Chile está peor hoy que hace un año

Chile está peor hoy que hace un año

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Aunque duela decirlo, Chile está peor hoy que hace un año. La llegada de un nuevo año tiene algunas razones para ser más optimista. La pesadilla que se inició en noviembre de 2019, con la decisión de emprender el equivocado camino de un proceso constituyente, comenzará a llegar a su fin en 2025, el último año completo del periodo presidencial de Gabriel Boric.

Las dos consecuencias del estallido social de 2019 fueron el inicio del proceso constituyente y la victoria de Boric en la elección presidencial de 2021. A fines de 2023, pudimos respirar con alivio sabiendo que el proceso constituyente afortunadamente fracasó en llevar al país por el despeñadero. A fines de 2024, podremos respirar con alivio sabiendo que el cuatrienio de Boric está llegando a su fin sin que el exlíder estudiantil haya logrado su objetivo de sepultar el modelo económico que permitió que Chile se convirtiera en una nación exitosa en desarrollo económico e inclusión social en una región que se ha ido quedando atrás en el mundo y en la que abundan los fracasados intentos por reinventar la rueda del crecimiento económico y desarrollo social.

Nunca está de más recordar que el proceso constituyente fue una mala receta para un problema distinto al que realmente aquejaba a Chile. En 2019, el descontento que existía en el país se asociaba a las malas pensiones, la falta de oportunidades y el abuso al que era sometido la población por la falta de regulaciones adecuadas para asegurar más y mejor competencia en el sistema económico y político del país. Pero la clase política, en vez de hacerse cargo de la difícil tarea de construir una cancha pareja y más inclusiva, ofreció un proceso constituyente como una engañosa píldora mágica que habría de solucionar los problemas del país. A sabiendas que América Latina es la región con más procesos constituyentes por país en el mundo, la élite chilena se creyó el falaz argumento de que una nueva Constitución solucionaría los problemas del país.

Pero el proceso constituyente, con sus dos fracasos en los plebiscitos de septiembre de 2022 y diciembre de 2023, no fue la única consecuencia de la respuesta de la élite al estallido social. Superado por su propia incapacidad para dar una respuesta política al descontento popular, el gobierno del Presidente Sebastián Piñera (QEPD), nunca pudo recuperar el apoyo ciudadano. En 2021, por primera vez desde el retorno de la democracia, el candidato del oficialismo ni siquiera logró pasar a segunda vuelta. La victoria de Gabriel Boric en la elección presidencial de 2021 también se explica por la incapacidad del gobierno de Piñera y de buena parte de la derecha de defender principios. Al optar por defender personas en vez de defender la Constitución, la derecha perdió el rumbo y los chilenos castigaron duramente al sector en las elecciones de mediados de 2021 (de constituyentes y gobiernos municipales y regionales) y en las elecciones presidenciales de fines de 2021. Boric llegó al poder porque la gente quiso castigar todo lo que representó el gobierno de Piñera. Sin el fracaso del segundo gobierno de Piñera no existiría el gobierno de Boric.

Después de tres años en el poder, el gobierno de Boric también ha fracasado, afortunadamente para el país. La derrota del proyecto refundacional en el plebiscito de 2022 y la incapacidad del gobierno para enmendar decididamente el rumbo terminaron por dejar al país estancado en una negociación interminable de reforma al sistema de pensiones porque el gobierno insiste en defender posturas impopulares y minoritarias. La reducción de jornada laboral a 40 horas no fue acompañada de políticas a favor del empleo formal. El foco en aumentar impuestos y no en promover inversión y desarrollo económico tienen al país estancado en tasas de crecimiento mediocre. Los coletazos de los retiros de los fondos previsionales han complicado la lucha contra la inflación. La delincuencia está desatada y el gobierno se esmera en seguir demostrando que no tiene dedos para el piano. La administración Boric hace agua por varios flancos y el oficialismo parece estar mirando el calendario, igual que el electorado, esperando que esta pesadilla termine pronto.

En marzo se desatará la carrera presidencial que ya empieza a tomar forma con múltiples aspirante testeando las aguas. La temporada electoral alimentará las esperanzas de que se venga un cambio para mejor. A medida que el foco popular se centre en el próximo proceso electoral, la administración Boric perderá rápidamente relevancia. Con eso, la última gran consecuencia del estallido social se comenzará a desvanecer y se abrirán nuevas oportunidades para construir un mejor país.

Es cierto que los motivos que alimentaron el descontento popular en 2019 siguen presentes. Las pensiones siguen siendo insuficientes y el modelo social de mercado necesita un ajuste sustantivo que permita emparejar la cancha. La situación fiscal de Chile es más débil y los problemas en delincuencia, migración, burocracia estatal (permisología) y empleo informal han empeorado. Pero también abundan los espíritus animales en la economía que esperan ser liberados para tomar riesgos y producir más empleo y crecimiento. En 2025, habrá más optimismo en el ambiente. Pero ahora que termina el 2024, es imposible negar que el país está hoy peor de lo que estaba a fines de 2023. (El Líbero)

Patricio Navia