Burgos y el fuego amigo

Burgos y el fuego amigo

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No hay caso, no hay fiato, no funciona. Debutaron con altísimas expectativas en todo el oficialismo como el equipo que lograría remediar el equívoco rumbo que llevaba La Moneda los primeros meses de este 2015, mejorar la compleja relación y coordinación de la Nueva Mayoría con la Presidenta Michelle Bachelet y, sobre todo, evitar errores políticos a todas luces eludibles. Pero al cabo de casi siete meses, los balances internos no son optimistas y ya se habla del fracaso del comité político integrado por los ministros del Interior, Jorge Burgos, de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre, el vocero Marcelo Díaz y el titular de Hacienda, Rodrigo Valdés.

El 11 de mayo, Bachelet dio un golpe de timón, sacó a sus dos ministros de mayor confianza política, Rodrigo Peñailillo y Alberto Arenas, artífices de su campaña presidencial, de su programa de Gobierno y de todos los pasos que dio su administración durante el primer año de mandato para poner un nuevo equipo político, que debía dar un nuevo impulso a su administración y dejar atrás la caída estrepitosa de la Mandataria en las encuestas, producida por el caso Caval y las esquirlas que dejaron las boletas a SQMdel ex ministro del Interior durante la precampaña.

El domingo 22 de noviembre, el senador DC Andrés Zaldívar aseguró en una entrevista a La Tercera que “muchas veces la gente se queja porque la Presidenta no actúa con mucha sintonía con su equipo y hay gente que critica, porque no ven que haya una relación entre los partidos y ella. Hay críticas”. Declaraciones fuertes pero que son solo la punta del iceberg del verdadero escenario que hay por estos días en Palacio, porque desde hace semanas que en la Nueva Mayoría y especialmente en el seno del propio Gobierno se confiesa –con tono de lamento– que no hay conducción política desde La Moneda y que el equipo de ministros no ha dado los resultados esperados.

Las principales críticas, desde el propio Ejecutivo y confirmadas en la Nueva Mayoría, apuntan a que hay incapacidad para prever conflictos, de anticiparse a las crisis, que el comité político es “casi inexistente”, ya que no hay una bajada política real que conduzca y ayude a ordenar las huestes oficialistas, especialmente en el Congreso, y que a estas alturas el equipo de ministros funciona más como “una sumatoria de agendas personales”.

No es que exista mala relación entre los cuatro, pero son un equipo que no cuajó políticamente, al punto que ponen como ejemplo que entre Burgos y Eyzaguirre la coordinación es “casi nula”, por más fotografías que se tomaron en su momento cruzando juntos el patio de Los Cañones.

El descarnado balance que se hace en el Gobierno y en el oficialismo es que el ministro Eyzaguirre es “inexistente”. Sí, es cierto, siempre está en el Congreso, pero su presencia no ha redundado en un buen diálogo político con las bancadas, que es “soberbio”, que “no escucha”. De Valdés, se le reconoce una mejor muñeca política que su antecesor Arenas, el haber mejorado sustancialmente los vínculos con el empresariado y tener una cualidad extraña para un jefe de la billetera fiscal: humildad y oír a todos, pero le ha tocado un período complejo, es el encargado de decir que no, de dejar promesas inconclusas para mantener las finanzas ordenadas en un escenario de austeridad económica.

En el caso de Burgos, el diagnóstico que se escucha hace unas semanas en La Moneda es que no fue “lo que la Presidenta esperaba realmente”, comentario que el círculo más estrecho de la Mandataria ha repetido en más de una ocasión, sin tapujos, ante autoridades y asesores gubernamentales, dejando así en evidencia el incómodo momento que atraviesa el ministro del Interior.

Del ministro Díaz, hay coincidencia en que hace el intento, que ha desarrollado una gestión muy superior al ex ministro Álvaro Elizalde, que “es más político” y tiene “mayor solvencia intelectual”, pero que carece del poder político necesario. En el propio PS explicaron que es habitual ver al vocero hablando y opinando con diputados y senadores de los temas contingentes, que en las bancadas del partido lo respetan y escuchan, agregan que es parte de la discusión, pero sus opiniones “no son influyentes ni determinantes, no logra incidir realmente”.

Es más, en el propio Gobierno explican que en los círculos presidenciales se hace la comparación de que al ministro Burgos se le está aplicando la misma fórmula que en su momento se usó con Belisario Velasco, cuando dirigió la cartera de Interior en el primer mandato de Bachelet. “Está en el congelador”, sentenció una autoridad del gabinete.

DEFERENCIA PRESIDENCIAL

En el Ejecutivo aseguran que Bachelet tiene en “alta estima” a Burgos y que por eso mantiene un “trato deferente” con él y habla de vez en cuando con su ministro, pero eso no necesariamente implica que ambos tengan una relación política fluida y que él se haya transformado en su hombre de confianza de su Gobierno, en la figura clave, como aspiraba –explicaron– la Presidenta cuando optó por el ex diputado para encabezar su gabinete.

Agregan que por esa distancia evidente el círculo más cercano a Bachelet habla del “síndrome Belisario” que afecta al ministro del Interior, porque no habría cumplido las expectativas de la Presidenta, pero que eso no derivaría, por ahora, en pedirle a Burgos que dé un paso al costado, que la “deferencia” de la Mandataria tiene por él hace ver en Palacio que esperarían que sea una decisión de la propia figura DC, tal como sucedió con el ex ministro Velasco.

En el oficialismo coinciden en que el punto clave en estos siete meses de gestión del comité político y en especial de Burgos, fue el libreto de errores cometido a finales de agosto para enfrentar el paro de camioneros, que implicó no frenar un conflicto regional, transformarlo en un tema nacional y, de paso, fracturar la sólida dupla política que el ministro había desarrollado con el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, por las diferencias que ambos evidenciaron aquel día, lo que llevó a la autoridad socialista incluso a retirarse esa noche de La Moneda junto a todo su equipo, en señal de molestia y rechazo al rumbo que había tomado el conflicto.

“Ese fue el punto de inflexión negativo”, reconoció un asesor de Palacio, pero no fue el único traspié. No hay que olvidar que a los dos meses de su debut, el comité político sufrió un duro tropiezo, a finales de julio, cuando el proyecto de carrera docente impulsado por La Moneda, en el marco de la reforma educacional, fue rechazado por la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados, debido a que parlamentarios de la propia Nueva Mayoría –Cristina Girardi (PPD), Rodrigo González (PPD), Yasna Provoste (DC)– se abstuvieron de apoyar la idea de legislar la iniciativa, esto por las discrepancias con su contenido. Un episodio que fue la primera señal –recuerdan en el oficialismo– de las carencias que evidenciaba el equipo de ministros políticos.

Acto seguido, en agosto y previo al conflicto con los camioneros, quedaron en evidencia las diferencias entre la Presidenta y su ministro del Interior, al punto que se habló en su momento de “una amenaza real” de que la figura DC dejara el gabinete, lo que iba a gatillar una trizadura irremediable en la Nueva Mayoría. No hay que olvidar que Bachelet le quitó públicamente el piso político a Burgos, cuando en una entrevista en La Tercera dijo, sobre el verdadero papel de su ministro en el Gobierno, que “algunos solo leyeron la parte del realismo, no escucharon la de sin renuncia”. Y agregó que era una lectura equivocada pensar que el nuevo comité político, que la dupla Burgos-Valdés, había llegado a cambiar el rumbo del Gobierno.

No fue un episodio más. El hecho tensionó sobremanera al oficialismo, a la DC con La Moneda, internamente en el Gobierno hubo muchas críticas a las palabras de Bachelet, fue un gallito no menor. No hay que olvidar que en esos días y mientras la Mandataria estaba fuera de Chile, el ex Presidente Ricardo Lagos se reunió con Burgos en La Moneda, se paseó como Pedro por su casa y dictó cátedra de cómo gobernar. Fue necesario que la Presidenta y el ministro tuvieran tres conversaciones privadas para dar por superado el hecho, aunque no hubo reconciliación política, sólo el compromiso de una pax romana entre ambos para cerrar el amargo capítulo, evitar que el conflicto siguiera escalando y se establecieran los términos de la relación entre ambos.

A principios de octubre, vino el fracaso en el Senado de la nominación de Enrique Rajevic como Contralor General, una carta que Burgos propuso a Bachelet y por la que se jugó al 100%, al punto de plantear en los medios de comunicación que, si la propuesta no era aceptada, al menos por la Nueva Mayoría donde llovían los reparos sobre la postulación del abogado DC, quedaría en una posición incómoda, dando a entender que daría un paso al costado del Gobierno.

Se tuvo que apelar a la figura presidencial y al argumento de evitar infligirle una derrota a Bachelet para alinear las huestes oficialistas en el Senado, se aplicó la fórmula política de asumir la derrota de la candidatura, pero que al menos fuera porque la coalición por sí sola no tenía los votos necesarios, actuando en bloque y no rechazando en la Sala el nombramiento junto a la derecha. Pero, para eso, los timoneles de la Nueva Mayoría salieron a hacer un intenso despliegue entre las bancadas y el propio Burgos tuvo que partir al Congreso –cosa que no es habitual– para sentarse a dialogar con los parlamentarios, más allá del teléfono y el WhatsApp, como le critican siempre en el oficialismo.

La tramitación del Presupuesto 2016 no ha estado ajena a los problemas, como es habitual, aunque en esta ocasión ha sido caldo de cultivo para que las bancadas parlamentarias de la Nueva Mayoría acusen “desprolijidad” e “improvisación” de La Moneda, la falta de un “manejo político más fino”, críticas que se han transformado en molestia, la cual se expresó abiertamente en el gallito con el Gobierno a través del rechazo inicial a la partida de inversión hospitalaria del presupuesto de Salud.

El domingo, Zaldívar dijo, acerca del ministro Burgos, que “se siente que está más afiatado (…) si está o no empoderado, creo que la gente se empodera cuando asume tareas y no cuando espera que le entreguen el poder, creo que lo ha hecho bien, tiene condiciones, mucha experiencia, que a veces se ha sentido incómodo yo creo que sí, pero es porque en el Gobierno no se ha afiatado aún en su conjunto”.

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