¿No les ha llamado la atención que, de todas las reformas emprendidas por el actual gobierno, las únicas que tienen apoyo mayoritario de la población son aquellas más de índole liberal que de izquierda, como el aborto por tres causales? En tanto las reformas educacional, laboral y tributaria concitan rechazo ciudadano.
Volvemos así a constatar que en el origen de los desencuentros de la política con las mayorías se encuentran graves errores de diagnóstico sobre los cambios experimentados por nuestra sociedad.
Unos creyeron ver una ciudadanía que “ahora sí” rechazaba el “modelo”, radicalizaron respuestas y chocaron con sus reales anhelos. Pero siguen porfiando en que el rechazo se debe a que “los otros” no han entendido; no a que ellos malentendieron a los otros.
Se equivocan. Esa clase media emergente que hoy domina la escena es tumultuosa, pero más liberal que en su pasado de pobreza. La mayoría de sus integrantes no quieren cambiar el “modelo” que los sacó de ella, sino ensanchar espacios dentro de éste. Creen que las metas alcanzadas son frutos más de su esfuerzo individual que del Estado o la política. Quieren gratuidad en la educación superior para sus hijos, porque el costo de los aranceles ahogaba sus sueños, pero priorizan su salud, su seguridad y su empleo; no la gratuidad a los hijos de los ricos. Quieren más derechos sociales y protección estatal, pero no que eso afecte el crecimiento y el empleo que, con razón, asocian a su obsesión de no volver atrás.
La derecha, en tanto, tiene sus propios desencuentros. Ha compartido con las mayorías ese variado rechazo a las reformas educacional, laboral y tributaria. Pero se hace minoría y perdedora, entre otras razones, al tratar como “valóricos” cambios culturales de la sociedad.
Es la emboscada valórica. La derecha ha sido incapaz de no caer en ella. Se desangra oponiéndose por “principios” a cambios que son más bien consecuencia cultural de los tiempos. Sucumbe así su sintonía con las mayorías. Se opuso con pasión al divorcio, a la píldora del día después, ahora al aborto. Su cruzada puede hacer de Chile uno de los últimos países en legalizar cada uno de estos asuntos, pero el tiempo inevitablemente llega. Todo, para una vez legalizados los cambios culturales, pasar a transformarlos en nunca más discutidos y casi siempre practicados por ella misma. La derecha tiene una dificultad crónica de cambiar culturalmente con la sociedad. Es de manual para sus adversarios encontrar algún tema “valórico” para arrinconarla. Siempre pica.
Así las cosas, cuando aún no terminaba la discusión del aborto, se anunció la ley del matrimonio homosexual. Para los adversarios de la derecha, es el mejor escenario llegar a estas elecciones confrontando temas “valóricos” que siempre la enredan y no económicos, de gestión pública; o de balance entre gobiernos de derecha e izquierda. (La Tercera)
Óscar Guillermo Garretón