La insoportable frivolidad de la política

La insoportable frivolidad de la política

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Ciudadanos, Amplitud y Red Liberal, lanzaron un documento programático. El marco ideológico era -citando  Brandt, Adenauer y Giddens- “cuanto mercado sea posible, tanto Estado sea necesario”. Se definieron tres pilares: distribución del poder político y económico, defensa de las libertades e igualdad democrática. Se quiso salir de los viejos clivajes: Estado vs. mercado, libertad vs. igualdad y democracia vs. autoritarismo. Asumimos que el Estado y el mercado se necesitan y que libertad e inclusión son parte de la justicia. Implica rechazar la idea de que lo público es sólo lo estatal y lo privado sólo lo individual. Esto forjó una convicción: hay un acervo de ideas liberal/demócratas ajenas a la izquierda/derecha chilena actuales que le urge expresión política. Creamos un domicilio de centro liberal para ello, invitando a otros centristas a ocupar este espacio.

Las respuestas de los partidos fueron insólitas, desde las básicas -“son de derecha” o “de izquierda”-, hasta las incoherentes, como “tienen que ver si tienen ideas en común”. La más violenta: “son absurdas y estúpidas” sus invitaciones. Tuvimos un mérito: pusimos de acuerdo a Larraín, Monckeberg, Pizarro y Walker. Pero necesitaremos exégetas para entender sus respuestas: ¿Están de acuerdo con que el mercado es esencial y el Estado necesario? ¿Creen en la igualdad democrática? ¿Hay espacio para el centro? Creyeron que bastaba con usar el cuco de la izquierda o la derecha y el ninguneo para responder. No hay que juzgarlos, los temores atávicos de la dictadura los mal acostumbraron: gracias al binominal les bastó Allende o Pinochet para ganar elecciones y hacer desaparecer al resto. Hoy con esto han sobrevivido a profundos disensos internos: la UDI vs. moderados en la derecha o los estatistas vs . defensores del mercado en la NM. Han silenciado hasta sus pecados por el bien de “su conglomerado”. Su fórmula, anclarse en relato sobre afectos comunes (“peleamos contra Pinochet” o “salvamos Chile”), reduciendo la política a la insoportable levedad de los eslóganes. Queremos huir de esa frivolidad e invitarlos a debatir en serio: ¿RN apoya el matrimonio igualitario con adopción? ¿La DC apoya concesiones, la libre asociación o la autonomía del Banco Central? ¿Limitar la reelección? ¿Tener un Estado regional? No lo pueden responder: en estos casos su chantaje no funciona. En sus entrañas no hay acuerdo. Ossandón es muy diferente a Monckeberg. Provoste está en las antípodas de Walker. Es mejor asumir que su militancia es cultural, no política ni ideológica. Por eso les molesta el acuerdo en el centro: lo sienten una “traición”. La política no es un asunto cultural: es un debate de ideas y de proyectos. Esto hace evidente que para renovar la política ya es necesario cometer parricidio: las viejas familias no dan el ancho por culpa de sus temores. Hay que perderle el miedo a innovar y salir del lugar común. Parafraseando a Darwin: las ideas y partidos que sobrevivirán no serán las más fuertes, sino los que mejor se adapten al cambio de sociedad que estamos viviendo. Los que estamos juntos en el centro sabemos que compartimos ideas y un futuro. Construiremos una cultura común que cree sano competir en democracia. Como demócratas, sabemos que son los ciudadanos quienes deben decidir si estas ideas les parecen serias, mayoritarias y mejores para Chile. Las reacciones de histeria que ha provocado este simple hecho, muestra que se avanza en el sentido correcto.

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