En medio de la ardua tarea de socorrer, contener, mitigar e iniciar la reconstrucción tras el voraz incendio que afectó a la Región de Valparaíso, el Presidente Boric se apronta a retomar sus vacaciones en la tranquilidad del sur de Chile, entre el 19 y el 28 de febrero.
Todo trabajador tiene derecho a tomar vacaciones y el Presidente obviamente no es la excepción; aquello, por cierto, no está en discusión. La pregunta en este caso es qué tan oportuna es esta decisión, considerando que, de acuerdo con los registros, el incendio en la Región de Valparaíso ha sido el segundo siniestro más grande en la historia a la luz del número de víctimas fatales, con más de 130 fallecidos, siendo sólo superado por los incendios forestales en Australia de 2009, que provocaron el deceso de 179 vidas.
Las cifras del catastro ponen sobre relieve la magnitud de la tragedia. 9.000 hectáreas quemadas. De ellas, alrededor de 600 hectáreas correspondieron a zonas urbanas, con el trágico balance de 7.100 viviendas siniestradas. Para tener un orden de magnitud, en la comuna de Providencia hay alrededor de 1.400 hectáreas urbanas, es decir, extrapolando las cifras, este incendio habría quemado más del 40% de la superficie de Providencia.
Con la trágica noticia del deceso del ex Presidente Piñera aún fresca, la decisión de Boric de hacer uso de sus días de asueto, con las cenizas del fuego invisible aún vivas bajo la forma de escombros, despojo y precariedad, y el desafío de abordar la reconstrucción plenamente vigente, contrasta con la forma en que Piñera abordaba el ejercicio de la función presidencial en contextos de calamidad.
Los atributos que componen los liderazgos de Boric y el de Piñera son distintos, pero es en este tipo de circunstancias cuando más se extrañan las chaquetas rojas de Piñera, qué duda cabe. El archivo no miente. Cuando el país se vio azotado por las más cruentas emergencias y catástrofes, el ex Presidente Piñera mostraba su mejor versión.
En terreno, camisa arremangada y parka roja. Pero el despliegue de Piñera no era sólo una puesta en escena, iba más allá de los símbolos. Durante las crisis, había un incesante trabajo invisible, donde en medio de la planificación, la coordinación y gestión de la emergencia, Piñera estructuraba auténticas fuerzas de tarea, donde, por cierto, no había tregua ni margen alguno para relajo ni descanso.
Sólo así fue posible, por ejemplo, levantar toda la zona afectada por el terremoto y tsunami del 27F de 2010, reconstrucción que es un ejemplo mundial y referente estudiado en las escuelas de urbanismo de las mejores universidades del orbe.
Para Piñera, gobernar era hacer que las cosas pasaran, y en una emergencia, por más preparación, empoderamiento y coordinación de las carteras y liderazgos directamente involucrados en la tragedia, en Chile el Presidente es quien “hace que las cosas pasen”, más aún considerando el amplio catálogo de facultades que le brinda el Estado de Excepción Constitucional por Catástrofe.
Esta nueva izquierda, ávida de las lecturas de filósofos como Byung-Chul Han, ha perfilado una especie de ética negativa hacia la cultura del trabajo. Criticando a lo que ellos denominan la “sociedad del rendimiento”, calificando la lógica del trabajo arduo como “auto explotación del yo” en la que sería una “sociedad del cansancio” que sólo produce stress, agobio y ansiedad.
Pero ser Presidente no es un trabajo como cualquier otro descrito en los análisis sociológicos de Byung-Chul Han. Es cierto que la carga de responsabilidad es única, pero el honor que también supone la posibilidad de servir y ayudar a tu patria, en la prosperidad, pero especialmente en la adversidad, no es un sacrificio: es un privilegio y constituye la esencia de la idea de servicio público.
Puede que el Presidente Boric esté cansado, aquello es completamente comprensible. Pero Gabiel Boric es el Presidente más joven de nuestra historia republicana. Y hasta donde es de público conocimiento afortunadamente goza de vitalidad y buena salud.
Ser Presidente de la República es el segundo trabajo en su hoja de vida laboral. Antes, el Presidente fue diputado durante dos períodos, vale decir, 8 años. En esos 8 años gozó de los merecidos días de descanso que todos los años provee el receso legislativo de 1 mes, durante febrero. Así, Boric, sumando y restando, tuvo cerca de 8 meses de vacaciones en 8 años, nada mal tratándose de la primera década de trayectoria laboral de cualquier persona.
Nadie está obligado a lo imposible. Pero la falta de sentido de urgencia, que supone vacacionar estando a cargo de la conducción del país ante una catástrofe de esta magnitud, constituye una señal muy próxima a la indolencia.
Quizás aún hay tiempo para rectificar la decisión y hacer un gesto de entrega a los damnificados de la Región de Valparaíso. Nunca es tarde para que un líder joven de izquierda se desprenda del privilegio que supone tomarse vacaciones, a pocos días de la calamidad. (Ex Ante)
Jorge Ramírez