Hace pocos días se publicaron los resultados de los Encuentros Locales Autoconvocados (ELA) de este proceso constituyente. En el ítem Derechos, el Derecho a la Vivienda Digna fue el quinto más mencionado en prioridad, sólo siendo superado por dos derechos sociales, la educación y la salud, y por el derecho a la vida y a la igualdad ante la ley.
¿Qué significa la vivienda digna? Para la Naciones Unidas la vivienda adecuada deberá entenderse como el derecho a vivir en seguridad, paz y dignidad en alguna parte, lo que iría de la mano con algunas libertades y derechos para considerarse adecuada.
Podríamos traducir, desde los resultados, que la vivienda es un derecho “evidente” para la ciudadanía chilena, donde junto con la salud y la educación estamos jugando en un terreno más bien básico, de condiciones de humanidad mínimas.
Pero en la práctica nos golpea la realidad en la que vivimos y nos encontramos con que, no para todos, es humano que las personas tengan un hogar. Ayer, en el municipio de Maipú, 116 familias vieron este sueño caer. ¿Cuál es la historia? En simple, una porción importante de vecinos no quería familias de campamento cerca. Estamos a la vuelta de la esquina de las elecciones municipales, el cálculo electoral pesa más que el derecho a la vivienda, el alcalde y los concejales -en su mayoría-, rechazaron la compra del terreno donde se construiría el barrio. El resultado: las familias, que han sido discriminadas por no tener una casa propia, siguen viviendo en campamentos.
¿Es que las familias de campamentos hicieron algo mal? Diría que tenemos dos problemas. El primero, es que hemos construido una sociedad reflejo de nuestro modelo económico, donde el otro es alguien a quien temer y donde la vida se construye en las cuatro paredes en las que vivimos. Un país de solidaridad falsa, donde nos llenamos la boca de palabras cuando hay emergencias, donde aportamos en alcancías, pero cuando nos toca incluir al otro en el patio de nuestra casa el escenario cambia, y lo discriminamos. El miedo al otro es instintivo y el individualismo nos lo han inculcado.
El segundo, es que se perdió el sentido de la representación política. Hoy, prima el volver a salir electo antes del bien común. Este alcalde y estos concejales no fueron electos para su interés personal, hoy los mueve el aparecer arriba en las encuestas y en la reelección. Y eso los hace profundamente inmorales. Las familias, que llevan ocho años esperando tener su casa, seguirán viviendo en el campamento. Podría pensarse, también, que esto tiene que ver con el desconocimiento de esas autoridades, con no entender lo que significa un día más en la vida de estas familias: bañándose con baldes, teniendo que hervir el agua para que los niños no se resfríen en el camino; sin tener un alcantarillado por donde se vaya el desecho cuando van al baño; sin tener acceso a electricidad de manera regular y vivir con miedo a un incendio.
Hoy nos duele el alma porque se ha dejado, nuevamente, a los más excluidos fuera. Y esta situación que es una vergüenza, que nos indigna, no estamos dispuestos a tolerarla.
Gracias a los concejales Ramos, Neme, Bortnick y Ovalle, que entienden que la política es la búsqueda del bien común. Al resto de los concejales y al alcalde Vittori, espero logren dimensionar lo que hicieron ayer.
El Mostrador