Hace un par de meses tuve una larga conversación con un importante empresario de nuestro país. En medio de ella llegamos al tema de la persistente caída que ha tenido la inversión en Chile en los últimos cuatro años y las razones que la explicarían. Yo comencé señalando que obviamente la reforma tributaria y los cambios en la legislación laboral habían influido negativamente en la rentabilidad de los proyectos y como consecuencia de ello habían deprimido la inversión. El empresario, al que de aquí en adelante llamaremos Mr. X, asintió con su cabeza como validando mis comentarios. Pero para mi sorpresa tomó la palabra y me dijo: “Es cierto que las reformas de este gobierno han influido negativamente en la inversión, pero en mi caso el discurso antiempresarial ha sido más relevante. Por casi 30 años en que me tocó crear empresas, expandirlas en Chile y en el extranjero y contribuir a general miles de puestos de trabajo, pensé que era parte de la solución de los problemas de nuestro país. Sin embargo, el discurso de este gobierno ha terminado por convencer a miles de chilenos que los empresarios como yo somos parte del problema de Chile y no parte de la solución.” Mr. X, continuó su relato contándome cómo el discurso antiempresarial de la Nueva Mayoría lo había afectado muy profundamente, hasta el punto de pensar seriamente en abandonar Chile. Cosa que finalmente no hizo.
Traigo a colación esta conversación con Mr. X , a raíz de la acusación que hizo hace algunos días el candidato Alejandro Guillier, en la cual acusó a los empresarios chilenos de antipatriotas y amenazó con meterles la mano al bolsillo si llegaba a ser Presidente de la República para que por fin contribuyeran en algo a nuestro país.
Desde la elección de primera vuelta, el candidato Guillier ha tomado como propias varias de las propuestas de Frente Amplio. Condonar el CAE y desintegrar el sistema tributario (alza de impuestos a las empresas), cobrar impuestos al patrimonio, dar más poder a los sindicatos y hacer una nueva Constitución. Es decir otra reforma tributaria, otra reforma laboral y una súper retroexcavadora que borre nuestro orden constitucional y lo reemplace por uno completamente nuevo. Todas estas propuestas son como un tren fantasma que a su paso por Chile va espantando a los profesionales talentosos, a los inversionistas y los emprendedores.
Sin embargo, recordando la conversación con Mr. X, probablemente ninguna de las amenazas vertidas hasta ahora por Guillier se compara en su efecto destructivo para el crecimiento y el progreso de nuestro país con haber acusado a los empresarios de antipatriotas a los que estaba permitido robarles.
En un mundo donde el talento y el capital no tienen fronteras, las amenazas de Guillier podrían tener un efecto devastador en la confianza de consumidores y empresarios, y producir una fuga significativa de inversionistas y profesionales de alto nivel. (La Tercera)
José Ramón Valente