Lino Barañao lleva 9 años como ministro de Ciencia de Argentina. Es un bigotudo simpático, con amigos en Chile. Lo conocí cuando expuso ante la Comisión Desafíos del Futuro del Senado. Es el único ministro de la ex Presidenta Cristina Fernández que conservó el Presidente Mauricio Macri.
Es bioquímico. La última edición de Nature lo entrevista; tribuna mundial. La foto lo muestra con una elegante corbata, por supuesto, celeste.
(Recientemente, Nature Communications instaló al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina como la segunda estrella de América Latina por su crecimiento en investigación científica, tras la U. de Sao Paulo. CONICET depende del Ministerio de Barañao.)
En Chile tenemos Barañaos, la cosa es que les den boleto.
Barañao cuenta que el Presidente Macri le aumentó el presupuesto en pesos, pese a los momentos duros. Fue el único ministerio cuyo presupuesto subió (en dólares, bajó).
Se ufana de que, desde 2003, ese presupuesto se haya multiplicado por nueve. Argentina había prometido en 2003 destinar el 1% de su PIB a Ciencia y tecnología; ya va en el 0,65% (Chile, en el 0,38%).
Argentina dobló el número de cargos para científicos: hoy son más de 9 mil.
Ha construido 190 mil m2 de laboratorios.
Barañao defiende la ciencia básica, pero impulsa las aplicaciones.
Existen 40 programas de financiamiento a la ciencia. Montó un fondo para préstamos para quienquiera desarrollar un emprendimiento científico. Si le resulta, el emprendedor devuelve el préstamo; si fracasa, no. (El Ministerio de Economía chileno abrió en julio un fondo, con condiciones diferentes, de $130 millones máximo para proyectos de empresas grandes, medianas o pequeñas.)
El ministro argentino motiva a las empresas para que suban su inversión en investigación y desarrollo: solo aportan el 25% de la inversión total (en Chile es el 32%). Así ampliarán las oportunidades de empleo para los doctorados que regresan al país.
Pone foco en las ciencias oceánicas. Destaca el programa Pampa Azul. Establecerá una flota de naves de investigación del suelo marino del Atlántico Sur y la población de peces. Y aportará al mundo con mediciones de la captación de CO2 por el océano.
«Debemos mostrar nuestros intereses científicos en el Atlántico Sur, mostrar nuestra presencia práctica allí, y que estamos utilizando razonablemente los recursos del mar», dijo.
Todo eso lo declara él en Nature. Incluso si se los toma con espíritu crítico, los dichos revelan a un estratega, me parece. Y una senda.
Claro que el impacto de la producción científica chilena supera, en proporción, al de Argentina. (Pero ellos tienen dos premios Nobel en ciencias. (El Mercurio)
Nicolás Luco