Baranda: "Hay un problema moral muy grande en Chile"

Baranda: "Hay un problema moral muy grande en Chile"

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Benito Baranda no para. Como presidente ejecutivo de América Solidaria, está viajando constantemente a Estados Unidos y otros países de Latinoamérica. Es en esos momentos cuando oye hablar de su país desde fuera.

En primer lugar, escucha algo que no le gusta y donde considera está la mayor fragilidad de Chile: su relación con los vecinos y la soberbia con la que se ubica en el mapa. ¿Mar para Bolivia? “Por supuesto, hace mucho tiempo que se debería haber dado una solución. Es insólito que tres países que convivimos muy cerca, que tuvimos mar, no seamos capaces de resolver esto”, dice, aunque sus críticas más duras vayan justamente a la cáscara dulce de Chile. A un país que se mantiene en cifras estables mientras los mercados se derrumban. Por eso, cuando alguien alaba al país, él piensa en el sabor amargo que hay tras la cáscara.

“Esa es la otra fase que viene ahora: ¿a costo de qué ha sido esa estabilidad? Entonces, uno de los elementos es la poca transparencia. El otro son los costos sociales. El que tú hayas generado una brecha de desigualdad tan grande en poco tiempo para poder acelerar tanto las ganancias, el desarrollo económico, tiene un costo muy grande e hipoteca en gran parte lo que podemos hacer en el futuro”.

-¿Podríamos decir que los efectos de la desigualdad son las inmoralidades de este modelo económico?
-Yo no sé si uno podría atribuirlo solo al modelo o a los “Chicago”, porque cuando uno ve la historia de Chile, existe una construcción desde la Colonia. Está instalado en las costumbres de Chile un trato desigual muy grande. Y esto se refleja bien en los diálogos que se están estableciendo entre los libertarios y los igualitaristas. Cada vez que uno escucha estos relatos, como que se aleja de la realidad, porque tú no puedes tener libertad si no tienes un acceso igualitario a las condiciones de vida. Y justamente la pobreza es una de las mayores expresiones de pérdida de libertad, la más extendida en el mundo. No existe una privación más grande que a ti te hagan vivir en la pobreza y sin oportunidades. No te provean de los mismos servicios que otros que los pueden comprar… Esa pérdida de libertad es la que genera una gran desigualdad. Esa comprensión ha costado mucho en Chile y uno ve resurgir ahora este ánimo libertario, que dice que no importa la desigualdad si lo que importa es crecer, que cada uno se enriquezca… Y bueno, si te das libertad para crecer y no procuras que las oportunidades de desarrollo sean iguales desde la temprana infancia, lo más probable es que tengas mayores desigualdades, como en EE.UU., y eso por supuesto es un tremendo quiebre ético para la sociedad.

-Ese modelo, que por supuesto es ideológico, viene desde distintos frentes: político, religioso, empresarial. ¿Hay un problema moral en ese sector? 
-Por supuesto que sí hay un problema moral muy grande en Chile, de formación moral. Si tú ves la estructura de formación ética de Chile es tremendamente frágil. Y esto no es nuevo ahora. Y por eso no pretendo encontrar un chivo expiatorio atribuible a un modelo. Recordemos que al formador del padre Hurtado, solo por hablar de la Encíclica Social, lo expulsaron tres veces de Chile. Al formador del cardenal Silva Henríquez lo echaron de Chile y nunca más volvió. La Rerum Novarum no se publicó en Chile y la Iglesia se opuso, no formalmente quizás, pero informalmente no la dio a conocer. Entonces, cuando ves la historia de Chile, es una presión especialmente de las personas que ejercen el poder y que están muy asociadas históricamente a la Iglesia católica.

-¿De dónde emana ese problema moral?
-Viene de que tú quieres defender esos privilegios y haces todo para protegerlos y conservarlos, contra las justas oportunidades que deberían tener los demás para poder desarrollarse. Y eso no es cuestionado en tu vida ni en tu formación. Entonces tienes una disociación. Vas construyendo una moral, católica o no católica, cristiana o no, que es la de tu vida privada, tu moral sexual, tu disciplina personal, y tienes otra moral que es la pública. Entonces las separas, y esto es muy fuerte en el caso de los libertarios, que no les importa mucho lo que ocurra en el resto de la sociedad. Por eso muchos de ellos se comportan de una manera, con muy buenos valores y muy estrictos desde el punto de vista de su moral individual, pero después cuando tú ves la proyección social de esa moral, no existe, es nula. Si tú hicieras una evaluación del desarrollo de su conciencia moral, te encontrarías con la de un preadolescente o alguien cercano a la infancia, con juicios muy livianitos de desarrollo de la conciencia moral. Tienen un grado bajo de empatía y algo que el individualismo estimula mucho: vas teniendo menos empatía y te encierras más en ti mismo.

-Tú hablabas de la moralidad (o inmoralidad) de grupos vinculados a la Iglesia católica; también de las falencias en la formación ética. ¿Eso incluye baluartes como la Universidad Católica, alma máter de los Penta?
-Si bien uno podría decir y hacer un análisis de las personas que nos hemos formado en la Universidad Católica y las características que tenemos, uno también tendría que anticiparse a eso y preguntarse de dónde provenimos los que estudiamos en la UC, porque sería injusto cargar los dardos solo sobre la U. Católica. Hay que recordar que los tres grandes actores en la formación ética de las personas no son las universidades. Somos las familias, las iglesias y el lugar donde te educaste, sobre todo la básica y prebásica.

-¿Y cómo explicamos esa tríada en parte de la élite que es de misa dominical, va a colegios católicos en la infancia, y posteriormente eligen una universidad católica?
-Cuando uno hace esa trayectoria, es cuando uno dice, qué dejamos de hacer para que esa persona no desarrollara su conciencia moral, a su edad, de manera integral, no parcial. O sea, no solo la asociara a la moral sexual o familiar. Y eso hay que pesquisarlo en la familia y también en lo que se enseña dentro de nuestras iglesias. También en la Iglesia evangélica. O sea, no habría que hablar solo de la PUC, el resto de las universidades es un lugar donde se junta un grupo de personas que pueden ser del 4, 5 o 6% más rico de Chile, del que su mayoría –no todos– son de formación católica y al final no se les exige un desarrollo de su conciencia moral, como sí se les ha exigido en otros ámbitos de su vida.

-¿Cuál es tu evaluación de los colegios ligados a la Iglesia católica donde se educa la élite?
-Me han invitado a estos colegios, y creo que así como existe una catequesis o los campeonatos de deportes, ellos no evalúan el desarrollo de la conciencia moral de sus alumnos. Lo único que quieren es que las personas crean y en su obsesión por que las personas crean, las personas no maduran. Entonces, cuando llegan a creer, creen de manera precaria. Luego se enfrentan al mundo y dejan de creer, porque no desarrollaron una adhesión voluntaria sino más bien impositiva. Mucho más importante que una persona te repita credos o una oración, es que evolucione al desarrollo de su conciencia moral y simultáneamente lo va acompañando de ciertas creencias. Si no al final los ritos y las enseñanzas son vacías y mi devoción en la misa dominical u otro rito ya no tiene sentido. Tiene un sentido cultural, pero no religioso, que es lo que decía el padre Hurtado cuando hablaba de la reforma a las estructuras. No hay reformas a las estructuras sin reformas a la conciencia. Y la gente como que se asusta de eso porque dice ‘me van a concientizar’. ¡Mentira! Si tú adhieres a una religión quiere decir que debes avanzar en el desarrollo de la conciencia acerca de la dignidad e igualdad de cada ser humano. Y eso hoy es extremadamente complejo porque la religión se toma como algo que se compró en el supermercado, de consumo personal. Y eso es una crítica fuerte a lo que somos las personas más públicas de esos credos, especialmente a los que tienen cargos de autoridad.

-Respecto a la moralidad de los empresarios, vemos la colusión y los Matte, una familia profundamente confesional, capaz de juntarse con Sabas Chahuán para hablarle de las bondades de Karadima, por ejemplo. ¿Qué pasa con la moral de esas personas?
-Uno no puede meter a todos los empresarios al mismo saco, pero en este caso, como en muchos otros, tú tienes esta disociación. Si tuvieras un desarrollo de la conciencia moral simultáneo al desarrollo de la conciencia social, tú tendrías una mayor integridad en la forma de comportarte frente a la sociedad, de hacer negocios, de comprometerte con tus operadores, trabajadores y pondrías ese sello en tu acción. Y yo creo que no existe ese empate. Si uno tuviera la oportunidad de vivir donde viven sus trabajadores, acudir a sus estructuras escolares, lo más probable es que la visión del otro cambiaría tan profundamente que la forma de comportarse en su razón laboral sería radicalmente opuesta. Lo entendería con gran profundidad.

LA POLÍTICA Y LO MORAL

Una de las cosas que Benito tiene que mirar o escuchar cuando esta afuera, es sobre las reformas que se llevan a cabo en Chile.

-Yo siento que había tres reformas que había que hacer hace mucho tiempo y hemos ido retrasando. La educacional… es algo que debimos hacer hace mucho tiempo. Por ejemplo, en universalizar la cobertura preescolar. Yo no conozco las reformas en detalle, pero si no las realizamos, el retraso que tiene la inclusión, la posibilidad que tenemos de vivir en un país más o menos equitativo, va a ser muy difícil. La segunda: los aspectos laborales. Tampoco la conozco en detalle, pero el retraso ha sido muy grande y eso ha generado una gran inestabilidad social. Un tema que ha sido muy grave es la de la política habitacional. Ha destruido gran parte de la convivencia nacional, los vínculos que establecimos en los distintos estratos sociales. Esa política habitacional se cuelga de un decreto ley de 1974, y lo van modificando, lo van arreglando. Uno podría decir que está mejor, que en los últimos tres gobiernos han tratado de arreglarlo y de hacer una política más inclusiva, pero si tú recorres los últimos 15 años, es difícil encontrar un Estado que haya creado tantos guetos de pobreza como en Chile. ¡Se construyeron guetos con nuestros impuestos!

-¿Tú votas?
-Claro, yo voto permanentemente.

-¿Y si no hay autoridades políticas atractivas moralmente, crees que es válido no votar?
-Yo prefiero anular, pero prefiero hacer siempre el ejercicio de ir a votar y anular, como una forma de manifestar que no estoy de acuerdo con los candidatos.

-¿Has anulado?
-Sí, he anulado

-¿En presidenciales?
-No, pero para otros candidatos sí.

Para Benito, uno de los temas aún pendientes para las autoridades, es la desigualdad expresada en uno de los factores más importantes del trabajo: el salario.

-En vez de procurar un mayor salario a los trabajadores para que vivan dignamente, hoy tú tienes que una persona que gana el salario mínimo y tiene 4 personas en la casa, no sale de la extrema pobreza, que son 240 mil pesos, ¡para 4 personas! Eso nos debería provocar un gran escándalo. Y necesitas 360 mil pesos para salir de la pobreza. Es decir, teniendo dos salarios mínimos apenas sales de la pobreza. Si no reflexionamos sobre esto, es muy fuerte. En educación es lo mismo. Culpamos a los profes, culpamos a los indicadores, pero tenemos una política educacional segregada. ¿Quién está dispuesto a educarse con los otros? ¿A poner a los hijos juntos para educarse? Eso genera una gran tensión social.

-La mezcla de ricos y pobres, sobre todo cuando llegó el momento de abordarlo desde el punto de vista educacional, fue criticada ampliamente, incluso por la misma autoridad de la Iglesia, Ricardo Ezzati, que hizo una defensa de la selección. ¿Cuál es el problema moral que vemos precisamente en las autoridades actuales de la Iglesia católica?

-No he hecho un estudio, pero creo que desde que explotó el caso Karadima se ha ido deteriorando la confianza en la Iglesia. Y yo señalo que no es por el caso Karadima, es por la reacción de las autoridades eclesiásticas frente al caso Karadima. Eso es lo que juzga la gente. Primero, creo que hay una bajísima conciencia, no en todos, pero en gran parte de la jerarquía de la Iglesia, del daño provocado por ese caso. Porque, cuando uno habla del padre Karadima, habla no solo de él sino también del nuncio apostólico de la época y del enjuague que se armó allí. Ese poder en las sombras nos afectó profundamente a la Iglesia católica chilena. Y negativamente.

-Y aún no termina. Leíamos, en los correos entre Ezzati y Errázuriz, una convicción respecto al actuar de la Iglesia.

-Pero basta ver las declaraciones de monseñor Ezzati la semana pasada. La conciencia sobre lo que practicó la Iglesia como jerarquía no existe. No existe ni autocrítica ni una conciencia del daño profundo. Cada vez que se pide disculpas, paso seguido se dice ‘bueno, pero no es para tanto o yo no estuve en ese caso, o yo no tengo cuenta que dar’. Y muchos de ellos vienen de una tradición que aún no tiene conciencia de que su autoridad tiene que ser ganada, porque se demuestra a través de sus acciones. Y si no es así, es muy difícil que sean respetados.

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