La semana pasada nos enteramos por la prensa del definitivo quiebre de la oposición para las elecciones de alcalde y gobernador. No deja de llamar la atención el continuo esfuerzo que hacen los partidos de la ex Concertación, en particular el Partido Socialista (PS), por acercarse al Frente Amplio (FA), pues no es en absoluto evidente el rédito político de dicha unión.
En primer lugar, el FA no nace como oposición a la derecha, sino que, en primer lugar, como oposición a la centroizquierda. Los gobiernos de la ex Concertación profundizaron el modelo neoliberal, según el FA. Tomemos como ejemplo la minería. Hasta 1989 Codelco producía cerca del 80% del cobre en Chile, mientras que en el año 2010 su producción corresponde a menos del 30%. Otro ejemplo es educación. Fue durante los años 90 que se introdujo el copago en la educación subvencionada por el Estado y no durante la dictadura.
El FA nace como otra alternativa a la Concertación, a saber, como una alternativa de izquierda. Si miramos la encuesta Elsoc, que es un panel que sigue a las personas en el tiempo, advertimos que los votantes del FA no son los mismos que los de la ex Concertación. Esta encuesta nos muestra que no hay un trasvasije de electorado de la ex Concertación al FA. Este último logró movilizar a personas que antes no participaban en política, mientras que la izquierdización de la ex Concertación le ha hecho perder electorado, ya sea emigrando a la centroderecha o al enorme grupo que no se identifica con ningún partido (el principal perjudicado ha sido la DC). De hecho, si uno mira el resultado de la última elección presidencial, en la segunda vuelta dejó de votar un millón de personas que votaron en la primera vuelta y votaron un millón cuatrocientas mil personas que no votaron en primera vuelta. Mirando las estadísticas electorales a nivel de mesa, pareciera ser que un porcentaje mayoritario del millón de votantes que dejó de votar en segunda vuelta corresponde a votantes de Beatriz Sánchez.
Así las cosas, sería absolutamente contraproducente que el FA busque un acuerdo electoral con la ex Concertación. Pero más evidente todavía es el perjuicio que conlleva para la ex Concertación una alianza con el FA. El surgimiento de nuevas corrientes moralizantes de izquierda mareó a los tripulantes de la ex Concertación y han perdido el rumbo y sus propias convicciones. El modelo económico mixto que impulsó la ex Concertación fue exitoso y logró sacar de la pobreza a millones de familias. Son pocos los países en el mundo que logran en 30 años un cambio tan radical y eso se logró con el modelo que hoy algunos aborrecen. Se suele citar a Australia, Nueva Zelandia, Canadá, Holanda o los países nórdicos como ejemplo, pero al parecer ignoran que en esos mismos países la explotación de los recursos naturales se realiza a través de concesiones privadas y las prestaciones de servicios sociales son mixtas. Pero el detalle más importante y que recurrentemente se suele ignorar es que hoy gobierna la derecha y no precisamente la izquierda. Algo hay ahí que pensar, ¿o no?
La única posibilidad de que la ex Concertación vuelva a gobernar es que deje de mirar a la izquierda (ahí no tiene nada que ganar) y vuelva a mirar al centro para convertirse en una alternativa política verdaderamente competitiva. Para ser exitosos en este intento se deben superar dos barreras. La primera es rescatar a los partidos políticos de la captura de las bases, que hoy no representan a su eventual electorado. La segunda es decidir con quién se buscarán los acuerdos en el Congreso, ya que el nuevo sistema proporcional no permitirá gobernar con mayorías parlamentarias. La única forma de que este país recupere la gobernabilidad y el desarrollo es que las fuerzas democráticas tanto de la derecha como de la izquierda se unan en un espíritu de amistad cívica y aíslen a los sectores antidemocráticos y populistas. Pero para eso se necesita coraje y eso es lo que, por el momento, no veo en la ex Concertación. (La Tercera)