A menos de seis meses de la fecha estipulada para las primarias presidenciales y a unos 11 meses para que se realice la próxima elección presidencial, los partidos de la izquierda chilena están marcando distancia del Presidente Gabriel Boric. Dada la baja aprobación de Boric y los escasos logros de su administración, resulta comprensible que los partidos de izquierda no quieran cargar con los pasivos que implica aparecer cerca del Presidente saliente.
Pero ni Boric es tan impopular como lo era Piñera al comenzar su último año en el poder ni las condiciones del país son tan adversas como las que enfrentó Piñera en su último año en el poder. Por eso, resulta apresurado dar por muerto a Boric. Aunque no sea popular, el Presidente saliente no es odiado y las ideas que promueven los partidos de izquierda siguen siendo electoralmente atractivas en Chile.
En las últimas semanas, el Partido Comunista, el Partido Socialista y algunos líderes de los partidos que son socios menores de la coalición oficialista han marcado decididamente distancia del Presidente Boric. La experiencia en Chile muestra que cuando los presidentes salientes son impopulares, los candidatos oficialistas tienen problemas para atraer apoyo electoral. Por eso, los partidos del oficialismo han comenzado a pensar en su propio futuro y comienzan a desplegar su estrategia para minimizar el pasivo que representa ser parte de un gobierno que no cumplió sus promesas ni logró poner al país en el camino de crecimiento y desarrollo. La experiencia de los candidatos oficialistas Evelyn Matthei en 2013 o Sebastián Sichel en 2021 demuestra que ser el candidato oficialista de un gobierno impopular es un desafío electoral muy difícil de remontar. La popularidad de Boric hoy es comparable a la que tenía Eduardo Frei a fines de 1999. Lagos casi pierde esa elección producto de la impopularidad del gobierno saliente del que Lagos fue un ministro estrella.
Por eso, hoy, mientras algunos en el PC golpean a Boric desde la izquierda -pensando probablemente más en la próxima elección parlamentaria que en la contienda presidencial- varios líderes del PS piensan que, para tener un desempeño electoral razonable en 2025, necesitan perfilar decididamente sus diferencias con Boric para capturar ese voto creciente que abriga la esperanza del Make Chile Great Again (volviendo a los dorados años de la Concertación). En las semanas y meses que vienen, veremos más demarques y distanciamientos más claros de partidos del oficialismo con lo que representan Boric y su gobierno.
Pero nadie en la derecha debiera leer equivocadamente la magnitud del pasivo que representa Boric. A diferencia de Piñera, que después del estallido social sufrió una caída en aprobación e imagen pública de la que sólo comenzó a recuperarse después de que Boric asumió el poder, Boric nunca ha caído tan bajo como cayó Piñera. La rabia con Piñera estaba asociada a la creencia de que Piñera usó su cargo para promover los negocios que hacían sus hijos. La polémica del viaje de Piñera con sus hijos a China alimentó esta sospecha de comportamiento impropio que, por cierto, Piñera y su gobierno siempre desmintieron. Si muchos odiaban a Piñera, el sentimiento popular con Boric es que el inexperimentado líder simplemente no se la pudo, pero que tenía el corazón en el lugar correcto. La gente le critica a Boric que recite poemas en vez de solucionar problemas, pero no que use su cargo para hacer negocios impropios.
De la misma forma, resulta equivocado creer que las ideas que trajo Boric al gobierno son impopulares. Es cierto que los chilenos quieren mantener la propiedad de sus ahorros para la jubilación. Pero las AFP son impopulares y la gente quiere que el Estado ponga con más recursos para mejorar las pensiones. Los chilenos quieren mejorar el modelo social de mercado, introduciendo más poderes y atribuciones para que el Estado castigue el abuso y proteja a los más débiles. A los chilenos les gusta el mall, pero prefieren recordar a Allende que a Pinochet cuando pasean por esas grandes alamedas de los centros comerciales del país.
Por eso, resulta equivocado creer que Chile está pidiendo a gritos un Milei que prometa reducir el Estado. Los chilenos pueden valorar la brutal honestidad de Milei, pero no creen que el problema en Chile hoy sea que haya mucho Estado (salvo en lo que se refiere a burocracia y permisología). La gente cree que se necesita un Estado más fuerte que castigue a los abusadores y a los que se coluden.
De hecho, los chilenos pueden creer que Boric no tiene dedos para el piano, pero sienten que entiende sus problemas y quiere mejorar la vida de los más desposeídos. Por eso, montar una plataforma electoral que ponga a Boric como el gran enemigo probablemente no rendirá los mismos frutos que rindió para Boric hacer campaña contra Piñera. Los chilenos hoy quieren un cambio. Por eso, nadie quiere aparecer demasiado cerca de Boric. Pero, a diferencia de 2021, castigar a Boric no está entre las prioridades de la gente. (La Tercera)
Patricio Navia