El sábado 24, Michelle Bachelet cocinó un chupe de centolla. En su casa, recibió a su familia para pasar la Navidad. Vino su hija Francisca desde Argentina; Sofía, la menor, y su madre, Angela. Pero Sebastián Dávalos no fue. Menos su esposa, Natalia Compagnon. Tampoco los dos hijos de ambos, los únicos nietos de la Presidenta. A ellos, la Mandataria les tenía regalos. Legos y un set de paneles solares para armar distintos objetos. Se nota que la Presidenta tiene una pena. Una tristeza ya madura, decantada, de esas con las que una aprende a lidiar. Se nota cuando se da pequeñas licencias para hablar de su futuro -irse a la playa o plantar tomates-, pero la guarda de inmediato para volver a su realidad de mujer fuerte al mando de un país. De un Chile en el cual ve avances, pero aún muchos pendientes. Entre ellos, que la mujer tenga un nuevo trato en esta sociedad. Bachelet dice que hay mucho machismo aquí. Y en la política, sobre todo. Y que lo ha vivido en carne propia.
El tema del género ha estado presente a lo largo del año en diversas discusiones. Estuvo en las marchas de Ni Una Menos o en las condenas por los actos de violencia del cual fueron víctimas, por ejemplo, Nabila Rifo. También en el Congreso, por el aborto; en el debate por el acceso de mujeres a liceos emblemáticos. ¿A qué atribuye que el tema haya entrado con tanta fuerza?
El tema de la igualdad de derechos y de oportunidades de las mujeres es antiguo. Ha habido movimientos muy importantes que han estado detrás de buscar que las mujeres puedan ser ciudadanas de primera categoría y no de segunda categoría. Es evidente que cuando esto se une con hechos que destacan en un contexto de medios y redes muy activas, toma más altitud en el debate, en términos de masificación. Sin embargo, a mí no me parece que esto sea todavía suficientemente analizado, debatido, discutido en la mesa de comedor o al desayuno en las familias.
¿Falta todavía para hablar entonces de un nuevo trato?
Creo que esa es una bonita consigna, pero no hemos logrado un nuevo trato todavía. Se ha avanzado en algunos elementos, pero falta muchísimo para avanzar.
Ud. fue la primera Presidenta mujer y ha gobernado dos veces este país. Entremedio fue directora de ONU Mujer y ha dicho que la política todavía es muy machista. ¿En qué lo percibe?
Es un espacio aún muy masculino, primero. O sea, uno ve mucho más corbatas, ternos, o más hippies, pero muchos más hombres que mujeres. A los partidos, cuando se solicitan nombres de mujeres de excelencia para distintas posiciones de trabajo, o también para candidatas, la verdad que no abundan. Por ejemplo, hablan de los varones, con B larga y con V corta… Ha habido mujeres presidentas de partidos: Soledad Alvear, Carolina Goic, Isabel Allende, pero es un fenómeno relativamente nuevo. Y cuando usted tiene más mujeres en un Parlamento o de concejales, es un buen ejemplo, porque empodera a las mujeres. Yo me puse una meta: 40% de directoras de empresas, y lo cumplimos hace un mes, pero como nombré a Alejandra Krauss como ministra del Trabajo, me disminuyó el porcentaje.
Va a tener que reemplazarla.
La vamos a reemplazar. Ahora, Chile es un país curioso. Cuando llegué el 2014, teníamos una presidenta del Senado, Isabel Allende; una presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa; las presidentas de la Feuc y de la Fech eran mujeres. Entonces, yo siempre cuando salgo afuera digo, en broma: ustedes dirán que Chile es el paraíso para las mujeres. Y no, lo que demuestra que los cambios culturales demoran más. Está bien tener mujeres en lugares importantes, pero eso no significa que de manera automática se generen los cambios culturales que permitan que mucho de esta estructura sexista y machista que existe en la sociedad chilena pueda cambiar. Hemos avanzado, pero todavía falta más. Yo veía un estudio del PNUD: decía que hace una década, el 38% de los chilenos manifestaba que solo los hombres podían ser mejores líderes que las mujeres. Y este año se hizo la misma pregunta, y el 80% estuvo en desacuerdo con esa afirmación. ¡A lo mejor dicen que ninguno es bueno! Jajajá. Es lo más probable -continúa riendo-. Por este grado de desafección de la política que hay…
¿Y qué tipo de machismo le toca a usted vivir? ¿Siente que las críticas son más duras por el hecho de ser mujer?
La crítica, cuando es en función de las ideas, de un proyecto, bienvenida sea.
Ese tipo de crítica no tiene necesariamente un sesgo determinado. Lo que sí creo es que si hay un Presidente hombre que está pasando por alguna situación difícil, nadie habla de debilidad, de falta de liderazgo. Son otro tipo de expresiones que se utilizan, ¿no? Más allá de eso, las personas tienen lo que se llama un sesgo inconsciente o invisible y valoran de distinta manera a las mujeres y a los hombres. Y hay miles de estudios que lo demuestran. Por ejemplo, el de una pareja de estupendos funcionarios, en que los dos dan una entrevista regular no más. Y la respuesta del panel ante la mujer es: “Es insegura”. Y ante el hombre: “Tiene potencial”.
¿Y usted lo siente?.
Lo siento, pero no me refiero solo a mí. Lo siento cuando veo la actitud de gente estupenda, incluso. Por ejemplo, lo he visto en discusiones de ministros. De repente, una ministra empieza a discutir, y a lo mejor está equivocada, pero los colegas se desesperan y le dicen “espérate” y empiezan ellos a hablar. Cuando hay un hombre que se equivoca o que no lo hace bien, puede haber crítica. Pero cuando es la mujer, hay una crítica distinta. No me atrevo a ponerle calificativo, sino que distinta. Hay sesgo.
Pero, por ejemplo, con todo lo que ha pasado con el caso Caval, ¿cree que la crítica hubiera sido diferente si usted hubiese sido el padre o el suegro y no la madre?
No lo sé, no me atrevería a decir algo. Pero sí lo que quiero decir es que de ahí aparecieron todos los rumores de que yo era débil, que estaba deprimida, que estaba tomando medicamentos, que estaba enferma. Todo eso era mentira. O sea, por supuesto pude haber estado triste, pero no estaba en la categoría que se me estaba describiendo. Y curiosamente, y por eso digo que el sesgo es interesante, porque yo después tenía reuniones con alguna gente que me decía “oiga, pero usted está bien. ¿Pero usted sabe de todos estos temas?…”.
Como sorprendidos porque no estaba deprimida.
Incluso, cuando fui a esa reunión en el CEP, el comentario fue “ohhh”, porque yo hablé, pero parece que ellos creían que los ministros iban a contestar todo y yo no. Entonces, es muy sorprendente para mí. Porque como he sido siempre autónoma, trabajadora, estudiosa y me conozco los temas, que alguien pueda imaginar que uno está como en otra, es muy curioso. Entonces uno dice: ¿Será porque soy mujer que pueden permitirse creer de que uno no está en condiciones de gobernar? Entonces, ahí yo identifico, por los comentarios que ellos me hacían a mí.
Durante su primer gobierno se acuñó el término del femicidio político.
Lo mencionó usted en una entrevista.Y no lo repetí nunca más, porque me sacaron la mugre por eso, jajajá. No lo voy a volver a repetir tampoco.
¿Cree que aplica para las dificultades que le ha tocado vivir en este segundo gobierno?
Mire, yo creo que dificultades ha habido de todo. Entre otras cosas, que aquí hay un proyecto de gobierno que no todos comparten. Y cuando alguien no quiere una reforma tributaria, naturalmente la critica, o si alguien cree que el lucro es legítimo, por supuesto que una ley de inclusión no corresponde con sus intereses y, por tanto, hay una pelea política o económica. Por eso, yo no digo que todo es porque yo soy mujer, no, pero sí creo que hay algún tipo de comentarios que sí tienen que ver con ese componente.
¿Usted se ha sentido juzgada públicamente en su maternidad?
A ver, he sido juzgada en todos los ámbitos, en realidad. Pero uno es una figura pública. Sin embargo, alguna gente dice que la política es sin llorar. En el discurso de la noche en que gané la primera vez dije que yo creo que uno es razón, pero también es emoción. Y yo entré a la política por las dos razones. Primero, por una convicción muy profunda de que la injusticia no tiene por qué ser, no hay que naturalizar ni la injusticia ni la desigualdad. A mí me duelen las cosas. Y si hay alguien que está en la política y no le importa la gente, no debiera estar en la política. Porque si uno está en esto es para mejorar la vida de la gente. Entonces, yo no separo razón de emoción. O sea, no quiere decir que ande todo el día emocionada, no. Lo que estoy diciendo es que a mí me importan las cosas, me importa la gente. Y creo que eso es positivo, no es malo. Mientras no le nuble la razón. Y yo no me nublo. No me mareo con la altura, ni me nublo.
Uno de los temas recurrentes cuando se habla de cómo la mujer participa en política es cómo compatibiliza funciones con sus roles familiares, que es curioso, porque los hombres también tienen roles familiares. ¿No le incomoda a usted que eso sea una constante?
Eso les pasa a todas las mujeres trabajadoras también. Las mujeres que trabajan y hacen turno. De alguna manera, la sociedad las castiga moralmente. Que abandona la casa, que deja a los niños. Para la mujer, en general, insertarse en el mundo laboral y, por ejemplo, aspirar a ser gerente, si no se dedican todo el tiempo del mundo, no tienen alternativa de subir, porque se les exige sin tomar en consideración (lo demás). En Chile tenemos muchos más avances en algunos de estos temas que en Estados Unidos, donde no hay prenatal y posnatal. Pero igualmente en la cultura de las empresas el que la mujer se embarace es como un detrimento para la empresa. En la política pasa lo mismo. Cuando participaba en los temas de defensa, participé con un grupo muy interesante de mujeres en Estados Unidos que tenían un boletín cuyo titular era: “Sí, las mujeres podemos hacerlo todo. Pero no todo al mismo tiempo”. Eso debiera ser con los hombres también, en el sentido de que los hombres debieran compartir la responsabilidad familiar. Esto es un asunto cultural. En Europa, las familias se distribuyen las tareas; yo conocí a un diplomático danés que era el encargado de planchar en su casa. Imagínese en Chile cuántos hombres planchan. La mayoría no, para qué estamos con cosas. Ni lavan, ni cocinan, ni nada.
Salvo un asadito, las cosas como entretenidas ¿no?
A propósito de cambios culturales, ¿cómo hubiera reaccionado usted si le hubiera tocado estar en la ceremonia de Asexma donde se le regaló la muñeca inflable al ministro de Economía?
O sea, lo primero que yo habría hecho es averiguar cuál es el regalo que pensaban hacerme. Y negociar. Ahora, lo que pasa es que, en este caso, efectivamente a él le dijeron que había otro regalo.
¿Qué le iban a regalar?
Una almohada, me dijeron. No entiendo muy bien cuál era el símbolo. Si la economía estaba durmiendo o no sé… Pero más allá de eso, cuando a uno la pillan de improviso hay gente que reacciona muy rápido y hay otra gente que no. A mí me hubiera gustado decir: mire, no, la economía se resuelve incorporando más mujeres al mercado laboral.
¿Qué hubiera esperado usted de una reacción de un ministro?, porque usted fue crítica de lo que ocurrió y también de la reacción del ministro.
Bueno, yo creo que él no reaccionó como debía. Como digo, él me explicó que realmente lo pilló tan de sorpresa, que no pudo reaccionar adecuadamente. El habló largo conmigo al respecto. Pero ¿sabe qué? La foto del ministro me impresionó, pero más me impresionó cuando ampliaron la foto.
Estaban todos felices.
Salvo uno u otro que estaba como mirando para abajo, estaban todos muertos de la risa. Y es bien lamentable, porque hay un uso cosista de la mujer. Además, con una tapa en la boca, muestra que existe en Chile sexismo y machismo. Y mucho inconsciente también, porque sí hay gente que lo encontró divertido (…). Lo positivo es que generó un amplio repudio, pero duró ¿dos días? Un debate de fondo, serio, que ayude a hacerse cargo del tema contra la violencia como mujer todavía no hemos dado como sociedad.
Cuando pasó este episodio, lo primero que se le vino a la cabeza fue ¿qué vulgar o qué machista?
Más bien qué sexista, qué machista y, además, vulgar.
Ud. fue impulsora de un gabinete paritario. Hoy es mucho mayor la representación masculina que femenina. ¿Cambió de parecer sobre ese tema o ha habido más dificultades de las que se esperaba?
Uno pide nombres a distintas personas y también a los partidos políticos, pero muchas veces no cumplen con los perfiles o la experiencia que se requiere para ciertos cargos. Además, porque yo había dicho que no me iba a repetir los ministros anteriores. Hay gente estupenda, pero no iba a repetirme el plato con ninguno de ellos. Hubo ciertos obstáculos, pero yo creo que aquí hay dificultades en los partidos políticos para destacar a sus mujeres.
Ahora no pueden llenar la plantilla parlamentaria con la ley que dice que no puede haber más del 60% del mismo sexo.
Están súper complicados con el 40%. Tienen que resolverlo, el problema es que es por subpacto, entiendo. Y creo que por un lado, en los nuevos cupos, incorporando mujeres (se puede resolver). Yo sé que todo el mundo quiere continuar y se entiende.
Pero también es hora de que abramos espacios para otros liderazgos.
Otro de los proyectos que tienen que ver con la mujer es la interrupción del embarazo en tres causales. ¿Ha sido más difícil de lo que usted esperaba?
No, porque yo sé que este es un tema que tiene distintas posturas. Nosotros, lo que estamos haciendo es despenalizar la interrupción del embarazo por tres causales. Y al interior de la propia coalición hay opiniones diversas. Lo primero que yo quiero decir es que este proyecto de ley no pretende que las mujeres aborten. Lo que dice es que si por cualquiera de las tres consideraciones las mujeres consideran que no pueden vivir con ello, que las sobrepasa, puedan tener la opción y que no vayan por la cárcel por ello. Pero, por supuesto, van a ser acompañadas, apoyadas si desean mantener la situación.
Completamente. Ahora, también es bueno que haya un Parlamento con más mujeres, para que sean ellas quienes discutan de temas que viven las mujeres. Hasta ahora, por lo menos, los hombres no van a vivir jamás ni el embarazo ni la posibilidad de interrumpirlo.
¿Cree que va a terminar su gobierno con este proyecto despachado ya?
Yo espero que sí. Voy a hacer todos mis esfuerzos por eso.
Presidenta, ¿dónde se imagina que va a estar o dónde quiere estar el 25 de marzo del 2018?
Ojalá como en una playa, diría yo. Jejejeje. En una playa, tal vez. En un lugar dándose un tiempo de descanso, un respiro, porque la verdad que cuesta desenchufarse, no en el sentido del trabajo diario, sino que me pasó la vez pasada. Un día hubo un apagón, cuando estaba el gobierno del Presidente Piñera, y mi actitud fue pararme a llamar por teléfono, decir qué está pasando, qué puedo hacer. Es el sentido de responsabilidad. No sé si me entiende, pero uno ha estado cuatro años teniendo que lidiar con mil temas.
¿Cómo un síndrome de privación?
No, para nada. Tengo la impresión de que eso les pasa más a los hombres que a las mujeres. Porque las mujeres tenemos tantas cosas distintas que hemos dejado de lado… Pero es la sensación de responsabilidad. “Podré hacer algo yo para ayudar”. No sé, una cosa curiosa. Pero no creo que me pase esta vez, jajajajá.
¿Y quiere volver después? ¿Seguir en la política? ¿Volver a un cargo internacional?
La verdad es que no me he dedicado a pensar en nada. Obviamente, está absoluta y totalmente descartado continuar en la política chilena, desde el punto de vista de cargos de representación. Ya es suficiente. Yo, en broma, siempre digo que quiero dedicarme a cultivar tomates. En el sentido de poder meter las manos en la tierra, algo que uno conoce, y que uno puede tener el producto que uno busca. Pero no es tan simbólico tan solo, ¿ah? Tengo ganas de hacer cosas como más manuales. Sí, sí. A mí me encanta cocinar, además, y todo eso.
¿Acá en Chile?
Yo creo. Pero no he pensado en nada la verdad. Además, para ser franca, no me atrevo a decir nada. Porque la otra vez yo dije que me iba a dedicar a ser abuela y me fui a Nueva York. Así que yo prefiero no decir algo que no estoy segura, pero la verdad es que no he tenido tiempo. Estamos con demasiadas cosas en Chile, entre otras, seguir avanzando para que las mujeres tengan más oportunidades. Tenemos desafíos; gap salarial, brechas importantes. De los puntajes nacionales, 43 mujeres no más. Bueno, tuvimos mejores notas en lenguaje. Aunque yo siempre he dicho que las niñitas partimos hablando antes y no terminamos nunca de hablar…
Y son mejores alumnas en el colegio, pero entran menos a la universidad.
Claro, y eligen distintos tipos de carrera. Por eso impulsamos un proyecto internacional de ciencias, matemáticas e ingeniería, que estimula a que las mujeres también se abran a esos otros espacios y que no sea la niña débil, la princesa, la bonita, y el hombre el valiente, el bravo, el fuerte. También que hombres y mujeres puedan meterse en distintos ámbitos y que no sean solamente como los estereotipos.
Usted tiene nietos hombres, ¿pero es de las abuelas que creen que a las niñas no hay que regalarles muñecas ni princesas?Mire, a mí nunca me regalaron esos jueguitos para hacer aseo o cocinas, yo jugaba con tacitas y muñeca, pero también me subía a los árboles y jugaba con mi hermano a la guerra en bases militares.
¿Qué les regaló a sus nietos para la Navidad?
Es que son más fáciles, porque son hombres. Cosas como legos, o encontré una cosa superentretenida, que se arman distintos aparatos con paneles solares, como lámparas, autopropulsados… Mi nieto mayor es muy bueno para todo eso. Y también les regalé otras cosas.
Y a usted, ¿cuál fue el regalo que más le gustó?
Todos me gustaron. Hay un regalo que siempre me llama la atención: el BancoEstado regala las películas chilenas del año, y eso es súper interesante. Pero no es que sea el que más me gustó. No sé. (La Tercera)