En una reciente entrevista en ministro de Hacienda señaló que “Chile no se juega la vida en estas elecciones, porque tiene una institucionalidad fuerte, no como en otros países donde las elecciones si tienen consecuencias muy importantes”. Aún cuando la opinión del ministro estuvo determinada por su interés de atraer inversionistas en el Chile Day en Londres, lo cierto es que revela falta de sensibilidad respecto de la crisis de legitimidad del actual sistema socio – económico agudizado por los problemas de la relación incestuosa entre lo negocios y la política y la profunda contradicción que enfrenta la actual administración al no poder definir si está a favor de las reformas socio laborales en juego y si se está o no por priorizar de verdad el crecimiento económico, lo cual depende de si se logra o no un cambio en el estilo de crecimiento caracterizado por la baja capacidad de innovación y de incorporar nuevos sectores productivos, donde el Estado juega un papel crucial.
En la próxima elección está en juego el futuro del país. Enfrentamos un problema de legitimidad de instituciones fundamentales de nuestro sistema político expresado en la demanda de una nueva Constitución, donde el sistema presidencial está en cuestión. También están cuestionadas instituciones fundamentales del modelo económico que inciden decisivamente en la legitimidad de nuestra democracia y del sistema político.
Destacan entre ellas el sistema de capitalización individual como eje estructurante del sistema de pensiones y mecanismo fundamental de financiamiento barato de las grandes empresas del país que en su proceso de internacionalización. ¿Seguirán siendo las pensiones un negocio altamente rentable o por el contrario predominará un sistema que tenga como eje buenas pensiones? Ello implica una renegociación del uso y de la distribución de las utilidades de los fondos de pensiones de todos los chilenos. Está en juego también el futuro del sistema de salud.
¿Seguirá este estructurado en torno a las ISAPRES y la salud como bien de consumo o se organizará en torno a un sistema público? Y en lo que se refiere al ámbito productivo ¿seguirá organizado nuestro sistema económico en torno a la explotación de recursos naturales, con bajo valor agregado y poco intensivo en conocimiento?
Está en cuestión, además la distribución funcional del ingreso que hasta ahora ha permitido un fuerte proceso de concentración. Esto implica replantear la forma como la empresa se ha relacionado con la ciudadanía como trabajadores sujetos a una legislación laboral profundamente asimétrica en perjuicio de estos últimos y como consumidores expuestos a diversas formas de abuso.
En suma, en las próximas elecciones está en juego si el modelo económico se adaptará a los requerimientos de los sectores más pobres y vulnerables y de los sectores medios, si se avanzará decisivamente en una mayor igualdad o si se mantendrá un sistema que favorece al 1% de la población que concentra el 32% del ingreso nacional y que se expresa una inmensa desigualdad en la distribución del poder social, económico y político.
El empresariado ha reconocido la importancia de las próximas elecciones. Numerosas entrevistas y artículos relevan los temas en juego. Alfredo Moreno en una entrevista en Qué Pasa, señalaba que en la próxima elección presidencial es esencial que el tópico principal sea el crecimiento económico, que se definirá la economía en la cual viviremos en los próximos años y que se va a definir si el país seguirá avanzando o si se seguirá estancado como en los últimos años iniciando una declinación en suma, lo que se haga en los próximos años va a determinar nuestro camino. Sin duda que el crecimiento económico es un tema central a resolver en la próxima elección presidencial.
El problema no resuelto es ¿qué ha de entenderse por preocuparse por el crecimiento económico? Cuando se lee la prensa económica queda claro que la izquierda y el centro no tecnocrático está perdiendo la batalla comunicacional.
Cuando se pregunta que entiende el empresariado por priorizar el crecimiento económico la respuesta es clara: no ampliar e incluso retrotraer los niveles alcanzados de gratuidad en educación superior, retrotraer la reforma tributaria que representó una mayor progresividad en la carga tributaria y retornar al modelo económico que privilegia una economía basada en la mera explotación de recursos naturales y donde las empresas prácticamente no invierten en ciencia y tecnología. Priorizar el crecimiento económico significa para el mundo empresarial no sólo no avanzar en una real reforma laboral sino que retrotraer la legislación a una situación en que se consolida una clara asimetría a favor del empresariado.
Menos clara es la respuesta de la centroizquierda que no ha logrado definir un equilibrio adecuado entre una política fiscal responsable, un esfuerzo real desde el punto de vista de los recursos asignados por privilegiar la innovación y el desarrollo de nuevos sectores productivos y el rol que debe jugar el Estado en la transición desde una economía basada principalmente en los recursos naturales y en las grandes empresas existentes hacia una economía intensiva en conocimiento que se inserta en las cadenas de valor internacionales más dinámicas que pasa por un liderazgo nacional en la economía latinoamericana.
La afirmación de Valdés respecto de que las elecciones en Chile no son relevantes para definir el curso futuro del país, es aún un objetivo no logrado por las políticas que ha impulsado. En efecto, todavía el Poder Ejecutivo sigue manteniendo una influencia determinante en el curso de las políticas públicas pese al esfuerzo por que ellas dependan de una cantidad creciente de instituciones autónomas, más sujetas a las influencias de los sectores económicos vinculados a ellas.
También desde el punto de vista de lo político las próximas elecciones serán decisivas. El tema crucial es sin duda la reconstrucción del centro político y la definición de su relación con el resto de las fuerzas políticas. La Concertación representó la constitución de la alianza entre el centro y la izquierda. Ello se hizo posible en el contexto de la lucha contra la dictadura y un programa cuya columna vertebral fue la transición a la democracia, la aceptación por parte de la izquierda de los pilares del modelo económico, social y político heredado de la dictadura dentro de cuyo marco se instrumentalizaron reformas relevantes algunas pero que no ponían en cuestión dicho modelo. Más aún, la coalición representada en la Concertación mantuvo la privatización de la salud, las pensiones y la educación como eje de la política social; profundizó una estructura tributaria regresiva y favorable al desarrollo de un mercado de capitales con frecuencia separado de la inversión productiva, poco orientada a la innovación y a la economía del conocimiento.
Justamente cuando la Nueva Mayoría empieza a poner en cuestión todos estos elementos se empieza a resquebrajar la unidad entre el centro y la izquierda. Este proceso se vio alentado por la creciente imbricación entre el mundo de la gran empresa y los sectores tecnocráticos que con el objeto de incidir en la toma de decisiones gubernamentales eran cooptados por la gran empresa. En este contexto, hacia el futuro deberá definirse si el centro estará cooptado por la derecha y las organizaciones empresariales o si por el contrario será hegemonizado por fuerzas políticas del centro que apostarán a la democratización del modelo político y económico heredado y al fortalecimiento de los sectores medios como fuerza autónoma del mundo empresarial y la derecha. De la definición de este dilema depende nuestro futuro político y el desarrollo nacional. (El Mostrador)
Eugenio Rivera