Hemos dejado pasar todas las banderas rojas. Grupos criminales operando desde la cárcel, llegada de delincuencia organizada extranjera al país, corrupción en gobiernos locales y regionales, aumento de violencia urbana, déficit de soberanía en frontera…. ¡Y para qué hablar del entorno criminal regional!
Llevamos más de dos años reaccionado frente a una amenaza que nos conoce mejor que nosotros mismo, donde el diagnóstico de la debilidad de las capacidades del Estado y la falta de una coordinación real entre las instituciones está más que confirmado. No podemos seguir enumerando cifras y mirando cuánto aumenta o disminuyen los homicidios. Tampoco es sostenible el argumento de que estamos mejor que otros.
Llegó la hora de asumir que el escenario de Chile en materia de seguridad no va a volver a ser el mismo y, debemos mirar el pasado sólo para recordar lo que fuimos porque tampoco debemos aspirar a volver al panorama de hace 10, 20 o 30 años.
Es el momento de mirar el futuro y buscar ahí las respuestas ¿qué es lo que no puede faltar en esa premisa? La información. Data, data y más data, ojalá la más perfecta a la que podamos acceder y a esa información incorporarle nuevas herramientas. Ahí entra la tecnología, especialmente la Inteligencia Artificial.
Una caja de data que converse con un sistema de Inteligencia Artificial generativo que trabaje sobre la base de preguntas que hagan analistas altamente capacitados permitiría entregar reportes oportunos, generar patrones y, de una vez por todas, adelantarse al crimen.
¿Qué implica esa forma de trabajo? Necesariamente una interconexión entre las instituciones, servicios y unidades del Estado que llenen esa caja con data, pero eso no es todo, también una interconexión con los privados que hagan lo propio. Se requiere también generar niveles de acceso a la información y proteger esa tecnología. En otras palabras, debemos avanzar lo más rápido posible hacia una modernización del Estado que nos permita generar esas nuevas formas de trabajo.
Dado el contexto actual, donde los grupos de crimen organizado han penetrado el Estado, se han instalado en el territorio y controlan economías ilícitas integradas internacionalmente, es muy difícil pensar en que podremos erradicar el problema, más bien, se debe tender hacia generar un equilibro donde el Estado vuelva a tener el control en todo el territorio y vuelva a ejercer la soberanía.
Políticamente necesitamos a un conductor de la seguridad comprometido, con voluntad y que se haga responsable de lo que significa combatir el crimen organizado. Técnicamente, requerimos de una comprensión plena del fenómeno en todas sus dimensiones. Y, en la práctica, la política y la técnica deben conversar fluidamente para diseñar un sistema de trabajo que incorpore los dos ámbitos y permita construir las fundaciones sólidas que el Estado necesita para empezar una nueva etapa y proyectarse al futuro.
No podemos seguir aceptando explicaciones, como ciudadanos, debemos exigir acciones. (El Líbero)
Pilar Lizana