¿Más y más Bachelet? Sí, lo cual no debiera sorprender, por mucho que se cierre un segundo y, quién sabe, cuántos ciclos adicionales más. Por de pronto, vuelve Piñera, es decir, esto puede que siga. Con mayor razón si las bendiciones siguen corriendo por cuenta de Mario Kreutzberger (¡qué cuento la piocha de O’Higgins!), y Bachelet se empecina en dejar una serie de asuntos pendientes mediante propuestas de último minuto: agenda constitucional, también de género, y otro tanto respecto a la nunca por acabar reforma educacional. Tan así que “legado” y “amarre” han pasado a ser sinónimos en el léxico de nuestra época, solo comparable a lo que ocurrió en las postrimerías de la dictadura. Quienes se felicitan por haber sorteado lo peor parecen no reparar en que las consecuencias de todo lo que se ha hecho en estos años solo han comenzado a manifestarse.
En una de éstas a Bachelet se la tendrá en la mira como a toda exautoridad. Los juicios de residencia datan de la Colonia y, si hemos de guiarnos por ratings, no deja de ser significativo que la entrevista de Kreutzberger a Bachelet, a pesar del guante blanco con que se la trató, no superó a “Perdona Nuestros Pecados”. ¿Una señal? Lo del exfiscal del caso Caval propuesto como notario, y la defensa cerrada de La Moneda al jefe de Carabineros (Ciper revelando esta semana intercepciones, rastreos y espionaje a periodistas por Carabineros, para proteger a su director), puede que sigan haciendo ecos y olas. Como también puede que no (se “caiga la noticia”), lo que nos lleva al meollo del problema.
No cabe duda de que los medios han sido duros en objetar las medidas del gobierno de la Nueva Mayoría, compensando la falta de oposición especialmente al inicio del mandato, pero ni en este periodo, ni en el anterior de la Presidenta, se ha indagado suficientemente dimensiones claves respecto a su personalidad y gestión, por deferencias atávicas para con un presidencialismo personalista liberado de sospecha. Me refiero a su pasado en la RDA, sus vínculos con sectores extremos contrarios a la dictadura, su formación en academias de inteligencia militar, su aparición y paso por Defensa y Salud, financiamientos políticos (incluso del empresariado), y varios otros posibles capítulos enteros del “fenómeno Bachelet” que, de conocerlos mejor, permitirían comprender quién ha estado gobernando y protagonizando políticamente desde la primera línea por más de una década.
No acabamos nunca de entenderla, esa sensación persiste a pesar de haber ocupado dos veces la más alta magistratura del país. ¿Materia pendiente, entonces, de historiadores y de un mejor periodismo investigativo? Está por verse. Allende en su momento fue honesto: dijo no sentirse “Presidente de todos los chilenos”. Bachelet nunca lo ha reconocido. Eso también falta por explicar. (La Tercera)
Alfredo Jocelyn-Holt