Mañana viviremos un primero de junio especialmente importante. Como todos los años, la Presidenta de la República concurrirá ante el Congreso Pleno a rendir cuenta sobre el estado de la nación, en momentos en que el país atraviesa por un complejo momento político, económico y social.
Será un día de contrastes.
Por un lado, estaremos en presencia de dos hechos importantes para la República y la sana convivencia de los chilenos.
En primer lugar, porque esta tradición republicana recupera su fecha original del 1 de junio, día en que se inauguraba la sesión ordinaria del Congreso Nacional, según lo contemplaba la Constitución de 1833. Poco menos de un siglo después, la Carta Magna de 1925 trasladó el inicio de las sesiones ordinarias para el 21 de mayo, con la finalidad de honrar el sacrificio de Prat y las glorias navales.
Una de las importantes reformas constitucionales de 2005 eliminó la distinción entre sesión ordinaria y extraordinaria del Congreso Nacional, pero mantuvo la cuenta pública el 21 de mayo. Con el paso del tiempo y la constatación de que los lamentables actos de violencia y protestas que se repetían cada año con motivo del discurso presidencial terminaron opacando la conmemoración del “Combate Naval de Iquique”, el Congreso aprobó recuperar la fecha original.
Esto es una buena noticia para la vida republicana de Chile, que nos permite conmemorar de manera unitaria la valentía, el sacrificio y el patriotismo de Prat y sus hombres sin asociarloS a las divisiones propias de la lógica política coyuntural.
En este mismo sentido, el hecho de que la más alta magistratura de la República deba concurrir ante el Congreso Nacional a rendir cuentas sobre la marcha del país es la representación más gráfica del Estado de derecho, en virtud del cual tanto gobernantes como gobernados nos encontramos bajo la misma ley.
La idea de que los gobernantes no son seres todopoderosos que pueden usar o abusar de su poder a su libre arbitrio es uno de los pilares del pensamiento republicano y de un gobierno limitado, al servicio de las personas. Precisamente porque somos conscientes del riesgo de corrupción que supone para los seres humanos el uso del poder, es que nos hemos visto en la obligación de limitarlo. No por nada Lord Acton sostenía que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.
Sin embargo, este acto republicano es al mismo tiempo un acto político y, por tanto, no se encuentra ajeno a su propia lógica. Desde esa perspectiva, los chilenos tenemos poco que esperar del discurso de mañana. La que será la última cuenta de la Presidenta estará dedicada a defender las reformas impulsadas por su administración, en un último gran intento de anclarlas a la vida republicana del país, con la vana esperanza de que las próximas generaciones sean más comprensivas con ellas que quienes las han padecido. Peor aún, será el vendaval de medidas de último minuto para intentar “cerrar el ciclo” o “salvar los muebles” de cara a la compleja elección presidencial que se les avecina.
Gracias al cambio de fecha, mañana tendremos un importante acto republicano. Será un día ajetreado, con múltiples análisis y varios comentaristas, pero en el fondo no será políticamente relevante, sino solo el corolario de un Gobierno que ya terminó hace meses. (El Libero)
Julio Isamit, coordinador político de Republicanos