Entre 2006 y 2022 el tamaño promedio de los hogares en Chile se redujo en 23%, casi en un cuarto (pasó de 3,7 a 2,8 personas). Es una caída enorme para un lapso de 16 años, más aún si tomamos en cuenta que en los 16 años anteriores, entre 1990 y 2006, la caída fue de solo 9% (Casen). Vivimos más solos y, de hecho, a fines de 2022, uno de cada cinco chilenos reportaba altos niveles de soledad (ACHS-UC).
Parte de este cambio posiblemente se deba a que hoy más personas pueden solventar su independencia. Pero la caída en el número de personas por hogar es constante y está poco vinculada al ciclo económico. La menor fecundidad debe jugar también un rol, pero esta cayó mucho más en los 16 años anteriores a 2006 que en los posteriores, al revés de lo que ocurre con el tamaño de los hogares. Pareciera haber algo más.
Según la Encuesta Bicentenario 2022, hoy es mucha más la gente que considera más importante cuidar una mascota o tener un estilo de vida sustentable que pasar tiempo con amigos o tener una vida social activa (74 vs. 53%). La misma encuesta muestra que el 61% de quienes tienen un trabajo que puede hacerse de forma remota dicen que les gustaría trabajar tres o más días desde su casa; al 39% les gustaría hacerlo todos los días. Un tercio de los encuestados creen que el trabajo remoto mejora las relaciones con los compañeros de trabajo. ¿Será que vivimos más solos porque disfrutamos menos de la compañía? ¿O tal vez disfrutamos menos de la compañía porque vivimos más solos?
La pandemia, que nos tuvo encerrados por un tiempo inimaginable, también parece habernos volcado hacia el espacio íntimo de forma duradera. El Economist reveló recientemente que, para una muestra de 32 países ricos, los patrones de gasto asociados a salir de casa aún están lejos de recuperar los niveles pre-covid; esos recursos han sido redestinados a bienes durables o de consumo en el hogar: vivimos en un mundo más casero. Otro estudio del Economist muestra que pospandemia la gente sale menos en días de semana, mientras que en el fin de semana salen relativamente más de día que de noche. ¿Será que la pandemia también nos hizo perder gusto por la compañía?
Cuesta pensar en cosas que afecten más la vida diaria que el número de personas con que vivimos o con cuánta gente nos vemos. Quizás por lo mismo, vivir más solos cambie nuestra forma de ver el mundo. Tal vez lo que nos hace buscar la soledad sea un afán de ser más autónomos (individualistas, dirán algunos), pero creería que, a la vez, la experiencia de vivir más solos también refuerza el deseo de autonomía.
Hace falta reflexionar más sobre los alcances de estas vidas más solitarias. Por de pronto, los Panamericanos acabarán y se aproximará una nueva elección, la octava desde el estallido. La población ya está aburrida y pareciera que tendremos otra vez una elección polarizada en un ánimo caldeado. Aunque cerca de la mitad del país sencillamente no habla de política (CEP 2021), los que no pueden evitarlo quizás tengan ahora una razón adicional para eludir la compañía.(El Mercurio)
Loreto Cox