Sylvia Eyzaguirre, en carta del domingo, insiste en que el aumento de las barreras a la entrada de colegios particulares subvencionados no ha sido perjudicial para el sistema educativo. Los datos y la evidencia disponibles dicen otra cosa.
Eyzaguirre dice que se han aprobado la mayoría de las solicitudes de apertura de nuevos colegios, pero no nos dice que dichas solicitudes cayeron en forma abrupta al implementarse la legislación que aumenta las barreras a la entrada. En los cinco años entre 2010 y 2014 el promedio de solicitudes fue de 240. El año 2015 se aprueba la ley y dejando fuera 2016 (con solo cinco solicitudes), como un año de adaptación, entre 2017 y 2021 el promedio fue de 78, un tercio del nivel previo a la ley.
Eyzaguirre dice que es natural que haya caído la tasa de crecimiento. Pero no hay nada de “natural” en estos dramáticos cambios de tendencia, que coinciden con la aprobación de la ley que crea nuevas barreras a la entrada en 2015.
Es probable que, como ella plantea, este cambio se deba también a la burocracia que se introdujo para impedir el lucro, así como a la exigencia para los nuevos sostenedores de ser dueños de la infraestructura en que funciona el colegio. Lo que solo reafirma que la legislación puso numerosas dificultades para el surgimiento de establecimientos educativos.
Finalmente, hay evidencia en estudios académicos de que la presión competitiva resulta en un aumento de calidad de los establecimientos educativos. Estos trabajos encuentran que cuando hay pocas alternativas, el poder monopólico lleva a un deterioro en la calidad de la educación. Y que en Chile la subvención preferencial aumentó las alternativas que tenían las familias de bajo nivel socioeconómico, lo que en su momento contribuyó a un aumento de la calidad de la enseñanza en dichos establecimientos. (El Mercurio Cartas)
Claudio Sapelli
