La alta participación en la primaria de Chile Vamos fue la excusa perfecta para los viejos cantos de sirena que nos invitan- al igual que hace algunos años- a unirnos todos contra la derecha. Omitiendo, convenientemente, una crítica a los grandes perdedores de la jornada: la Nueva Mayoría.
No perdamos la brújula. El Frente Amplio debe pasar a segunda vuelta y convertirse en una fuerza que lidere un proceso de transformación respecto de la continuidad de los últimos 26 años. Para ello debemos seguir fortaleciendo esta coalición y nuestra apuesta presidencial, dándole aún más consistencia social, política y programática. Además, debemos derrotar políticamente a la Nueva Mayoría y dejar en evidencia su incapacidad para construir un gobierno de transformación.
Fortalecer el Frente Amplio es democratizarlo. Es darle soberanía a sus bases. Es construir una relación virtuosa con las organizaciones y movimientos sociales. Fortalecer la candidatura presidencial pasa por tener claridades sobre nuestra procedencia y nuestro futuro, por contribuir en la constitución de los pueblos como sujetos políticos en abierta disputa con quienes buscan mantener el modelo. También, en integrar las diversas posiciones del Frente y hacer una síntesis que, como ya se ha dicho, combine radicalidad y masividad. Sobre esto, ya se ha escrito bastante. Sin embargo, sorprende lo poco que se ha discutido sobre cómo enfrentar a la Nueva Mayoría.
Debemos ser claros. El papel aguanta y no podemos perdernos en supuestas cercanías programáticas. La Nueva Mayoría volverá a hacer el intento de tomar nuestras banderas sin tener capacidad alguna de realizar los cambios requeridos y por una razón muy simple:seguirán siendo un conglomerado infiltrado por la élite y al servicio del gran empresariado.
No sólo son los casos de corrupción. Es la reforma laboral que consolidó y perfeccionó el modelo de José Piñera. Es Bachelet pidiendo disculpas para luego reafirmar la política colonial sobre el pueblo Mapuche. Es Guillier diciendo que no sería candidato sin primarias para luego ir directo a la papeleta y llamar a no participar de ellas. Y sin embargo, el ala progresista de la Nueva Mayoría sigue responsabilizando a la Democracia Cristiana de su fracaso mientras suplica por un acuerdo parlamentario en su cocina. En definitiva, no es que los problemas estén afuera, ellos mismos son el problema. Están constitutivamente imposibilitados de levantar una agenda de transformación. Están llenos de inconsistencias y el pueblo lo sabe, por algo son la coalición peor evaluada y Beatriz Sánchez está a semanas, si es que ya no lo es, de ser la principal contendora de Piñera.
Si omitimos esta diferencia, como lo hace Miguel Crispi en su columna “Los desafíos del Frente Amplio”, alentamos el “todos contra la derecha” expiando las culpas de los administradores del modelo, afirmando así que el Frente Amplio es una continuidad o una representación del ideario de Michelle Bachelet. Con esto les hacemos la pega. Jugamos en la tesis de una alianza progresista desde el PPD hacia la izquierda, como hace poco más de un año el mismo Crispi lo propuso. Nos convertimos la renovación de las élites y cumplimos con la promesa de “los hijos de…”
Las y los autonomistas no somos sangre nueva para viejas derrotas, estamos por sumar a todos los desencantados del proyecto concertacionista, pero jamás para ser sumados a él. (La Tercera)
Andrea Salazar