Pasar sin verlos-Loreto Cox

Pasar sin verlos-Loreto Cox

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La Fundación Colunga inauguró recientemente el Observatorio de la Niñez, donde recopilan información sobre el bienestar de los niños y niñas en Chile. Construyeron 20 indicadores sobre aspectos clave del desarrollo infantil y les hacen seguimiento en el tiempo. Las noticias para el breve período entre 2017 y 2023 son trágicas: 12 de estos indicadores empeoran, 4 se mantienen y solo 4 mejoran. Esto ha ocurrido pese a la creación de un armatoste institucional que incluye la Política Nacional de Niñez (2015), la Defensoría y Subsecretaría de Niñez (2018) y el Servicio Nacional de Protección Especializada (2021), entre otras. Y, lo más grave, esto ha ocurrido sin causar mayor alarma en nuestras élites.

Una mirada a algunos de los indicadores que han empeorado ayuda, quizás, a comprender la seriedad del problema. Han aumentado la inasistencia escolar grave y la fracción de niños que no cuentan con las competencias mínimas en matemáticas. Han aumentado los niños con obesidad grave y con síntomas depresivos. Han aumentado los que viven en hogares sin redes de apoyo y los que declaran sufrir maltrato. Han aumentado los niños que viven en barrios con violencia crítica, donde, por ejemplo, se oyen seguido balaceras.

Detrás de estas tristes tendencias seguramente haya algo de la pandemia, del estancamiento económico y de los problemas de seguridad. También, probablemente, hay coletazos de que las familias son más chicas, lo que significa menos redes y menos apoyos emocionales, además de menos compañeros de juego: hoy el 47% de los niños vive en hogares donde son el único niño; más de 11 puntos más que en 2006.

Pero quizás también juegue un rol el que hayamos dejado de preocuparnos de algo que subyace a muchos de los problemas que afectan a los niños: la pobreza. Las tasas de pobreza entre los niños son mucho más altas que en la población general, más del doble. Además, muchas familias que están por sobre la línea de la pobreza viven bajo condiciones muy precarias —no por nada esta línea se está revisando. Por ejemplo, si duplicamos el monto de este umbral (~ $230.000 per cápita), la tasa de pobreza pasaría de 6,5% a 36%.

En los hogares pobres, además de faltar recursos materiales, habita esa tensión permanente de no poder llegar a fin de mes, ese temor a cualquier evento inesperado que signifique un gasto y, cuando hay sueldo fijo, esa dificultad de los meses que tienen 31 días. Esa tensión permea todos los ámbitos de la vida, incluyendo las relaciones familiares y la capacidad de aprender. Y, en los niños, como han mostrado varios estudios, daña severamente el desarrollo cerebral (e.g., Luby et al., 2022).

Así las cosas, pareciera que para mejorar el bienestar de los niños debiéramos partir por atacar la pobreza. Sin embargo, hemos dejado de hablar de ella. Por de pronto, las tendencias de Google sugieren que en 2004 hablábamos de pobreza 14 veces más que hoy. Volver a hacer prioritario este tema sería, quizás, una de las políticas más efectivas para la niñez. Es posible que los piececitos de los niños ya no estén azulosos. Pero todavía resuena la queja de Mistral ante la indiferencia de la sociedad por los niños: “¡cómo pasan sin veros / las gentes!”. (El Mercurio)

Loreto Cox