El Partido Comunista es una colectividad que históricamente ha sido coherente con su ideología y objetivos; entre ellos, el Estado socialista. Se desenvuelve mediante programas estratégicos, se puede decir, con propósitos acordados por instancias de su estructura, principalmente: congresos nacionales y comité central. Programas que se elaboran según sea el contexto político social: “condiciones objetivas”, en su jerga. En función de ese horizonte su conducta es eminentemente táctica.
Forma parte del Gobierno y ha declarado reiteradamente favorecer la unidad —acuerdo, coincidencia, no destruir la esencia de una unión— por sobre cualquier discrepancia al interior del bloque partidario. Pero no han sido consecuentes en varios casos. El reciente, a raíz de la situación que afecta a Venezuela, con la autoproclamación de su Presidente mediante un fraude electoral, con represión generalizada contra la mayoría de la población y dirigencia opositora, la cual ganó los comicios defraudados con un porcentaje de votos indiscutido. Clara vulneración de principios democráticos y derechos humanos.
Realidad que desde la Presidencia de la República y partidos oficialistas —el PS, PPD y PR— ha sido cuestionada severamente, en defensa de los derechos humanos y democracia, al punto de calificarla de dictadura. Pero desde el PC surgió una gama de pronunciamientos, sin aludir en ninguno a los derechos humanos y democracia, supuestas banderas suyas. La comisión política pidió, cándidamente, a la comunidad internacional no fomentar un clima de confrontación en Venezuela, esperando que las voluntades populares sean evidencia para resolver el conflicto, mientras su presidente afirma que no hay dictadura, dado que existe “separación de poderes”; su secretaria general aseguró, además, estar “muy comprometidos” con el Presidente; los tres ministros militantes dicen respetar la posición del mandatario, en tanto que la presidenta de la Cámara y una alcaldesa calificaron a ese régimen con una “deriva autoritaria y de dictadura”. Mas, un exdiputado comunista confirmó la reelección presidencial en los mismos términos de la institucionalidad venezolana. ¿Quién dice la verdad, qué posición predomina?
El conjunto es críptico, confuso, contradictorio. Por eso hace pensar que se trata de una de sus tácticas: despistar sin develar la convicción. Se es parte del Gobierno, pero sin fidelidad auténtica. Su mismo presidente reconoce que sobre lo que piensa el PC hay una “mirada” distinta en la coalición —palabra líquida tratándose de política—, agregando que permite “construir unidad en la diferencia”. Partidos vecinos entienden la unidad alineándose de verdad con el mandatario y el ministro de Justicia. En fin, podemos deducir: les interesa mantenerse en el Gobierno, tienen poder —ministros, subsecretarías, reparticiones regionales, delegaciones provinciales— y vienen elecciones. Sus reales objetivos estratégicos siempre han sido un misterio y su militancia, estrictamente disciplinada. Todo impulsa a creer lo dicho sobre ellos en tiempos pasados, que políticamente no son francos. No se espere otra cosa. (El Mercurio)
Álvaro Góngora