Se suele decir que la derecha en Chile es sólo números y gestión, pero no tiene relato, no plantea a la población un “sueño país”. Deberíamos entonces, no sólo concentrarnos en los discursos de los economistas, sino dejar hablar más a los sociólogos. Como se ha dicho ya varias veces; menos Excel y más Word.
Aunque estoy de acuerdo con el planteamiento general, la bajada es mucho más compleja, porque cuando se habla del “sueño país” muchos entienden que se trata de definir en qué forma los gobiernos le podrán resolver la vida a las personas. Incluso más que eso; hace un tiempo atrás escuché a un experto del PNUD plantear que el Estado tiene un rol central en la felicidad de las personas, y efectivamente los sectores de izquierda lo creen; los gobiernos deben llevarnos de la mano y bien cuidados “desde la cuna a la tumba”. Entonces, parte del relato de la derecha debe ser rechazar en forma clara esa visión de la izquierda, no sólo por lo paternalista, sino porque es contradictoria con la democracia liberal. El rol del Estado no es resolverles la vida a las personas, sino permitir que existan las condiciones para que puedan por ellas mismas resolver sus problemas, y en ese rol clave las falencias de nuestro Estado son más que evidentes, cuando ni siquiera podemos caminar seguros por las calles.
¿Cuál debe ser entonces, en mi opinión, el discurso de la derecha? Cuando escucho a la diputada española Cayetana Álvarez de Toledo me parece que la respuesta está bien clara; se trata de la defensa de principios que crean las condiciones para el buen funcionamiento de una democracia liberal, en la que todos concordamos.
Esos principios parten por la defensa de las libertades individuales y los derechos fundamentales, dentro de los cuales los más importantes son la dignidad de la persona, la igualdad ante la ley, la libertad de expresión, el derecho de propiedad y los mercados libres. Para asegurar el respeto a estos principios, se requiere que impere el Estado de Derecho y la separación de los poderes del Estado, o de otra forma, que existan pesos y contrapesos en la distribución del poder político y económico.
Los principios anteriores son condiciones necesarias, pero no suficientes. La educación es fundamental para sostener esos principios democráticos en la sociedad, abogando por programas que enseñen el valor de la democracia y la historia de los derechos humanos, junto con la promoción del debate y del pensamiento crítico. Permitir que todas las personas puedan desarrollar habilidades cognitivas y socioemocionales es también un rol fundamental del Estado, en pro de la igualdad de oportunidades. Con mucha razón, la diputada Álvarez de Toledo plantea que son los políticos y los profesores las profesiones más importantes para el desarrollo, y lamentablemente, ambas son de las menos valoradas en Chile actualmente.
De similar importancia es lo que se podría llamar un patriotismo cívico, que significa un patriotismo fundado en la ciudadanía y en el compromiso con los valores democráticos, como la igualdad y la libertad, en lugar de basarse en elementos culturales o étnicos. Esto significa también un rechazo al nacionalismo identitario, basado en categorías étnicas, regionales o lingüísticas, que inevitablemente dañan la cohesión nacional. El amplio rechazo a la propuesta constituyente de la Convención es una evidencia clara que es ese patriotismo cívico el que le hace sentido a la gran mayoría de los chilenos.
Por último, el rechazo al populismo y a las falsas promesas de bienestar fácil que proviene de extraer “privilegios” a una minoría corrupta y egoísta. El resto de los ciudadanos serían entonces víctimas permanentes, y sólo a través de la intervención del Estado pueden superar su situación. El camino al desarrollo económico, social y cultural no tiene atajos, es arduo y exige del esfuerzo y sacrificio personal. El rol del Estado no es subirse a las personas a los hombros y llevarlas a la meta -porque además jamás lo lograría- sino permitir que ese camino sea más seguro y que todos puedan disfrutar del fruto de su trabajo, en un contexto en que las políticas públicas logran morigerar la desigualdad de oportunidades.
Desconozco si lo anterior es útil para una campaña de marketing político, no es mi especialidad, pero estoy convencida de que las personas son totalmente capaces de darse cuenta de que esos principios y fundamentos son los únicos que permiten el tipo de desarrollo al que todos aspiramos. (Red NP-El Líbero)
Cecilia Cifuentes