El 14 de octubre de 1980, a las 9:40 hrs., el general Augusto Pinochet encabezó una de las primeras reuniones clave para el futuro del nuevo sistema de pensiones. Esa mañana –en una sesión secreta presidida por Pinochet y con la compañía del resto de la Junta de Gobierno y otros ministros y subsecretarios– el secretario de Legislación hizo una presentación general sobre la reforma del sistema previsional, una transformación que todos los presentes estaban dispuestos a realizar.
Sin embargo, las mayores suspicacias provinieron de Pinochet:
«Como se acaba de expresar, yo también estoy de acuerdo con el sistema en cuanto a que debe modificarse la Ley de la Previsión. Eso lo he manifestado constantemente. Pero también he dicho que no estoy de acuerdo en el problema ese de que los capitales vayan a la parte privada. En realidad, no discrepo de ello, sino que me choca por estimar que los señores empresarios aún no están en capacidad para administrar 97 millones de dólares mensuales… Eso es lo que me produce angustia, porque día a día veo diversas cosas que suceden, y no vaya a ocurrir que de repente alguien parta con los 97 millones para el extranjero. Eso es lo que me causa cierta preocupación”, dijo el dictador.
Antes que Pinochet hablara, el general de Carabineros y miembro de la Junta, César Mendoza, ya se había referido a la reforma y había señalado que sobre el tema se había conversado durante años. “Desde 1974, si mal no recuerdo, que al parecer hay la idea general de que es necesario cambiar el sistema actual porque adolece de serias fallas; y en ese sentido creo que todos estamos de acuerdo”, señaló, y fue seguido por el general Fernando Matthei, quien también asintió, en medio de la venia de todos, pero de las dudas de Pinochet que se sumaban una tras otra.
“El sistema lo encuentro maravilloso; opino que es necesario implantarlo y que urge hacerlo”, manifestó Pinochet. Y continuó con sus preguntas que apuntaban al corazón de las empresas que deberían administrar los fondos de pensiones:
«Hay que cambiar todo esto, pero siempre he manifestado lo siguiente, y creo que me lo han escuchado varias veces: ¿quién administrará la plata? Eso me produce alergia, porque también sé que hay varios señores, que se están haciendo millonarios en este país, que han enviado gente a estudiar el sistema porque desean operar en él. También estoy consciente de eso. Por lo tanto, ministro, todo está bien, pero cuando llegamos al aspecto de la administración de los fondos ahí es donde se me produce una detención. Me explico. Si fuera posible, que un organismo nuestro, del Estado, con responsabilidad, sin que creciera, vale decir el Banco Central, que él tuviera las platas y las entregara a los bancos, a las cajas, no sé, no se me ocurre en este momento. Pero, reitero: que fuera un organismo nuestro el que tuviera la tuición, porque como está planteado podría suceder te ocurriera algo similar a lo del Tattersall. Claro que en vez de estar involucrados mil millones se trataría de mil millones de dólares o algo así al año; 1.100 y tantos millones de dólares anuales”.
Ante la inquietud del dictador, el ministro del Trabajo y Previsión Social –un joven economista que había asumido en su puesto el 26 de diciembre de 1978–, José Piñera, preguntó: “¿Puedo contestar, Presidente?».
Ante la venia de Pinochet, Piñera explicó:
“Considero absolutamente legítima esa inquietud que usted nos planteó desde el primer momento, y por eso el proyecto ha sido construido para responder a esa inquietud y, precisamente, para tratar de dar el margen de seguridad más grande que se puede dar dentro de un sistema económico, cualquiera que él sea. Por ello, la iniciativa tiene al menos diez elementos para contrarrestar justamente esa preocupación. En primer lugar, respecto del monto de los fondos, el total de remuneraciones imponibles en Chile son aproximadamente 4.400 millones de dólares. Si todos se cambian al nuevo sistema –lo cual es prácticamente imposible; nosotros lo estimamos en 50%–, son 440 millones de dólares al año. Si la mitad opta por él, son 220 millones de dólares anuales. De tal manera que de lo que estaríamos hablando, en términos del 10% de ahorro voluntario”, puntualizó Piñera.
“Hay que cambiar todo esto, pero siempre he manifestado lo siguiente, y creo que me lo han escuchado varias veces: ¿quién administrará la plata? Eso me produce alergia, porque también sé que hay varios señores, que se están haciendo millonarios en este país, que han enviado gente a estudiar el sistema porque desean operar en él. También estoy consciente de eso. Por lo tanto, ministro, todo está bien, pero cuando llegamos al aspecto de la administración de los fondos ahí es donde se me produce una detención. Me explico. Si fuera posible, que un organismo nuestro, del Estado, con responsabilidad, sin que creciera, vale decir el Banco Central, que él tuviera las platas y las entregara a los bancos, a las cajas, no sé, no se me ocurre en este momento”, señala Pinochet en la reunión.
Pinochet lo interrumpió: “Usted acaba de mencionar 4.400 millones de dólares…”.
–No –dijo Piñera–. Las cifras que indiqué son las remuneraciones imponibles; o sea, la tasa de cotización es el 10%, 400 millones si todos se cambian al nuevo sistema. Supongamos que se traslada la mitad, estaríamos entonces en 200 millones de dólares anuales. Por eso, no sé de dónde sale esa cifra de 97 millones mensuales.
Minutos después de la discusión sobre las cifras, Pinochet plantearía otra de sus dudas. “¿Quién controlará a todas esas empresas?”, preguntó, y José Piñera –de nuevo– contestó aclarándole que esa era el séptimo punto en importancia para destacar ese día:
–Se crea una superintendencia nueva, dependiente del Ministerio del Trabajo y Previsión Social, que tendrá siempre una preocupación, digamos, especial por los ahorros previsionales de los trabajadores, la que estará dedicada solamente a controlar estas instituciones; o sea, no se la mezcla con la Superintendencia de Bancos, que ya tiene una tarea, o con la de sociedades anónimas –contestó Piñera.
–¿Se fijan algunas atribuciones especiales a esa superintendencia? –preguntó Pinochet.
–Sí, todas las atribuciones de controlar todo lo que acabo de indicar –contestó Piñera.
Pinochet contrapreguntó: “Al primer síntoma, ¿pueden intervenir una empresa?”.
–Evidentemente. Todo lo que hace una superintendencia… –respondió Piñera, quien fue interrumpido de pronto por Matthei. El comandante en Jefe de la FACH quería explicar un dato relevante que al parecer Pinochet no había escuchado bien y que el economista había mencionado anteriormente en la discusión: que la mayor parte de los documentos estaría en custodia en el Banco Central. Una situación que, ante los ojos de Pinochet, parecía no ser garantía de nada.
El dictador continuó planteando sus suspicacias, esta vez en respuesta a Matthei:
–Estoy de acuerdo con usted, pero me interesa que se controle dónde estará la plata, porque pueden dejar quinientos documentos en el Banco Central y arrancarse al exterior con los fondos.
Ante las desconfianzas de Pinochet, José Piñera volvió a intervenir: “No, Presidente. La plata son los documentos. El 90% de los fondos estará invertido en documentos. Las instituciones no tienen más plata que los documentos, pues ella está en custodia en el Banco Central, lo cual es una medida extrema de seguridad. Probablemente, crearía un problema al Banco Central, pero es extremadamente…”.
Piñera no alcanzó a terminar porque Pinochet lo interrumpió:
–Todas las medidas que se adopten, señor ministro, todas, son pocas, porque aquí son artistas… Acuérdese de mis palabras. Recuerde que más de alguien va a aparecer por ahí y empezará a disparar –dijo Pinochet.
–Presidente, el equipo que ha trabajado en esto ha creado un sistema… –prosiguió, intentando una explicación Piñera, sin embargo, Pinochet volvió a terciar:
–No critico al equipo, sino que estoy actuando como abogado del diablo en esto, porque quiero que mi conciencia quede tranquila sobre lo que se va a hacer. Hay que estar tan seguro, que cuando uno coloque la firma no quede después sin poder dormir –expresó Pinochet.
Piñera respondió:
–Sin duda, Presidente, pero, como le digo, se ha buscado todo lo imaginable por parte del equipo para estar seguro en esto. Después hubo una Comisión Legislativa, con representación de Miembros de la Junta y demás, que también, me imagino, buscó todos los detalles e hizo aportes interesantísimos a la iniciativa para dar la mayor seguridad. En otras palabras, todo el mundo que ha trabajado ha tenido claro que esa inquietud es legítima y que, por lo tanto, hay que buscarle una solución. Ahora, si alguien en el mundo, digamos, encuentra algo más, que lo proponga y que se discuta racionalmente, y si existe argumentación se incluye. El último punto, Presidente, respecto de que algunos son verdaderos «artistas». Los que son artistas, si es que los hay, son los chilenos, tanto los que están en instituciones privadas como los de las instituciones públicas. O sea, si realmente la gente de este país es artista para sacarles la plata a los demás, lo es también en las instituciones públicas, con mil ventajas adicionales, lo que se prueba todos los días con los fraudes que se están comenzando a descubrir en todas las cajas de previsión, y que continuarán apareciendo. En otros términos, no puedo decirle que en cien años no se perderá un peso. Quisiera que así fuera, pero de lo que sí estoy absolutamente seguro es de que éste es el sistema más perfeccionado que se ha podido diseñar por todas las mentes que han trabajado en la materia, en tanto que el sistema actual es el producto de cuarenta años de demagogia…
Pinochet le contestó a Piñera, en su singular tono: “Partimos de la base de que estamos de acuerdo. Yo considero que es necesario un nuevo sistema, pero me angustio cuando veo que habrá tanta plata y aquí todos los vivos…”.
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