Al llegar a una encrucijada, Alicia se encontró con el Gato sentado encima de un árbol, quien se limitó a sonreír al verla. Tímidamente, Alicia le preguntó: “Podrías decirme, por favor, ¿qué camino debo tomar?”. “Eso depende en gran medida de hacia dónde quieres ir”, dijo el gato. “No me importa mucho adónde”, dijo Alicia. “Entonces no importa qué camino tomes”, respondió el gato.
Que Chile está ante una encrucijada ya pocos parecen dudarlo. Las opiniones divergen en cuanto al grado de dramatismo que efectivamente tenga el desenlace de la elección presidencial. Y que las opciones en competencia conducen al país hacia diferentes destinos, acercándonos hacia determinados referentes internacionales, representados por distintos países o bloques, es un hecho tan cierto e innegable como la globalización en sí misma. Por eso, es válido un mínimo esfuerzo por analizar, desde una perspectiva internacional, en qué lugar estamos y hacia dónde vamos. Entre otras razones, porque eso condicionará, en el mediano y largo plazo, las alianzas que haremos para enfrentar los nuevos desafíos que plantea un escenario internacional de creciente complejidad y prolongada incertidumbre.
Es inevitable abordar una interrogante que se ha tornado recurrente en los últimos años, cuando desde diversas latitudes se intenta buscar una explicación a lo que claramente se ha percibido como una “pérdida de rumbo” que ha experimentado Chile en los últimos años, después de más de dos décadas de políticas exitosas que permitieron notorios avances en las condiciones de vida sus habitantes. Cuando no hay respuestas convincentes para esa interrogante, desde el punto de vista de los fundamentos que requiere el intento por introducir cambios profundos o revolucionarios, es porque nos encontramos ante una situación en que, como ocurre en el mundo de la post-verdad, las percepciones, las emociones y las expectativas se anteponen a los datos estadísticos, la racionalidad económica o los necesarios consensos básicos para el diseño de políticas públicas responsables.
Lo anterior nos trae abruptamente a nuestra realidad latinoamericana, una región que sigue debatiéndose en movimientos pendulares, sin haber resuelto en forma clara la opción de desarrollo económico a seguir. El único país de la región que parecía haber encontrado un rumbo cierto era Chile. Eso, hasta antes de que apareciera la política de “la retroexcavadora”, que tras comenzar como mero eslogan parece haberse querido instalar como doctrina. América Latina, con todo su potencial, continúa sumida en el subdesarrollo, en gran medida por no haberse descargado del lastre ideológico que la mantiene a medio camino entre el consenso de Washington y el Foro de Sao Paulo. Por eso, no es una casualidad que nuestra región sea la cuna del realismo mágico.
Como el análisis objetivo y racional no es suficiente para explicar ciertas situaciones de nuestra actualidad, decidimos recurrir, como lo hemos hecho antes, a las herramientas que nos entrega el mundo de la fantasía, que de pronto parece dominar la política nacional y regional.
Dejamos de lado, por tanto, a Aristóteles y Platón, a Maquiavelo y Rousseau, a Tocqueville y a Marx, a Adam Smith, a Keynes y Von Hayek, a Picketty y a Friedman, para concentrarnos en literatura más cercana a nuestra realidad y entorno. Así, nos encontramos con dos autores que, con toda propiedad, podrían marcar la pauta de lo que se nos viene en el futuro próximo: Lewis Carroll, con su Alicia en el País de las Maravillas; y James Matthiew Barrie, con su Peter Pan.
La elección de obras y sus protagonistas la hacemos con sólidos argumentos. Entre otros, el hecho de que no existan más las ciudades-Estado, ni la figura efectiva de El Príncipe (en América Latina lo más cercano sería la dinastía de los Castro), ni mucho menos el proletariado, como lo describe Marx. Asimismo, está demostrado que, para algunos, hablar de “eso de las cifras”, del “exceso de números” y del sólo concepto de “crecimiento” resulta un anatema, pues echa por la borda todas sus utopías. Quedan, por lo tanto, “fuera de juego” todos los pensadores de la economía.
La figura de Alicia, en cambio, con su aventura y vicisitudes que experimenta durante su búsqueda por encontrar su propia identidad y maduración, su lucha por entender la lógica, las normas, la actitud de la gente, la autoridad y el transcurso del tiempo, es mucho más aplicable a personajes o incluso a países enteros, de nuestra sufrida región. El diálogo entre Alicia y el Gato en la encrucijada es muy propio de ciertos personajes o grupos políticos, que como no saben con certeza hacia dónde van, suelen tomar caminos que los conducen hacia ninguna parte. ¿Cabe alguna duda de que la épica de Alicia en su búsqueda no es más aplicable a personajes y países en nuestro entorno regional, de lo que pueden ser las categorías de análisis de los filósofos y pensadores que inspiran la realidad de las sociedades avanzadas?
En las últimas semanas, irrumpieron en nuestro escenario, para sumarse a Alicia, Peter Pan y sus amigos, que habitan en El País de Nunca Jamás. Al igual como sucede en Alicia en el País de las Maravillas, si no somos capaces de definir hacia dónde queremos llegar, tomar un camino errado bien podría conducirnos al País de Nunca Jamás(Neverland, en su versión original en inglés). El solo nombre de este lugar de fantasía ya produce sensación de incertidumbre: ¿“Nunca jamás” se podrá salir de él? “¿Nunca Jamás” volveremos a ser como fuimos antes de llegar a él?
El asunto es que dicen que los personajes ya están entre nosotros. Hay quienes hasta sostienen que algunos de ellos se instalarán en El Congreso Nacional. Según relata James M. Barrie, los personajes son “niños que nunca pierden su calidad de tales, viven sin someterse a regla alguna y no asumen ninguna responsabilidad, pasando la mayor parte del tiempo divirtiéndose y viviendo aventuras”. La exótica y lejana Neverland, poblada por hadas, seres de fantasía que pueden ser indistintamente hombres o mujeres, podría muy bien ser un modelo a seguir, de acuerdo a las propuestas de una nueva generación de políticos. Los mismos que se hacen llamar “los Niños Perdidos” y son liderados por Peter Pan y su hada Campañilla. ¿Los reconoce? Yo también…
Éstas no son más que referencias a situaciones de fantasía. Con todo, nos sirven para explicar casi a cabalidad situaciones de nuestra actualidad que de otra manera no podrían entenderse. Pero como todo momento de fantasía llega a su término, vaya como advertencia la posibilidad de que, no vaya a suceder que, en un ejercicio colectivo, sigamos el ejemplo de Alicia y nos caigamos a un hoyo del cual no podamos salir. En la cultura popular anglosajona, se utiliza la metáfora de “caerse por el hoyo del conejo” (la madriguera). Con ello, se grafica una situación que equivale a iniciar un viaje sin retorno. Debe notarse que caerse a la madriguera es sólo el inicio, la entrada, pero no la salida, del mundo de fantasía. Cosa similar podría ser intentar llegar a la isla del País de Nunca Jamás. (El Líbero)
Jorge Canelas, cientista político y director de CEPERI