Con especial fuerza después del episodio que tuvo como protagonista al ministro del Interior, Jorge Burgos, afloró en la Democracia Cristiana el debate acerca del papel que debe jugar dicho partido como parte del gobierno y de la Nueva Mayoría.
La reacción que tuvieron algunos de sus dirigentes dio cuenta de la situación de incomodidad en que están, porque bastó que se conociera la marginación de Burgos del polémico viaje presidencial a La Araucanía para que se insinuara la posibilidad de emigrar.
Fue en ese contexto que su presidente, el senador Jorge Pizarro, afirmó que tal como se estaban haciendo las cosas era imposible seguir, sugiriendo incluso que la DC podía quedarse colaborando en cargos no políticos para no tener que asumir responsabilidades que no comparten. Ello mientras otros, como el histórico dirigente, Gutenberg Martínez, fueron más categóricos, al plantear directamente que se debía evaluar la participación de dicho partido en el gobierno.
No fueron pocos los que consideraron que lo ocurrido les daba la oportunidad para tomar un camino más independiente, que les permitiera recobrar la identidad que han ido perdiendo por el sello izquierdista que ha impuesto el accionar gubernamental con el beneplácito del resto de los partidos de la coalición oficialista.
Pero fue el propio ministro del Interior el que lo impidió al tomar la decisión de quedarse, lo que hizo no sólo para que no se produjera una crisis política, sino también porque a pesar del malestar que expresó su partido, calculó que éste no estaba preparado para enfrentar una ruptura con el gobierno, menos si ello implicaba el riesgo de un quiebre interno.
En ese cálculo, incluso quienes estaban en contra de que permaneciera, reconocen que no erró, considerando que no existía un plan concreto de qué hacer, a lo que se agrega que la posibilidad de una ruptura del partido era real.
Como por una parte, no todos al interior de la DC comparten la misma mirada crítica respecto al gobierno o al trato que reciben, mientras que paralelamente muchos militantes ocupan cargos públicos, la partida de Burgos como expresión de desapego con el gobierno y con la Presidenta, podría haber gatillado una crisis en su partido de la que prefirió no hacerse responsable.
En este escenario, el propósito del ministro de quedarse para tratar de que la DC marque su identidad de moderación e influir para intentar enmendar el rumbo del gobierno podría debilitarse desde el momento en que ni siquiera todo el partido está en esa línea, ni tampoco en condiciones de tener una postura más crítica.
ERROR DE ORIGEN
Con desazón desde el interior de la DC admiten que no ha sido fácil para la máxima dirigencia falangista su participación en el gobierno, ni tampoco su posición al interior de la Nueva Mayoría, por el papel disminuido que han tenido al desdibujarse frente a la fuerza de la izquierda que impulsa el plan de reformas.
Una incomodidad que trató de expresar como pudo durante el primer año de la administración bacheletista su entonces presidente, senador Ignacio Walker, marcando su diferencia con la teoría de los “matices”, situación que ha continuado en el período de Pizarro, en el que se ha ido consolidando una creciente desafección de la DC con el gobierno que reclama marginación en la toma de decisiones, pese al ingreso de Burgos al gabinete.
Con una suerte de autocrítica, algunos lamentan la posición en que están, reconociendo que se originó en parte por su propia responsabilidad luego de que tras la dura derrota en las primarias que quedaron en tercer lugar, la necesidad de defender a sus candidatos al Congreso los impulsó a sumarse sin condiciones a la candidatura de Michelle Bachelet con su programa reformista, sin percibir el giro a la izquierda que tendría el gobierno del cual formarían parte.
Frente a esa situación, considerando el compromiso de respaldo que asumieron, es poco lo que han logrado hacer, excepto morigerar ciertos aspectos de determinadas reformas como la tributaria o la educacional, pero sin marcar su identidad, porque al final han concurrido con sus votos a aprobar todos los cambios estructurales impulsados por el Ejecutivo.
Es lo que algunos personeros cuestionan de sus parlamentarios, alegando que pese a tener una importante representación en ambas cámaras, no han sabido marcar la diferencia con los partidos de izquierda. En esa línea, no pocos plantean que para recuperar su perfil, la actitud de la DC debería cambiar haciendo sentir su peso en el Congreso de manera firme en temas que estiman que son importantes como la reforma laboral.
DISCREPANCIAS INTERNAS
El problema que existe, sin embargo, es la falta de una posición común en todo el partido frente al proceso reformista, especialmente por la postura más de izquierda que impera entre algunos de sus diputados, como se ha demostrado en las diferencias que éstos han tenido con gran parte de los senadores que tienen una posición más moderada, en temas como el educacional o el laboral.
Una muestra de esas distintas miradas que coexisten al interior de la DC quedó de manifiesto en los últimos días con la disputa que se armó luego de que, coincidiendo con el episodio que protagonizó Burgos, se conoció un documento de 26 ex autoridades de la Concertación -lideradas entre otros por los ex ministros Mariana Aylwin o Eduardo Aninat- en el que critican duramente tanto el diseño e implementación de las reformas, como el rumbo del gobierno que llaman a corregir.
Pese a que el presidente del partido al menos lo consideró positivo como un aporte al debate, no tardó en aparecer una fuerte reacción en contra desde los sectores más izquierdistas del partido, entre los cuales destacan precisamente algunos diputados, como Yasna Provoste -que además es vicepresidenta-, quienes firmaron una declaración con el sugerente título de “¡Fuerte y claro! La DC con las reformas”, en la cual expresan que el partido no puede sentirse distante de dicho proceso de cambios que ellos comparten en toda su magnitud.
Es precisamente la postura de estos sectores la que debilita el intento de aquellos que quieren recobrar la identidad de la DC como un partido de centro, lo que de paso pone en entredicho la tarea que se autoimpuso el ministro Burgos de actuar como factor de moderación, restándole la posibilidad al partido de recobrar un papel protagónico frente a los sectores de izquierda.
PROYECCIÓN DE LA NM
Con pocas armas para resguardar su perfil en las actuales circunstancias en que están comprometidos a apoyar al gobierno, para algunos personeros demócratacristianos la oportunidad para ello podría darse cuando llegue el momento de definir la continuidad o no de la Nueva Mayoría.
Especialmente sugerente fue que cuando se firmó el pacto con el Partido Socialista para ir en una lista común de concejales en la próxima elección municipal, los representantes de la DC pidieran excluir de la declaración conjunta el párrafo en que aludía al compromiso de proyectar el bloque para el futuro que planteaba el borrador de los socialistas. La explicación que se dio es que era una decisión que debía tomar solamente la Junta Nacional, dejando de manifiesto que se trata de un tema pendiente que augura un fuerte debate interno.
Para la gran mayoría de los dirigentes partidistas, incluidos los más críticos al actual gobierno, es un hecho que el domicilio de la DC está en una coalición de centroizquierda, por lo que no sólo descartan cualquier acercamiento con la derecha, sino también con el recién nacido referente de centro que componen los movimientos liderados por Andrés Velasco y Lily Pérez, más Red Liberal.
Pero eso no quiere decir que el ánimo general sea darle continuidad a la Nueva Mayoría tal como está ahora, porque muchos indican que se trata solamente de un acuerdo político programático concebido para respaldar a este gobierno, que no los compromete para más adelante.
En esa línea, desde la DC indican que es un tema que deberá revisarse a la luz de la experiencia que han tenido, frente a lo cual no pocos estiman que seguir aliados con todos los partidos de izquierda los perjudica por la hegemonía de éstos, aunque no faltan quienes se inclinan por la consolidación del actual bloque como la única manera de no perder el poder.
Como sea, lo más probable es que el tema se zanje en consonancia con lo que se defina en materia presidencial, asunto que también está pendiente porque hasta ahora han eludido comprometerse con sus actuales aliados a apoyar una candidatura única.
Claro que considerando que no tienen una figura presidencial potente, en la DC no desconocen que la amenaza de un camino más independiente no es enteramente realista, porque aun cuando pueda transformarse en un arma para mejorar su posición negociadora, saben que finalmente igual están atrapados en un camino de difícil salida.