¿Acuerdo o maniobra?

¿Acuerdo o maniobra?

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“Si el Presidente quiere alcanzar acuerdos que lo fortalezcan, el camino no es otro que una agenda que debilite a la izquierda” dice Gonzalo Cordero en una reciente columna en este medio. Esta versión del sentido del acuerdo, preocupa pues parece no solo ser esgrimida por el autor mencionado sino que también por autoridades de la actual administración.

Si bien es cierto que los acuerdos no los produce la “buena onda” no es posible alcanzarlos sin generar un clima global de entendimiento, sin dar señales de una disposición a conversar (lo que supone la construcción consensuada de una agenda que de ninguna forma puede ser definida por una de las partes), sin medidas de confianza mutua (¿que peor señal que el único diálogo posible es el que apunta a debilitar el adversario?) ni atacando los avances más preciados que la hoy oposición considera que logró en el período presidencial anterior.

Hay sin duda confusión de términos. “Acuerdo nacional” alude a la búsqueda de un entendimiento entre las principales fuerzas políticas de un país respecto de temas de particular relevancia y urgencia. Otra cosa muy distinta es que un gobierno busque imponer una agenda sobre la base de la cooptación de congresistas individuales de la oposición. Esta opción, si bien puede lograr avances puntuales en el programa gubernamental, parecería más un inicio de hostilidades.

Más allá de estas consideraciones, haría bien el gobierno en definir el tipo de acuerdo que pretende alcanzar. También debe mirar con mayor agudeza donde radican las posibilidades efectivas de alcanzar un acuerdo nacional (si es que esa es una voluntad efectiva de la nueva administración que se cuestiona diariamente por decisiones y declaraciones de sus principales dirigentes). Los temas tienen que ser definidos por las partes concurrentes; deben aludir a problemas centrales que afectan a la Nación, deben implicar beneficios para el país, el gobierno pero también para la oposición. Todo esto requiere capacidad de diálogo, habilidad política y sin duda un tono distinto, definido hasta ahora por ministros sectoriales sin que el jefe de gabinete parezca asumir el rol orientador que se esperaría de esa autoridad.

Es difícil que los acuerdos nacionales se logren si, simultáneamente, se busca retrotraer lo avanzado por la anterior Administración sea en lo relativo al aumento de los tributos de los más ricos (la reducción en las contribuciones sin que se haya puesto un tope, digamos propiedades de hasta 3.000 UF, lo que se agrega a la reducción del impuesto a las grandes empresas que junto con la reintegración tributaria implica que los ingresos públicos por ese concepto caerán en US$ 2.000 millones anuales), a los avances en el fin efectivo del lucro en la educación superior y el avance de las libertades individuales. El acuerdo nacional es posible si se busca un “Win -Win” si se mira al futuro y se centra la atención en ¿cómo seguir avanzando en la protección de la infancia y en una educación más igualitaria y de calidad; hacia una economía intensiva en conocimiento; en la modernización, reforma, descentralización y democratización del Estado y en la derrota de la delincuencia y el crimen organizado? (La Tercera)

Eugenio Rivera

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