El Gobierno más antifeminista de la historia-Roberto Astaburuaga

El Gobierno más antifeminista de la historia-Roberto Astaburuaga

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El último año de la administración frenteamplista será solo de símbolos y supuestos legados, porque de gobierno hicieron poco y nada. Estuvieron más preocupados de aprender y disculparse por errores que de dirigir un país. Pero hay legados que no son buscados ni menos queridos. Este Gobierno creía que Chile sería la tumba del neoliberalismo, pero lograron poner al feminismo en un ataúd.

Los números no los acompañan. La cantidad de femicidios frustrados y tentados es la más alta de los últimos 5 años, y la cantidad de femicidios consumados no ha disminuido: Chile cerró 2024 con 299 femicidios frustrados (259 en 2023 y 180 en 2022), y 80 tentados (46 en 2023 y 27 en 2022). Tal como denunciábamos hace un año, los femicidios frustrados aumentarían (lo que haría inevitable que los consumados también), en la medida que el diagnóstico fuese ideológico. Así fue.

Si parten de la base que existe una organización mundial para oprimir a las mujeres por los siglos de los siglos y que la relación entre hombres y mujeres (aquí la categoría trans no les conviene) es, por esencia, de subordinación, humillación y maltrato, no hay que sorprenderse que sus políticas sean un fracaso. El cuento de la mujer víctima y el hombre victimario, de que todos los hombres son violadores en potencia, que el machismo mata, son argumentos que dejan al feminismo al mismo nivel que al terraplanismo. El problema es que las mujeres -y hombres- siguen sufriendo una oleada de asesinatos que no para de subir. En lugar de analizar las causas y proceder rigurosamente a atacarlas, llevamos años de creación de figuras jurídicas innecesarias y políticas basadas en colores y cuñas.

Fracasaron en su Constitución feminista, en su justicia con perspectiva de género, en su política exterior. La transversalización de género ha logrado demostrar, nuevamente, su gen autoritario y dictatorial, pero que en lugar de miedo, da pena y risa. Basta revisar las ridículas ideas de integrar el enfoque de género en las luminarias, las caletas pesqueras o -convenientemente para las académicas feministas aburguesadas- en los cupos reservados para carreras STEM y puestos en los directorios de las sociedades anónimas.

Los políticos le dan la espalda. Podrán haber sido el primer gobierno paritario, pero también son el primero con la mayor cantidad de ministras despedidas (Marcela Sandoval, 2025; Marcela Ríos y Ana Lya Uriarte, 2023; Jeannete Vega, 2022), sin considerar las renuncias de cargos inferiores ocupados por mujeres ante los (innumerables) escándalos políticos.

Reniegan de sus pancartas clásicas con tal de defender, irónicamente, a los hombres. El caso Monsalve es el mejor ejemplo. El “hermana, yo te creo” pasó a ser “Monsalve, yo te creo”; las ONG feministas ya no ensucian catedrales ni convocan a masivas marchas por la cantidad de denuncias de abusos sexuales dentro de La Moneda. El silencio será, como es obvio, circunstancial. Si el próximo gobierno es de derecha, toda la rabia por haberse mordido la lengua se les arrancará al primer “error” de los nuevos gobernantes, y no les importará contradecirse.

Todo Chile comparte el diagnóstico: el feminismo es un buen negocio. No les importan las mujeres (término que no saben definir), sino el poder. Prefieren traicionar sus principios a morder la mano que les da de comer. (El Líbero)

Roberto Astaburuaga