De acuerdo con la información provista por el Ministerio de Educación, en el marco de la campaña de asistencia #CadaDíaCuenta, esta situación afecta de manera más importante a los estudiantes de menor nivel socioeconómico y a los jóvenes que estudian en educación media técnico-profesional. Según el tipo de sostenedor, los mayores niveles de ausentismo crónico se registran en los establecimientos educativos de administración delegada y en los nuevos servicios locales de educación. La información sobre educación parvularia actualizada aún no está disponible, pero mediciones anteriores han detectado niveles sobre 60% de ausentismo crónico en prekínder y kínder, y cifras mayores en jardines infantiles.
Resulta urgente entonces avanzar en varios frentes de manera simultánea para poder asegurar las condiciones de aprendizaje para todos los estudiantes del país, independiente de su edad y situación socioeconómica. Primero, ampliar el conocimiento sobre las causas de ausentismo en cada nivel y en distintos contextos educativos. Sin duda, este es un tema complejo y multidimensional, en que la asistencia se relaciona con la experiencia educativa de los estudiantes, el entendimiento que existe en las comunidades educativas sobre la importancia del aprendizaje y las expectativas sobre el desempeño futuro de los alumnos, entre otros. En este ámbito, es clave escuchar la voz de todos los actores.
Segundo, permitir que los equipos directivos, profesores jefes y trabajadores sociales puedan identificar a los niños y jóvenes que presentan ausentismo crónico. Tercero, trabajar estrategias de distinto tipo para asegurar trayectorias educativas pertinentes y atractivas para los estudiantes. Un entendimiento global de las causas del ausentismo requerirá de innovaciones a nivel nacional, a nivel local y en cada sala de clases. Asimismo, poner el foco en cada estudiante implica potenciar la gestión intersectorial de políticas públicas en los territorios. Los programas sociales, salud preventiva y mental, protección de infancia, seguridad y transporte escolar, entre otros, deberían tener como imperativo común asegurar las condiciones para la asistencia escolar.
Finalmente, parece importante también entender en qué medida el ajuste del pago de subvenciones por asistencia opera como un incentivo para reducir el ausentismo escolar. Por lo pronto, la importante cantidad de recursos públicos que el Estado “ahorra” por menor asistencia sería una buena fuente de financiamiento para entender mejor el problema y abordarlo con la rigurosidad que requiere.
Es una buena noticia conocer la dimensión del problema. Ya no podremos dejar de ver el elefante que está en medio de la sala. El desafío para el Ministerio de Educación, los sostenedores, las comunidades educativas, la sociedad civil y la academia es ampliar el trabajo colaborativo y generar así las condiciones para que todos y todas puedan aprender. (El Mercurio)
Claudia Peirano R.
Presidenta Fundación Educacional Oportunidad