Es bueno constatar que Chile es mirado con atención por el mundo. La transición energética nos deja instalados en la “pole position” entre los países que cuentan con los insumos clave para este cambio hacia la electromovilidad y las energías limpias. El cobre, el litio, las tierras raras y el potencial en materia de hidrógeno verde son cuatro elementos fundamentales para contribuir a disminuir las emisiones de gases contaminantes y tener un desarrollo económico sostenible a nivel mundial.
Pero el potencial de lograr algo queda inexorablemente sujeto a la voluntad y a las acciones para transformarlo en una realidad. Existen demasiados ejemplos de países ricos en productos naturales o en oportunidades que finalmente se dilapidaron, algunos de ellos vecinos cercanos nuestros.
¿Estamos haciendo algo por aprovechar la oportunidad histórica que tenemos? Es preocupante constatar que los brotes que vimos a comienzos de año en materia económica se disiparon. El PIB del segundo trimestre creció a un débil 1,6% anual, en parte impulsado por la minería, porque el resto de los sectores creció a un exiguo 1%.
Por otro lado, la inversión en el segundo trimestre registró una caída de 4,1%, la cuarta consecutiva y, ahora, el Banco Central tuvo que ajustar a la baja su proyección para 2024, estimando un retroceso de 0,8%. El problema es que la formación bruta de capital fijo ya acumula una década prácticamente estancada, con un incremento en los últimos 10 años de 0,7% promedio anual. El contraste con la década previa a 2014 no puede ser más elocuente: entre 2004 y 2013 creció a un vigoroso 9,7% promedio anual.
Los países que dejan de invertir dejan de crecer. Este aletargamiento en materia de acumulación de capital no es inocuo, porque incide en el aumento de la capacidad productiva del país, en el proceso de adopción y actualización tecnológica, en los niveles de productividad, todo lo cual tiene efectos en el empleo, en los niveles de recaudación y, en definitiva, en el bienestar de las personas. La inversión no es simplemente máquinas, infraestructura o equipamiento tecnológico. Es la base del progreso y la garantía de mayores niveles de bienestar para todas las personas en el futuro.
Tal como quedó demostrado en el pasado reciente, la discusión tributaria tiene efectos visibles en la trayectoria de la inversión. Por su parte, pese a que los proyectos vinculados a la denominada “permisología” declaran tener como objetivo acortar los plazos, agilizar y reducir los trámites y entregar más certeza jurídica a los titulares de los proyectos, todavía tienen aspectos que —de no corregirse— terminarán por revertir sus potenciales mejoras. Otro tema urgente de abordar es la inseguridad y el crimen organizado, cuyos efectos terminan por espantar inversiones, tal como ha sucedido en el sector forestal, salmonero o en el comercio.
¿Está de vuelta Chile? Al menos, en los radares de los inversionistas internacionales sí, por el enorme potencial que tenemos en la economía de la transición energética. Pero necesitamos sacudirnos de las malas decisiones de políticas públicas del pasado reciente y apurar un nuevo diseño —que incluya competitividad tributaria, mercados laborales flexibles, más seguridad, más innovación y menor burocracia, entre otros—, para volver a pensar en un crecimiento de al menos 4%, que nos permite acortar la brecha con el mundo desarrollado.
Rosario Navarro
Presidente de Sofofa