Para el ex ministro y estratega político, Boric quiso cambiar el país y no lo cambió, pero lo reencauzó basado en los 30 años, con el apoyo de Tohá y Marcel. Y que tuvo un gran aprendizaje: sin crecimiento no se puede hacer nada. Pero es severo al analizar el desempeño del Segundo Piso de La Moneda y el manejo del Caso Monsalve (“no se respetaron las reglas básicas del manejo de crisis, la tabla del 1”). También analiza los desafíos de Evelyn Matthei y Chile Vamos, a los que insta a probar su independencia de Republicanos y aprobar la reforma de pensiones.
-Estamos entrando en el último año del gobierno, un año electoral y donde será difícil hacer algo de envergadura, con la posible excepción de una reforma de pensiones. ¿Cuál cree que será su legado?
-El legado que el Frente Amplio quería dejar, grandes reformas que cambiarían todo, no resultó. Terminó con la derrota en la Convención. Pero el Presidente Boric dejará como legado la reestabilización de la competencia política. En la última elección, el país no se inclinó para un lado ni para el otro. La gente votó por dos bloques equivalentes. Eso aleja las posibilidades de la derecha dura o la izquierda dura. El Presidente no va a entregar un país políticamente más inestable. Además, va a dejar una institucionalidad en seguridad más fuerte. La ministra Tohá está haciendo una gran labor, ha aprobado al Ministerio de Seguridad y la Ley Antiterrorista en poco tiempo. Habrá una institucionalidad más fuerte contra el crimen organizado.
-¿Y desde el punto de vista económico?
-Los retiros y uno de los IFE habían generado una explosión de liquidez que casi hizo estallar la economía, pero se estabilizó. Se entregará un país que no está desequilibrado, aunque fiscalmente está muy estrecho. Creo, sin embargo, que todas las grandes reformas van a quedar pendientes, con excepción, probablemente, de la previsional.
–Sin embargo, el país había caído en la inestabilidad por las acciones del núcleo inicial del gobierno, el FA y el PC, y cuando fracasó su proyecto tuvo que recurrir al Socialismo Democrático.
-El Presidente Boric quiso cambiar el país y no lo cambió, pero lo reencauzó. ¿Y por qué cauce? Por el de los 30 años. En los tiempos de la Convención hubo demandas por cambios más allá de todo limite. Eso se murió, la ciudadanía lo desechó, y el Presidente recurrió a dos grandes cuadros de Estado provenientes de los 30 años: Carolina Tohá y Mario Marcel, que son los pilares del Gobierno.
-Un cambio al que se vio forzado.
-Sí, pero no deja de ser un mérito. Es como Alexis Tsipras, que era líder de SYRIZA, la coalición de partidos de la izquierda radical griega y desde ahí él había sido un factor de inestabilidad, muy crítico de Alemania. Cuando llegó al poder rompió con su partido y terminó aliado de Angela Merkel.
-Boric, eso sí, no rompió con la izquierda radical.
-Tsipras fue un poquito más audaz. Pero es un mérito de Boric haber tenido el pragmatismo suficiente de reencauzar al país, recurriendo a Tohá y Marcel, y también a Alberto van Klaveren, que puso fin a la idea de revisar los tratados. Repito, quiso cambiar al país, no lo cambió, pero lo reencauzó. El país va volviendo a su cauce, no sé con cuánta rapidez. Ese cauce lo llevó a ser un país próspero, con una gran clase media, con expectativas.
-¿Hasta qué punto el Socialismo Democrático comparte el mérito con el Presidente?
-Completamente. Ha contribuido con cuadros de primer orden y su lealtad, a diferencia de otros sectores de la coalición. Con el papel que juega en el Gobierno -y con la DC muy dividida- está más obligado a ocupar el centro político y convertirse en una fuerza aún más moderada.
-¿La derecha nunca ha tenido un escenario más favorable que ahora para impulsar la reforma de pensiones?
-Hay que cerrarlo ahora. Con el Presidente Piñera lo tuvimos casi listo (3 y 3) y no se pudo. Es un desafío para Chile Vamos -y sobre todo para la UDI, para aquilatar su independencia de Republicanos. Buena parte del éxito de Chile Vamos, y de la candidatura de Evelyn Matthei, cuya opción de ser Presidenta es alta, tiene que ver con no someterse a la presión de Republicanos. No vaya a ser que el pan se queme en la puerta del horno.
-La Sofofa también se manifestó el miércoles a favor un acuerdo.
-Sí y se valora mucho. Pero ¿cuáles son las reformas que deberíamos acometer hacia adelante, algo que probablemente tomará varios gobiernos? Uno, reformar profundamente la educación pública. Hemos vivido reformando la particular subvencionada y la superior. Pero la educación pública es clave. Buena parte de los soldados que recluta el narcotráfico se debe a que la educación pública no educa. Dos, hay que hacer una reforma profunda en la salud pública. Hemos legislado sobre las isapres, las preexistencias. Esas reformas son esenciales para crecer. Y quiero decir algo más, que merece ser destacado.
-¿De qué se trata?
-De un aprendizaje muy importante del gobierno: sin crecimiento no se puede hacer nada. El padre de los acuerdos es el crecimiento. Y el padre de la confrontación es el estancamiento, y para qué decir la caída de la economía. El crecimiento es lo que permite a la clase media retomar su ritmo de progreso. La Concertación reinaba en el C3 y en el sector superior del D, los que van saliendo de la pobreza y la clase media más vulnerable, que la Concertación creó y ahí estaba su fuerza mayor. Hoy ahí es más fuerte la derecha. Y el gobierno de Boric hoy está en el el techo del C3 y el C2, la clase media acomodada. Así son las paradojas de la vida.
-No pocos los que atribuyen ese estancamiento al gobierno de Bachelet.
-No me atrevo a decir tanto. Pero el estancamiento del crecimiento es la pérdida de esperanza de la clase media, que tiene un solo un solo sentido de la vida: que sus hijos sean más que los padres. Y solo es posible con crecimiento arriba del 3% y el 4%. Un país estancado congela esos sueños. Además, la clase media se va a soliviantar cada vez que tenga obstáculos en el acceso a bienes públicos de calidad. Por eso insisto con tanta fuerza que la educación pública y la salud pública son prioritarias.
-Aprendizaje es una palabra que se usa mucho para referirse al Presidente, en sentido positivo y negativo. ¿Los errores en la crisis de Monsalve reflejan que todavía tiene mucho que aprender?
-Es delicado hablar de un Presidente, pero me sorprendió la ausencia de reglas básicas de manejo de crisis en el caso Monsalve. La crisis es un conflicto superior que interrumpe el curso normal de una institución. Lo primero es circunscribirla. Lo segundo, sincerarla rápido. Lo tercero tener una vocería única y permitir que el resto del sistema siga funcionando. Son reglas universales, la tabla del 1 del manejo de crisis y no se respetaron. Además, es muy importante preservar, hasta donde se pueda, al principal. En las guerras de la Edad Media, se decía “cuiden al rey”. Aquí no se cuidó al rey.
-Pero el rey tampoco se cuidó a sí mismo, sobre todo en su conferencia de prensa.
-Esa no fue una buena idea. Pero la ministra Tohá cerró el punto. Sinceró la crisis al relatar -sin los detalles y la emocionalidad de la conferencia- las cosas como son. Que Monsalve debió salir inmediatamente; que pese a ser su superior, no supo de su viaje al sur. Y suma y sigue. Hay que ser valiente para eso, pero salió de la crisis y pudo dedicarse a sacar el Ministerio de Seguridad y la Ley Antiterrorista.
-El gobierno ha tenido tres grandes crisis: indultos y los casos Convenios y Monsalve. Las tres han sido fruto de un desempeño amateur del segundo piso.
-Hay dos opciones de organización de una Presidencia. Una son ministerios fuertes, con Interior como primus inter pares; una vocería con atribución completa en las comunicaciones del Gobierno, y un Ministerio de Secretaría General de la Presidencia que maneje el Congreso y los ministerios. Así el Presidente puede tener un segundo piso de asesores más funcional a su agenda, sin gran injerencia en el aparato público. Las cosas salen mal cuando los asesores sustituyen y aparecen más que los ministros y toman decisiones en temas que no tienen mucha idea. Los ministros son los que tienen la facultad por ley, son los responsables políticos, y ellos responden al Parlamento. Los asesores no pueden asumir autoridad política sobre nada que no sea aconsejar al Presidente. Aquí el único modo de sustraerse a la indagación del Parlamento es, como decía Ernesto Ottone, tener un solo cliente: el Presidente. El presidente Lagos supo distinguir bien las tareas de unos y otros. (Ex Ante)