Bernardino Piñera

Bernardino Piñera

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El domingo despedimos a un hombre santo que entregó su vida al país, la Iglesia, la familia y, por sobre todo, a los más necesitados.

Un sacerdote y obispo excepcional que marcó a la Iglesia chilena de su tiempo. Su inteligencia, formación, capacidad de realizar lo que pensaba, fueron fundamentales en su época, durante la cual se transformó en un verdadero faro para la Iglesia y la sociedad. No hay duda de que fue un eje fundamental en la Iglesia que renació después del Concilio Vaticano II. Con él se va el último obispo que participó en dicho Concilio. Muchas veces decía que su otra familia era el Episcopado, en el que trabajó los mejores años de su vida. Nunca dejó de recordar lo que había realizado como obispo en Talca, Temuco y La Serena.

Su fe, el seguimiento del evangelio, la sencillez, la comprensión, el trabajo pastoral cerca de los más necesitados y, como dije anteriormente, el servicio del Episcopado fueron las grandes tareas de su vida. También lo fue el país, ya que nunca dejó de preocuparse e incluso de opinar de la vida nacional. Le preocupó mucho la época en que vivió, la estudió bien y por sobre todo participó activamente de ella. En resumen, fue un hombre de sus tiempos y entendió que su labor se extendía incluso más allá de su sacerdocio.

Fue un gran gestor de la compleja relación entre la Iglesia y el gobierno militar. Y lo hizo bien, con planteamientos muy claros, pero con esa especial cualidad que tenía, que era el diálogo y el respeto con los que no pensaban como él.

Mucho más se podría decir de él. Quiero destacar su relación con la familia. El cariño por sus padres y sus hermanos y por quienes fuimos sus sobrinos. Fue un tío presente, cercano, que siempre estuvo cuando lo necesitamos, que nos quiso mucho y lo quisimos mucho. El tío Bernardino hará mucha falta, pero muy especialmente a nuestra familia, donde fue el gran eslabón con nuestro pasado, compartió el presente y nos señaló el mañana. (El Mercurio Cartas)

Herman Chadwick Piñera

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