Antiwoke-Roberto Astaburuaga

Antiwoke-Roberto Astaburuaga

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Un elemento común del comienzo del segundo mandato de Donald Trump y el discurso de Javier Milei en el Foro de Davos fue su decidido rechazo a la agenda woke y a la ideología de género. Mientras el primero ponía por escrito una verdad irrefutable –sólo hay dos sexos: uno masculino y uno femenino-, y anunciaba un conjunto de medidas que se implementarían rápidamente, el segundo realizó un llamado de atención, ejemplificando los daños que provocaban y denunciaba a los asistentes por su rol promotor, especialmente, financiero. En Chile, aún está por verse si esta discusión pasará a ser un elemento central del proceso electoral presidencial y parlamentario.

Lo cierto es que el término woke identifica un conjunto de banderas asociadas a un progresismo identitario, entre ellas, el feminismo, el ecologismo, el indigenismo y el transgenerismo. Con distinto énfasis en cada una de estas banderas, de los candidatos presidenciales de la derecha, Johannes Kaiser y José Antonio Kast se han pronunciado al respecto, y sus posturas son conocidas hace bastante tiempo y que piensan hacer al respecto, y Evelyn Matthei manifestó su desacuerdo con la sentencia del Tribunal Constitucional que acogió el requerimiento del Gobierno para que el Minsal continuara financiando los tratamientos hormonales y quirúrgicos transafirmativos a menores de edad.

En la izquierda, un pequeño sector parece que empieza a intentar sacudirse el yugo ideológico, pero los vicios, por lo arraigados que están, cuesta sacarlos. Concentrados en un desfile de candidatos autoproclamados y peregrinaciones a cartas que consideran seguras, aún no se conoce qué postura adoptarán, más allá de las primarias y el ansiado candidato único. Pero hay un sector de la izquierda que en 2024, quizás cansado del simplismo y la funa del lobby identitario, se ha planteado la idea de soltarle la mano a los «monos peludos».

Si la derecha instala, como bandera común, el tema woke en la discusión electoral, sea por una perspectiva de corte más teórico o más económico (por ejemplo, la permisología ambientalista que traba la inversión; el despilfarro en asesores, capacitaciones y enfoque de género en cada órgano del Estado; etc.), en la izquierda deberán decidir si mantienen como parte de su estrategia discursiva la dialéctica de minorías oprimidas, pero hegemónicas y ultra beneficiadas, o si tienen la valentía de reconocer que han caído en diagnósticos errados y falsas soluciones que lo único que hacen es aumentar la pobreza, dañar a los niños y polarizar al país. Una característica del wokismo es su aversión a la tradición cristiana occidental y sus constantes intentos por deformar nuestra cultura, como ocurre con la elección para el Festival de Viña del Mar, de la canción “Infernodaga” como representante de Chile, que abunda en blasfemias y burlas a Jesucristo y a las Sagradas Escrituras. Algo similar al banderazo por el Apruebo en Valparaíso…

Ahora bien, la derecha no puede relajarse solamente en la crítica y denuncia, y es que existe un desafío y una advertencia. Deben ser capaces de presentar una alternativa de solución bien hecha a los problemas que las agendas identitarias, dependiendo del caso, pueden haber detectado. En el caso de los niños identificados trans, no basta con denunciar que el enfoque transafirmativo de la transición social, la hormonación y las cirugías son dañinas, anticientíficas y violatorias de los derechos humanos, sino que deben, y esto es tan importante como lo primero, ofrecer alternativas de acompañamiento, existentes, pero silenciadas, respaldadas por la ciencia y rigurosamente elaboradas, que puedan entregar una correcta atención.

En cuanto a la advertencia, la solución al identitarismo no es más liberalismo, porque el primero es hijo del segundo, aunque no les guste reconocerlo. Si la sociedad se rige por un principio que pone la autonomía como centro y medida, continuamente engendrará nuevas agendas identitarias y reacciones totalitarias. Una sana y trascendente comprensión de la subsidiariedad y la solidaridad es la que permite alcanzar el bien común, que es “la plena realización de la persona, con y para los demás”. (El Líbero)

Roberto Astaburuaga