La ministra del Interior, Carolina Tohá, sostuvo en una reciente entrevista: “Es el momento de actualizar la promesa de este gobierno ante el pueblo de Chile, y actualizar la alianza de gobierno que lo respalda. Se eligen los gobiernos con una idea y a poco andar el país empieza a plantear otras cosas. Y los gobiernos deben incorporar ese clima en su plan”.
La expresión “actualizar la promesa” es susceptible de interpretarse como una propuesta de cambio de libreto. No puede usar la palabra “programa”, pero de eso se trata exactamente. Tohá ha sacado la conclusión lógica de las marchas y contramarchas del primer año de gobierno, cruzado por la apuesta constitucional que terminó en una profunda derrota para sus sostenedores. En otras palabras, promueve otro guión y diseño para no naufragar. Incluso, respecto del rol del gobierno en el nuevo proceso constituyente, dijo que “la mejor manera de ayudar es mantenerse en un rol más externo, pero generando condiciones para que sea fructífero”. Realismo, sin duda.
Para ganar autoridad, el gobierno necesita comprometerse con la estabilidad y la gobernabilidad, y demostrar que quiere aliviar las aflicciones concretas de la población. La mayoría pide avances tangibles respecto de la seguridad pública y el combate eficaz contra la delincuencia. Nada de eso era prioritario en el programa oficialista, pero es lo que impone la realidad. En este campo se jugará en gran medida la credibilidad del gobierno. A ello se agregan las urgencias económicas y sociales.
¿Qué va a pasar con las reformas en las que La Moneda ha depositado tantas esperanzas, sobre todo la tributaria y la de pensiones? Está a la vista que no cuenta con votos suficientes para que sean aprobadas en el Congreso tal como están. Si no las modifica sustancialmente, se arriesga a sufrir nuevos reveses. En materia de pensiones, Chile Vamos descartó entrar en la dinámica de discutir indicaciones al proyecto oficial, y optó por elaborar un proyecto alternativo. En la reforma tributaria, los gremios empresariales se oponen al impuesto al patrimonio, y proponen en cambio subir el impuesto directo a las empresas.
¿Cree el Presidente Boric aún que está a tiempo y en condiciones de “cambiar el modelo”, o imponer otro paradigma en materia de desarrollo, que era el elemento definitorio del proyecto de Constitución que fue rechazado? No es clara su posición. Y sucede que una perspectiva rupturista solo puede complicarle la vida. Su gobierno no tiene fuerzas suficientes para abordar lo que él denomina como grandes transformaciones. Además, la obsesión por los diseños ambiciosos es una pérdida de tiempo. Para el gobierno sería mucho más provechoso conseguir acuerdos transversales que busquen mejorar las cosas en áreas fundamentales como previsión, salud, educación y vivienda sin afanarse en desarmar lo que existe.
El crecimiento económico es un asunto absolutamente crucial para que el país progrese de verdad, pero el gobierno no parece convencido de ello, y en esto influyen los antiguos prejuicios contra el rol de los agentes privados que son parte del ADN de las izquierdas. Este año, la economía prácticamente no crecerá, lo cual dificulta cualquier posibilidad de expansión del gasto social, en un período en el que aumentarán las necesidades. En tal contexto, los esfuerzos loables y concretos del ministro de Hacienda en favor de los equilibrios macroeconómicos corren el riesgo de ser neutralizados por la falta de claridad del resto del gobierno sobre el valor del dinamismo de la actividad económica, de lo cual el mayor ejemplo fueron los obstáculos puestos a la suscripción del TPP11. (La Tercera)
Jorge Burgos