Este año, el 2024, ha sido particularmente agitado en lo que se refiere a las relaciones con la Argentina, pero dicho eso, no tiene nada de raro que haya años en que no todo esté calmo y en paz, lo que es esperable considerando la larga frontera e historia que ya sea nos separa o une, y que muchas veces es exacerbado por personas que buscan destacar los problemas, que por cierto existen, generando una sensación de que las cosas están peor de lo que son.
En poco más de un año en este mismo medio, he hablado de lo que la elección de Milei podía significar para Chile producto de que busca resucitar la Argentina grandiosa de fines del siglo XIX, lo que necesariamente a la larga produce impactos en Chile ya que la estrategia de buscar más al sur y al oeste la expansión argentina necesariamente implica conflictos con Chile, pero que por ahora no pasa de ser una idea que no está financiada o con recursos para poder ser ejecutada por parte de ellos.
Es evidente que para buena parte de la derecha chilena Milei es un tipo atractivo, que encarna las ideas de libertad y desarrollo económico que vivimos en tiempos no muy pasados, y con los cuales se identifica nuestro periodo de mayor crecimiento económico reciente, pero ello no quita que Milei sea el Presidente de la Argentina y quien defiende su propio interés nacional y no el nuestro.
Independiente de los proyectos grandilocuentes de Milei, similares en alguna medida al MAGA de Trump, prefiero a una Argentina próspera y productiva, y no la que nos mostraron los gobiernos de los Kirchner y Fernández. Los prefiero preocupados de hacer crecer el país más que de andar buscando conflictos y generando ruido en la relación con Chile, ruidos que eran más altos en las administraciones anteriores que la actual, particularmente en la de Alberto Fernández. Los prefiero bien y no por la senda que transitaban a ser un Estado fallido, similar a lo que vemos en Bolivia, algo que por cierto a Chile no conviene en lo que a seguridad pública se refiere.
Evidentemente Milei no tiene como prioridad terminar con los objetivos nacionales argentinos que buscan expandirse más hacia el sur y hacia el oeste, de corregir la política de defensa que habla del Estrecho de Magallanes como un espacio marítimo compartido, o de buscar que el Mar Austral sea albiceleste más que de la roja, o de aceptar que las Falklands son británicas. Hacer todo eso sería dispararse en el pie con los nacionalistas de Villarruel que votaron por él, y colocar en riesgo sus prioridades básicas que son la economía y la seguridad, algo en lo que por ahora ha tenido aparentemente éxito.
Debe sí, tener cuidado en evitar comprarse problemas, como fue el caso del Hito 1, o bien de no entender la importancia de cuidar el TPA de 1984. Para Milei tener calma al otro lado de la frontera debería ser un imperativo estratégico ya que le permite focalizarse en lo que es principal de su programa de gobierno, y por eso cuesta entender los errores que comete en el manejo de las relaciones con Chile, que van mucho más allá de sus diferencias ideológicas con Boric.
Por nuestro lado necesitamos que nuestros gobiernos entiendan la lógica de la política e intereses nacionales argentinos. Ello es un imperativo estratégico ya que, si lo tenemos claro, podremos ser más claros respecto de la defensa de nuestro interés nacional, el resguardo y protección de nuestro territorio y de los mares de Chile.
Necesitamos entender que una Argentina más próspera necesariamente va a implicar una Argentina que readquiere capacidades militares que fueron descuidadas por mucho tiempo, pero que no van a ser un riesgo para Chile por muchos años más debido a que sus Fuerzas Armadas literalmente estaban en los huesos, pero ello no implica ser blandos, al contrario, debemos ser claros y precisos, actuando con energía y claridad cada que vez que se pasan de la raya, o sus mapas pasan a llevar lo que es territorio o mares de Chile.
Si Milei o Boric se quieren dar gustitos en las relaciones con países no limítrofes, como es el caso de Israel, es algo que sus respectivas constituciones se los permiten y nada mucho podemos hacer excepto reclamar, pero en donde ello no debiera aplicar, es en las relaciones con los países limítrofes, ya que hay mucho en juego como para equivocarse y muchos años por delante como para lamentar los errores fomentados por las diferentes visiones políticas que los guían.
Me gustaría verlos más actuando como en su minuto fue Allende con Lanusse, o bien preocupados de lo que ocurre en Bolivia, país que es un riesgo para ambos, o trabajando juntos temas relacionados al combate de organizaciones criminales transfronterizas.
El futuro de la relación con Argentina no está en lo económico, ya que nuestras economías son más competidoras que complementarias. El futuro está en tener buenas relaciones vecinales que permitan a cada uno dedicarse a lo suyo, entendiendo que somos diferentes, y que no siempre el pasto es más verde del otro lado, y que es sano seguir el principio de no intervención, algo en que tanto Boric como Milei y sus ministros están al debe. (El Líbero)
Richard Kouyoumdjian