivas —ya sea en ideas fracasadas o en la narrativa rabiosa y subversiva— siempre amenazantes para el resto de la región.

La versión remozada de la utopía marxista, con toques de populismo y bajo un disfraz de democracia, ha sumido en la miseria y la decadencia en todo sentido al que fuera el país más próspero de América Latina. Vivir en Venezuela hoy, cuando no se forma parte del aparato oficialista o de un ínfimo sector con poder económico, es literalmente una pesadilla.

No se trata solo de la pérdida de libertad de expresión y garantías democráticas, bienes a estas alturas considerados un lujo para la mayoría. Es, sobre todo, la vida de todos los días: suspensión de electricidad y agua durante varias horas; falta de medicamentos y servicios de salud paupérrimos; inflación anual de casi 200%. Es también la violencia y el crimen, el matonaje de los colectivos afines al régimen y la propaganda omnipresente en todos los rincones.

Impedida de inscribirse como la candidata presidencial de la oposición —por una de las argucias del régimen de Maduro—, la protagonista indiscutible de la campaña ha sido María Corina Machado. Pudo quedarse en la esquina del victimismo, denunciando la maniobra para sacarla de carrera. Optó, en cambio, por dar un golpe sorpresivo levantando la candidatura de un discreto Edmundo González.

Hábil para impregnar de emoción y estrategia lo que pudo ser una elección más, con resultado anticipado, Machado la convirtió en una oportunidad real. Puso en marcha una campaña que ha traspasado las fronteras y amenaza a Maduro con devolverles la libertad a millones de sus compatriotas, dentro y fuera de Venezuela.

El mundo libre aplaude a esta ingeniera industrial, divorciada y madre de tres hijos, que irrumpió como primera figura de la oposición en el 2010, cuando fue elegida diputada con la mayor votación nacional. Conocí a María Corina en su visita a Chile en el 2013: de trato amable y convicciones firmes, cargaba en esos días con una herida en la nariz, tras la paliza propinada días antes por parlamentarios chavistas a los opositores en plena Asamblea Nacional.

Acusada de instigación pública primero, de traición a la patria luego, por contarle al mundo el drama de Venezuela, Machado puede superar hoy el estigma de una oposición históricamente fracasada. Nunca ha jugado a la más simpática: se opuso a los intentos de diálogo con el chavismo, se alejó del experimento con Guaidó; y en su discurso no hay renuncias a la libertad y a la impopular sensatez.

La izquierda de América Latina ha sostenido hasta hoy su apoyo al chavismo. Lula marca esta semana un punto de inflexión. No para negar la oscuridad en la que se ha sumido a Venezuela con su apoyo, sí para hacer una advertencia: “Maduro tiene que aprender: cuando ganas, te quedas. Cuando pierdes, te vas. Y te preparas para disputar otra elección”.

La deportación de delegaciones de observadores de las elecciones (privilegio del que sí goza en esta jornada el PC chileno) multiplica las alertas en las últimas horas. Muchas y gravitantes incógnitas: ¿Se intentará frenar de alguna manera la participación? Los votos, ¿se contarán de verdad o con los guantes del fraude? Si la oposición logra acreditar un triunfo electoral, ¿lo reconocerá Maduro? Si todo lo anterior sale bien, ¿va a entregar el poder?

Como sea, en Venezuela se ha despertado el sueño. Sin el factor María Corina, no habría tenido siquiera esa posibilidad. (El Mercurio)

Isabel Plá