Acordar sin pausa

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El debate sobre la reforma previsional se encuentra aún en pleno desarrollo. Su desenlace es incierto. Con todo, últimamente ha puesto de manifiesto un auténtico espíritu de colaboración entre las principales fuerzas del oficialismo y la oposición.

La idea del acuerdo político, malgastada hasta casi perder por completo su sentido democrático y volverse sinónimo de cobardía, traición a los principios, debilidad moral, oportunismo y abandono de los ideales, ha regresado por sus fueros y recuperado centralidad en la plaza pública.

La desvalorización de los acuerdos en la política chilena, luego de ocupar un lugar clave en la transición desde la dictadura y bajo los gobiernos de la Concertación, alcanzó su punto más alto durante el estallido social de octubre de 2019. Luego continuó deteriorándose hasta perder cualquier sentido positivo para las izquierdas a la altura de la Convención Constitucional y para las derechas en su Consejo Constitucional.

En ambos momentos constitucionales terminaron imponiéndose los extremos de cada uno de los sectores, desoyéndose las voces que buscaban tender puentes y desconociéndose las recomendaciones de los expertos y de la experiencia.

Ahora último, en cambio, a propósito de la imperiosa necesidad de una reforma previsional —tras una década de intentos fallidos—, parece revivir el deseo de colaboración. Y el entendimiento de que la política no puede ser solo confrontación, lucha y ruina entre fuerzas contrarias, a riesgo de su autodestrucción.

La democracia se ha debilitado en Occidente y comenzado a agrietarse, precisamente por los excesos de la polarización; la guerrilla constante, la incivilidad pública, el sectarismo ideológico, el asolamiento de los contrarios, la tortuosa inefectividad. En fin, la idea de que la política es un ámbito donde solo hay cabida para amigos y enemigos.

En Chile experimentamos ese mismo deterioro que vuelve más difícil la gobernabilidad del país, paraliza el crecimiento de su economía, reduce la cohesión social y generaliza sentimientos de frustración y exasperación frente al espectáculo de un estamento político ensimismado en sus querellas.

De allí el valor de los comportamientos de cooperación y de búsqueda de acuerdos que han mostrado Chile Vamos y el oficialismo en el Congreso, el Gobierno y la oposición mayoritaria, los ministros de Estado y autoridades del Congreso que lideran la negociación, y académicos, expertos y órganos independientes que aportan a los acuerdos con críticas y propuestas de mejoramiento.

Sería efectivamente un logro notable aprobar, por fin, una reforma previsional en el umbral de este año decisivo. Fortalecería la institucionalidad y a las fuerzas políticas, recuperaría el valor de los acuerdos y reduciría la amenaza de los extremos que se alimenta con el desacuerdo y el fracaso para conseguir un fin común. (El Mercurio)

José Joaquín Brunner