Nuevamente don Agustín Squella ha escrito una columna llena de optimismo. Tiene razón cuando dice que “hoja en blanco” no es lo mismo que una Constitución hecha desde la nada; no es lo mismo que un texto elaborado sin antecedentes históricos. Hay una multitud de puntos de referencia para escribir la nueva Carta Fundamental, incluyendo los resultados de las amplias consultas ciudadanas y cabildos realizadas durante el gobierno de Michelle Bachelet.
Termina don Agustín diciendo que “Chile no es menos que otros países que en el último tiempo han adoptado una nueva Constitución”. Pero aquí su razonamiento se encuentra con un serio escollo. Resulta que no hay países a los que los chilenos aspiramos a parecernos que hayan escrito una nueva Constitución en los últimos años. La lista de países que han escrito una nueva Constitución en los últimos veinte años incluye a Afganistán, Irak, Angola, Kenia, Madagascar, Marruecos, Somalia, Fiji, Túnez, República Dominicana, República del África Central, Costa de Marfil, Tailandia, Burundi, Chad, Comorros, Cuba y Sudán. Ninguno de ellos es una democracia plena, ni tiene instituciones sólidas, ni protege los derechos ciudadanos de la manera a la que los chilenos aspiramos.
Lo anterior indica que al tomar ejemplos de otros países para elaborar nuestra Constitución debiéramos elegir puntos de referencia basados en nuestras aspiraciones, y no en cuándo las constituciones fueron escritas o enmendadas. Mi sugerencia es que usemos como referentes a siete países: las cinco naciones nórdicas —Dinamarca, Islandia, Finlandia, Noruega, Suecia—, más Australia y Nueva Zelandia.
Esto nos pone una vara alta, pero de eso, justamente, se trata. (El Mercurio Cartas)
Sebastián Edwards
