Caída del bacheletismo duro

Caída del bacheletismo duro

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Era su apuesta principal para este segundo mandato, el rostro de la Nueva Mayoría, de la renovación de los cuadros políticos, su delfín político, su brazo de derecho y el hombre de mayor confianza en el gobierno. Pero las boletas, previamente emitididas a la campaña presidencial al operador Giorgio Martelli, no haber advertido a tiempo a la Mandataria de eso, junto a las poco convincentes explicaciones que dio y un pésimo manejo de todo el episodio, sellaron la caída del pedestal de poder de Rodrigo Peñailillo, el último exponente del otrora círculo de hierro del bacheletismo. La llegada del DC Jorge Burgos al Ministerio del Interior en su reemplazo, marca una apuesta  por un nuevo formato y conducción política para La Moneda.

Efectivamente fue una cirugía mayor la que hizo la Presidenta Michelle Bachelet con su gabinete. Sacó a cuatro ministros a parte de Peñailillo: Alberto Arenas de Hacienda, Álvaro Elizalde de Segegob, Claudia Barattini de Cultura, María Fernanda Villegas de Desarrollo Social y enrocó a Ximena Rincón al Ministerio del Trabajo, a Burgos a Interior, al radical José Antonio Gómez a Defensa y a Javiera Blanco a Justicia en su reemplazo.

Lo de Peñailillo se sabía, solo que esta mañana se hizo oficial. Una década trabajando con Bachelet, como jefe de gabinete en su primer mandato, como hombre de confianza previo a su llegada a Chile y como ministro del Interior. Después de la salida de la ex directora de la SECOM, Paula Walker, era el único sobreviviente del núcleo duro del bacheletismo que alguna vez fue conformado además por Juan Carvajal y María Angélica Álvarez.

Llegó poco antes de la ceremonia, en todo momento trató de sonreír, de no demostrar el duro golpe que representa su salida, fue aplaudido por casi todos en el salón, la Presidenta le agradeció su trabajo y tras una escueta declaración pública donde no hizo ningún mea culpa y solo destacó logros que tuvo como la eliminación del binominal, se despidió de los asesores de Interior y salió caminando de La Moneda en una batahola de cámaras.

Claramente Peñailillo perdió el gallito que se instaló hace mes un medio en el corazón de La Monada con su pública y abierta pugna con el subsecretario del Interior, Mahdmud Aleuy. Nula comunicación, desconfianzas de fondo, acusaciones de conspiraciones, responsabilizarlo de la filtración de las boletas a Martelli, fueron algunas de las imputaciones que el entorno de Peñaililo, asesores claves como Robinson Pérez y toda la G90 –grupo político del ex ministro en el PPD- esparcieron por todo el gobierno y la Nueva Mayoría contra la histórica figura del PS.

A pesar de eso, al final fue Peñailillo quien dejó La Moneda y Aleuy se quedó en su puesto, como la mayoría de los subsecretarios afirman, lo que es visto como una señal de estabilidad interna en medio de la cirugía mayor que hizo la Presidenta.
El subsecretario de Interior no solo cumplió hoy su papel a cargo de los decretos en el juramento del gabinete, sino que se sabe que tiene una buena relación política con Burgos, tienen sintonía en “la forma de hacer política” y en palacio y en la coalición ya les auguraba una fructífera relación de trabajo en el patio de Los Canelos.

LA NUEVA-VIEJA GUARDIA

Con el nombramiento de Burgos, la señal es clara. La Presidenta apostó por un liderazgo y conducción “más tradicional”, porque si bien ha sido uno de los DC que siempre ha rodeado a la Mandataria, desde la campaña, no se caracteriza por tener un tono alineado con las visiones más progresistas de la coalición oficialista. “Se mantiene la dirección, los objetivos en forma clara, pero sin la obsesión por la vorágine y la rapidez que hubo”, sentencian en palacio.
El nuevo ministro del Interior apoya al programa de gobierno –requisito clave que impuso Bachelet para el gabinete-  pero a la vez genera un acercamiento con la otrora Concertación, con el partido del orden, con la vieja guardia.

Su nombramiento fue una apuesta, además reconocen el gobierno, de mantener alineada a la DC, que ya avizoraba que iba a marcar una prudente distancia en esta nueva etapa ante reformas claves como la laboral y el proceso constituyente.
La relación DC, recalcan en el partido, mejora notoriamente desde ahora, porque quedó instalada en el corazón de La Moneda, del gobierno. Pero por la misma razón, aseguran que con este ajuste “comprometen” a la falange, más aún si el hecho que la tienda de la flecha roja se quedara con las riendas de Interior fue una de las peticiones expresas por las que se jugó estos días el cuestionado timonel de la falange, Jorge Pizarro, quien con esto apunta a neutralizar las críticas internas que han generado “las asesorías verbales” por 45 millones de sus hijos.

En las definiciones de ajustes primó un hermetismo férreo. Hasta anoche no había mucha información y la jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte, llamó a los timoneles para invitarlos a la ceremonia hoy a las 9 de la mañana “sin soltar ninguna prenda” sobre nombres y cambios. A pesar de eso, afirman que el nuevo liderazgo del comité político apunta a una nueva relación con los partidos, “a un acercamiento mayor”, sello que da la presencia de Burgos.

Se reconoce en el gobierno que la llegada de Marcelo Díaz (PS) a la vocería de palacio y del diputado PPD, Jorge Insunza (PPD) a la Segpres, representa el poder en las sombras que ostenta en el mandato bacheletista la figura de Enrique Correa, ya que ambos son nombres extremadamente cercanos a él, que en todo caso fueron aceptados –afirman- por la futura conducción socialista que encabezará Isabel Allende y por la mesa directiva del PPD.

En el caso del PS, cuentan que la salida de Elizalde y su cambio por Díaz, ha generado ruido en el tercerismo, su corriente interna, al punto que se ha convocado a una reunión de este lote para el final de la tarde para analizar el escenario en que quedaron, claramente perjudicados a pesar del apoyo público que le dieron a la opción de Isabel Allende en la interna.

El PC salió fortalecido en este ajuste. La llegada de Marcos Barraza a Desarrollo Social, recalcaron en palacio, refleja un “reconocimiento” a la tarea de los comunistas en el gobierno, ya que aumenta a dos su presencia en la primera fila del gabinete.

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